[fragmento]
Nos llevarán las ondas. Nos llevarán las ondas…
Nos llevarán las ondas no con bolsas repletas,
no con sacos de oro ni tanques ni aviones.
Nos llevarán con lo que siempre llevamos:
un morral, un cayado y unas tablas de amor…
José Moreno Villa
Por eso, durante las contadas ocasiones en que a lo largo de tu vida posterior a la guerra llegaste a sentir que al despertar no se arraigaba en ti, con dominio completo, tu preparación militar, procurabas antes de abrir los ojos, mientras un punto azul de luz ampliaba su brillo en el fondo de tu mente, buscar la referencia de aquella vieja canción que en 1968, a lo largo de dos días, atronara en el Agujero, una y otra vez, según el plan de instrucción que pretendía quebrar tu cordura y tu paciencia. Pues sabías que al permitir que esa música regresara a tu memoria, coronel, me expulsarías de ti y yo procuraría volver de inmediato al silencio y la paz: un lugar anterior a tus maquinaciones y palabras.
En el momento en que la pieza comenzó a escucharse en el Agujero tú estabas desnudo, con los ojos vendados, en un cubo de dos metros por lado y tres de profundidad, situado en un extremo del fuerte. El hueco se hallaba con las paredes recubiertas de cemento y sendas coladeras en los rincones. Lo coronaba una reja metálica en cuyos flancos cuatro bocinas repetían a todo volumen y sin cesar esa melodía que en otras circunstancias y pocos años atrás te había parecido una tonada alegre y pegajosa. Y tú, Marcelo Azuara, creíste primero que se trataba de una broma y no de algo relacionado con tu entrenamiento. Después supusiste que tal vez era más bien el capricho de alguno de tus superiores, tras enterarse de tu historial como empleado de tu padre en la tienda de música en Chicago. Al final, sin embargo, debiste convenir conmigo en que el adiestramiento estaba planeado sin resquicios para la improvisación: desde las enseñanzas de supervivencia y técnicas de combate en la jungla, operaciones de búsqueda, exploración y rastreo, misiones de demolición, emboscadas, búsqueda de fuerzas guerrilleras, combate cuerpo a cuerpo, hasta las clases de la historia reciente de Vietnam y su geografía, el estudio de la estrategia y las tácticas de combate del Vietcong, al igual que su armamento y sus técnicas de propaganda comunista.
“Luego entonces…”, te dijiste parodiando al viejo maestro de matemáticas en la secundaria de Ciudad Valles y esperando que yo contestara, pues aún manteníamos el diálogo que esa noche iba a romperse para siempre. Porque yo había enmudecido, cándido y asustado en el Agujero, preguntándome qué tenían que ver las técnicas de supervivencia o de combate cuerpo a cuerpo con esa canción, mientras tú, desdeñando mi cobardía, caías en cuenta de que tus superiores poco sabían de ese calor húmedo y sofocante que te resultaba familiar y hasta ligeramente menor que el que habías experimentado junto a mí a lo largo de tu infancia y nuestra adolescencia en la Huasteca.
Fragmento del libro El hijo del coronel de David Ojeda, Tusquets Editores, México, 2008, reproducido con autorización de Editorial Planeta Mexicana, S.A. de C.V.
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