Mvdeo
Montevideo es esa puta triste
a la que vuelvo siempre. Sometido
a oscuros cafetines donde insiste
en darme lo ganado por perdido.
Un cielo de fregón descolorido
nubla los ojos del que la desviste,
y andando sin andar, el recorrido
se vuelve circular. Cuando le asiste
la mañana de enero lo olvidamos.
Paseamos la pobreza en manga corta
rodeados de jazmines y glicinias.
Y en marzo, una vez más, por las esquinas,
el sueño tropical se nos acorta,
volviendo al viejo carro que arrastramos.
De El revés asombrado de la ocarina (Ediciones de la crítica, 2006)
Onetti
El paraíso es una cama grande,
para uno solo.
Y una mujer sonando su violín.
Y un viejo entre novelas policiales,
con su violín debajo de la sábana,
para poder mear mientras escribe.
Alberto
El padre de mi padre está sentado
en un sillón de mimbre. Un mediodía,
inmerso entre la luz que da el pasado,
bajo una claraboya que llovía.
Mira la nada, bebe adormilado,
hojea el diario, tose en su manía
de descifrar las letras. Cualquier lado
donde olvidar los lentes le servía.
Abre un álbum y busca entre las fotos
a su madre muriendo calcinada
—un primus que revienta, ya no hay modo—
o al hijo, a las mujeres, nada, todo
lo que recuerda-olvida, en la gastada
mesa del bar con sus compinches rotos.
Invierno
Sólo la cama guarda la segura
dulce inmovilidad del paraíso.
El resto de la casa, la ciudad,
todo es mentira cuando lluvia, viento,
hacen temblar las manos y las ramas.
Una tonada triste bajo las frazadas.
Eso es lo cierto: duerme, espera, hiberna.
I
Entristecemos.
La voz que nos nombraba
ha enmudecido.
De Descendencia, poemario inédito
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