El Señor llamó a Moisés y le pidió que se sentara en una banca de madera hecha del tronco de un árbol caído en el huerto de la propiedad.
—Ahora que tienes lo que buscabas, muéstrate agradecido y no falles. Haz lo que se te ha dicho. Dile a tu gente que esperamos ver muestras de fidelidad. Moisés afirmó en silencio.
—Ve y diles que tengan cuidado con lo que hacen. El Señor es bondadoso pero sabe castigar a quienes no se portan a la altura. ¿Me entiendes?
—Perfectamente, Señor —dijo Moisés y dio una larga fumada a su cigarro.
—Diles que si alguno de ustedes falla de manera involuntaria, el Señor hará que lo traigan a punta de cuerno de chivo, lo llevarán al patio donde está la noria para agujerearle las tripas. Luego lo colgarán frente a la boca del pozo para que se desangre y para que los zopilotes se lo coman desde las patas, espectáculo que gustaal Señor.
Moisés esta vez no habló ni afirmó. Dio a entender que comprendía con un brillo tímido en los ojos, mientras su cigarro se consumía lentamente entre sus labios.
—Si alguno de ustedes falla a propósito o por imbécil se le hará traer a punta de cuerno de chivo y será llevado al patio de la noria. Le serán arrancadas las uñas de pies y manos, y la piel de la cara desprendida a jirones para darla de comer a los gallinazos frente a sus ojos pelados. Luego será colgado frente a la boca del pozo para que se desangre y los zopilotes se lo coman desde la planta de los pies, porque el Señor gusta de ver por su ventana las parvadas carroñeras bajando día y noche desdeel cielo ardiente.
Moisés pasó saliva y tuvo el coraje de afirmar con la cabeza de manera casi imperceptible.
Se preguntaba por qué tenían que haberlo enviado a él a que le detallaran las horribles venganzas que sufriría en caso de que el acuerdo entre sus jefes no funcionara.
—Si alguno me roba parte de la mercancía, o intenta entregarme, o me quiere ver la cara de pendejo de cualquier manera, a punta de cuerno de chivo será traído hasta aquí junto con sus compinches, y las madres, hermanas e hijas de cada uno de ellos. Serán todos llevados al patio de la noria, amarrados y puestos a salar al sol durante dos días enteros, antes de abrirles las tripas para embarrar la piedra del pozo y llamar a los zopilotes, que vendrán a comérselos poco a poco, comenzando por el ombligo, para que el Señor pueda ver ese espectáculo que tanto le gusta durante varios días con sus noches. ¿Estás entendiendo, Moisés? Además, iremos a buscar sus casas, y les prenderemos fuego…
Moisés pensaba que debió hacer caso a su madre y quedarse en el rancho ayudando a su padre con el tractor. Tenía ganas de salir de ahí cuanto antes, pero el Señor no dejaba de mirarlo con esos ojos que parecían garras de cuervo, encabronados a pesar de que acababan de firmar un acuerdo amistoso que los tenía a todos muy felices. Alrededor de ellos, en la amplia finca callada y verde, un ejército disimulado entre los muros, árboles y autos vigilaba la conversación.
—… y a los traidores, luego de que los hayan desangrado los zopilotes, les cortaremos la cabeza y la arrojaremos junto con una dedicatoria al interior de alguna comisaría o de un restaurante donde esté comiendo el hijo de puta que los sobornó, y traeremos después a todos los del bando contrario hasta la noria, para colgarlos vivos de las patas y que se los coman los zopi…
—Sí, Señor, ya me explicó esa parte, entiendo perfec…
—¡Cállese el hocico, y déjeme hablar! O qué, ¿no quiere regresar vivo con su gente a darles la buena noticia?
Tales fueron las instrucciones que dio el Señor al campesino Moisés, para que las llevara a su gente, sentados sobre un tronco caído en el hermoso huerto que rodea la finca más protegida del país.
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