No. 134/TEATRO |
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El Grillo |
Aileen Patricia Martínez Ortega |
universidad autónoma metropolitana-iztapalapa |
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OBRA EN DOS ACTOS PERSONAJES ÉPOCA: enero de 2000 PRIMER ACTO Luis está sentado con el cuerpo tenso en el sillón. Porta un traje de vestir impecable pero su barriga sobresale de sus pantalones. Mira su reloj. Se levanta, echa un vistazo por la sala, agarrando con un dejo de desprecio los adornos hippies. Vuelve a sentarse; se ve fastidiado. Suena el teléfono celular de Luis, quien lo contesta inmediatamente. LUIS: Bueno… (con gusto forzado.) Profesor Rojas, buenas noches. Estaba esperando su llamada… En la casa de mi exmujer… Sí, como quedamos, yo entrego eso y cobro los cheques… Buenas noches. (Cuelga, con enfado y desgano.) ¡Hijo de la chingada! Clara entra de mala gana. Está vestida con unos mallones y un huipil bordado que cubre sus enormes caderas, tiene el cabello largo y negro recogido en un chongo trenzado. Empuja una mesa con ruedas sobre la cual hay comida para Luis. Clara lo mira con recelo, luego finge dolor. CLARA: Otra vez ando con lo de las rodillas. A ver si luego me llevas al doctor. LUIS: A Sandra ya la vi. Pero al cabrón del Grillo no. Por lo menos debería estar aquí ese güey cuando vengo. El cuarto de Cuitláhuac se ilumina. Tiene un librero repleto de libros, un escritorio y una cama. En la pared de la derecha está la puerta de un clóset. Las paredes están tapizadas con afiches del Che, el subcomandante Marcos, Zapata y demás símbolos revolucionarios. Sandra es quien prendió la luz. Está vestida con minifalda y blusa ombliguera. Esculca las cosas de su hermano: registra entre algunos libros, abre cajones, etc. Se asoma debajo de la cama, encuentra dos botes rojinegros, los abre, saca un puñado de monedas y las mete a sus bolsillos. CLARA: Uy, si está en el cuarto de Cui, mejor voy a sacarla. No vaya ser que mi’jo la encuentre y… Sandra deja los botes donde estaban y esculca con desgano en el clóset. LUIS: ¿Otra vez anda en lo de la huelga, verdad? Sandra saca una pancarta, la extiende, se lee: “Un diálogo justo para seis demandas justas: CGH.” Sandra hace bolas la pancarta y la bota en la cama. Saca un carrujo de mota, lo enciende, se lo fuma y se sienta desgarbadamente. CLARA: (A Cuitláhuac.) ¡Hijito!, no te vas a morir pronto. (Besa a su hijo.) ![]() Luis se dirige a la entrada. CLARA: ¡No nos puedes desamparar! Sandra se ríe, termina su bacha y se echa de nuevo en la cama de Cuitláhuac, está jugando con las mantas, en el alucine. Luis sale del departamento y azota la puerta. Clara recarga sus manos y su frente en la puerta. Cuitláhuac le toma los hombros a su madre. Valentina, cerca de la puerta de la habitación de Cuitláhuac, se mueve nerviosa, sin saber qué hacer. CUITLÁHUAC: (A Clara.) Mi padre es un completo imbécil. Es mejor que se largue. CLARA: Para lo único que quiero a ese güey es para que mis hijos vivan bien, que tengan una casa, educación, comida. CUITLÁHUAC: Tú nos puedes dar todo eso sin necesidad de depender de un desgraciado como mi padre. CLARA: (Sentándose al lado de su hijo.) Tú sabes que lo he intentado, pero los años ya me pesan y… CUITLÁHUAC: Perdóname madre, pero esas son mamadas. Te fuiste descuidando por güevona. Ésa es la verdad. Te la pasas hablando de la lucha de clases, del ideal socialista, y la primera en traicionar esas ideas eres tú sometiéndote al yugo de un maldito burócrata corrupto. CLARA: Pues perdóname por querer que mis hijos crecieran sin necesidades, como crecí yo. CUITLÁHUAC: (Entonando sarcásticamente “Historia de amor”.) Shalala lala… CLARA: No te burles de tu madre. Y no seas tan duro con tu padre, piensa lo difícil que debe ser estar en un ambiente corrupto y no ceder. A güevo te vas volviendo como ellos. CUITLÁHUAC: ¿Y crees que no lo he vivido en carne propia? La chamba en Gobernación de mi padre no es el único hueso que me han ofrecido. Yo nomás veo cómo uno a uno mis compañeros han cedido. Ellos y mi padre siempre tuvieron un idealismo muy de morondanga. CLARA: ¡Cómo puedes decir eso de tu padre! ¡Tú no lo viste luchar por la causa! ¡No lo viste exaltado frente a la gente, incitándonos a todos a no ceder ante la represión!
![]() CUITLÁHUAC: Pues decía una cosa y hacía otras. ¿Sabes qué se la pasa repitiéndome? (Imitando.) “Si a los quince no eres de izquierda eres un pendejo, pero si a los treinta sigues siendo de izquierda eres todavía más pendejo.” Y luego remata: “Así que demuéstrame que eres mi hijo y adelántate a tu edad. ¡No cometas la pendejada de tu madre de quedarte para siempre en esos rollos!” CLARA: Tu padre antes era otro… CUITLÁHUAC: ¿Qué no te das cuenta de su engaño? Mi padre era un pusilánime que ponía enfrente a sus amigos para que a ellos les tocaran los madrazos y luego fingía indignación ante las autoridades. Eso es lo que él me ha contado. Y he visto a mis compañeros hacer lo mismo. Mi padre se corrompió y ahora está enfermo de poder. Mi padre… hasta me da vergüenza decir que ese hijo de puta es mi padre. CLARA: Bueno, sí, es un hijo de puta, manipulador, ese cabrón. Y ni siquiera es cabrón-cabrón, ¡no estaríamos tan jodidos! CUITLÁHUAC: Tú también eres una cabrona. Te la pasas manipulándome. Crees que no me doy cuenta. La idea del frente común fue tuya. Yo nada más le puse el nombre. ¿Qué más tienes planeado para mí? ¿Que me vuelva guerrillero, para que cuando me maten puedas llorarme orgullosamente? CLARA: …Yo no quiero que te maten. Por eso te aconsejo. Porque yo viví lo que tú estas viviendo. CUITLÁHUAC: Eso es lo más frustrante, madre, que la historia se está repitiendo pero ahora la cosa es más light porque todo es más decadente. CLARA: No, no, no. Todo tiene que evolucionar, no se puede repetir, mucho menos degradar… CUITLÁHUAC: ¡La dialéctica es una mamada! CLARA: Pero es porque casi nadie tiene una verdadera conciencia histórica, como la que yo te inculqué. CUITLÁHUAC:(Irónico.) Sí, a güevo, tú y tu versión rosa del marxismo, como si en un pinche país tercermundista guadalupano pambolero la gente pudiera dejar de pedirle a diosito bimbo que le arregle la vida, como si de veras fuera posible que la jodida clase media mexicana fuera capaz de dejar su pinche conformismo a un lado y comenzara a guiar a la revolución a un proletariado aún más conformista. CLARA: Tienes toda la razón, mi’jo. Estoy orgullosa de que entiendas la problemática de tu país. Ahora lo que debes hacer es precisamente guiar a quienes no tienen esa visión tan preclara tuya para que… CUITLÁHUAC: Y tachas de manipulador a mi padre… CLARA:(Indignada.) Te he aconsejado, ¿qué se supone que debí hacer? CUITLÁHUAC: Hablarme claro y no mangonearme como pendejo. Clara se exaspera pero no sabe qué contestar y sale por la puerta que da al resto del departamento. Cuitláhuac se sienta en el sillón y se mesa el cabello en un gesto de agobio. Valentina se sienta a su lado, lo abraza, trata de calmarlo. VALENTINA: No deberías ser tan ojete con tu jefa, después de todo, en gran parte gracias a lo que te enseñó es que ahora eres como eres. CUITLÁHUAC: Ése es el puto pedo. VALENTINA: No puedes deprimirte ahora. Tienes un mitin que dirigir. CUITLÁHUAC: Ni siquiera sé qué podría decir ahora. Todo esto está mal. El movimiento no tarda en valer madres y no sé qué hacer para que no pase. VALENTINA: O sea, ¡hello! ¡Güey, eres uno de los líderes, los chavos te hacen caso, el Frente cuenta contigo! ¡Déjate de pendejadas! CUITLÁHUAC: Tienes razón, no me puedo echar para atrás ahora. Así que voy a darle con lo que tengo, aunque… VALENTINA:(Lo toma de los hombros.) Aunque nada. No dudes. Si vacilas es más fácil que te cargue la chingada. (Maliciosa.) Pero si no te sientes seguro, Lalo puede encabezar el mitin. A Cuitláhuac se le encienden los ojos. CUITLÁHUAC: ¡Ni madres! Si quiero que salgan bien las cosas tengo que hacerlas yo. Lalo se pone muy loco y lo peor es que hace que los demás también se prendan y todo puede valer madres. VALENTINA: Aunque debes reconocer que por eso más banda sigue a Lalo. CUITLÁHUAC: Ya no me piques la cresta, cabroncita. Ya entendí. En todo, preferiría que tú tomaras mi lugar. VALENTINA: A mí no me eches la bolita. Además, a mí no me pelan. CUITLÁHUAC: Pero quisieras… VALENTINA:(Esquiva, mira el reloj.) ¡Güey, ya son las cinco y media, no vamos a llegar! Quedamos de estar a las seis para el mitin y además nos toca la guardia. ¿Dónde tienes las mantas y el dinero que boteamos? CUITLÁHUAC: En mi cuarto. Cuitláhuac entra en su cuarto, Valentina lo sigue. Encuentran a Sandra en la cama. Ella voltea hacia él con la mirada perdida, lo saluda y le sonríe. Él le quita las mantas y la toma de un brazo, la sacude. Valentina abanica con las palmas el aire para despejar. CUITLÁHUAC: ¿Qué coños haces aquí, pinche mariguana? SANDRA: (Siempre con la voz afectada.) ¡Qué te pasa, pendejo! (Intenta forcejear débilmente.) ¿Cómo putas te atreves a tocarme? ¡Suéltame, imbécil! CUITLÁHUAC: ¡Te he dicho mil veces que no te metas en mi cuarto! SANDRA: Necesitaba un libro, güey. ¿No dices que la cultura es de todos? Te contradices. (Burlona.) ¡Pinche monopolista de mierda! CUITLÁHUAC: (Con desprecio.) ¿Para qué lo quieres? ¿A poco sabes leer? SANDRA: Ja, ja, ja, pinche pendejo. El que buscaba me lo compró mi papi. CUITLÁHUAC: ¡Papi, papi! Para tu información tu papito ya se fue. Nos abandonó. Y tú le valiste madre. SANDRA: Yo no le valgo madres, looser, yo sí sé dónde encontrarlo. Sandra intenta irse. Cuitláhuac la tumba fácilmente sobre la cama. Ella se ríe cínicamente. SANDRA: ¡Órale, qué chido se sintió! ¡Hazme otra vez! Cuitláhuac le mienta la madre con el brazo. Valentina alza las mantas, las dobla y las mete en su mochila. Cuitláhuac saca los botes de abajo de la cama, los sopesa y los mete a su mochila. CUITLÁHUAC: ¿Agarraste dinero, verdad, pendeja? Sandra ríe de nuevo. Cuitláhuac trata de esculcarla pero ella le da una patada. Cuitláhuac se acerca y le arrebata el auricular a Clara. CUITLÁHUAC: ¡Olvídalo, no queremos nada de ti! ¡Púdrete! Cuitláhuac cuelga y sale abatido del departamento, Valentina lo sigue desconcertada. Clara se acerca a la puerta. CLARA: ¡Cuitláhuac, vuelve aquí! CUITLÁHUAC: (Desde afuera.) ¡Púdrete tú también! SEGUNDO ACTO La luz de la tarde cae en un pasillo de la Preparatoria número 3. Rastros de que ahí han estado viviendo algunos estudiantes se dejan ver por aquí y por allá (tendederos, una parrilla, etc.). Varias mesas y sillas destrozadas están regadas por todos lados junto con botes para pedir dinero, papeles, etc. Al fondo se abre una puerta que da a un salón. Sobre una mesa, a un lado de la puerta, hay un altavoz. En la banqueta del pasillo, en el extremo derecho, están sentados tres Muchachos. Sus atavíos son indistintos y sus actitudes, indolentes. Están jugando con cartas coleccionables. Valentina y Cuitláhuac (que tienen la misma ropa del acto anterior pero rota y sucia) entran por la puerta del salón. Llevan volantes. Valentina deja sus hojas en la mesa y toma el altavoz. Cuitláhuac se dirige a los Muchachos. Les da volantes y los sermonea, pero ellos no escuchan sus palabras. ![]() El altavoz falla. Valentina lo golpea un par de veces. VALENTINA:(Para sí.) ¡Maldita mi suerte! Esto de acarrear gente, nomás no se me da. (Mira a Cuitláhuac.) ¡Ja! Valentina sale por el salón dando golpes y soplando el aparato. CUITLÁHUAC: ¿Entonces qué, se animan a echar a esos tiras de afuera? MUCHACHO 1: La neta, estamos muy ocupados rascándonos los güevos. MUCHACHO 2: Nos gusta el antrito, pero nos vale madres su desmadre. (Arruga el papel y lo avienta a Cuitláhuac.) MUCHACHO 3: (Empuja desganadamente con una mano a Muchacho 2.) No seas bruto, se dice nos vale verga su desmadre, para no repetir. MUCHACHO 2: (Le contesta el empellón con uno igual.) ¡No mames! CUITLÁHUAC: (Exaltado.) ¡Cómo puede no interesarles la huelga! MUCHACHO 2: Ah, ¿que hay huelga? MUCHACHO 3: Pues esto se ve como siempre. (Arruga el volante y lo tira.) MUCHACHO 1: Oigan, sí hay huelga (hace un avión con el volante), por eso el profe Fierro no nos ha regañado por no entrar a clase. CUITLÁHUAC: No sé qué hago con ustedes, son igualitos a mi hermana. MUCHACHO 3: (Con lascivia.) Sandronda la cachonda. MUCHACHO 1: La culona. MUCHACHO 2: La ponedora. MUCHACHO 3: La mamadora. MUCHACHO 2: Préstala, cuña’o. CUITLÁHUAC: Por mí, se las regalo. (Pausa reflexiva.) No los entiendo. Si privatizan la universidad su cueva vale madres. MUCHACHO 3: Están paranoicos, no van a privatizar esto. MUCHACHO 2: Ni quien quiera tu pinche escuelita. Mira qué pocilga, esto no es bisne. MUCHACHO 1: En todo caso, si nos corrieran de aquí, nosotros volaríamos a otro lado. ¡Uhhh! (Lanza el avión de papel.) Muchacho 3 saca un carrujo de marihuana, lo prende y le da una bocanada. ![]()
MUCHACHO 1: Chido. CUITLÁHUAC:(Enojado pero sin atreverse a arrebatarles la bacha.) Apaguen eso, idiotas. Por culpa de gente como ustedes en los medios no nos bajan de drogadictos. MUCHACHO 2: No los peles y se van. MUCHACHO 1: ¡Ya! ¡No te hagas! Si ustedes son piores. Al tal Lalo lo he visto darse sus pericazos. VALENTINA: ¡No es cierto! CUITLÁHUAC: (A Valentina, desanimado.) Sí, es cierto… MUCHACHO 3: Además, ¿qué tiene de malo el viaje? Te libera del mundo… VALENTINA: Si no les gusta el mundo deberían luchar para cambiarlo. ¿Por qué mejor no demuestran su desacuerdo en vez de evadirlo? MUCHACHO 1: ¡Ay, no, qué güeva! MUCHACHO 2: Nosotros no desmadramos este jolgorio, ¿por qué tendríamos que arreglarlo? CUITLÁHUAC: (Conteniendo su rabia.) Okey, el mundo que nos heredaron está de cabeza. Lo peor es que los adultos ni siquiera nos dan chance de cambiarlo. Hacen sus tejemanejes, pura chingadera, pura corrupción. Como si no pudiera ser de otra manera. Ellos tuvieron su oportunidad y como no pudieron, ahora nos reprimen. Mientras Cuitláhuac habla, los Muchachos bostezan, reinician su juego de cartas. Muchacho 2 incluso se pone sus audífonos para evadir el discurso. Pero estas actitudes no son tomadas en cuenta por Cuitláhuac, que está ensimismado en lo que dice. CUITLÁHUAC: (Imitando, con marcado tono impositivo.) “Yo ya lo intenté y no funciona”, “Contra el gobierno no se puede”, “Ya pónganse a estudiar, bola de güevones”. (Recuperando su tono.) Yo ya quiero entrar a la escuela, que haya clases, ¡me cae! Pero quiero que todos tengamos chance de estudiar. Quiero que no me vigilen. Quiero tener libertad de expresarme, libertad de hacer, de elegir y construir un mundo más justo. Sé que está cabrón porque cada quien ve por sus propios intereses. Cada quien lucha por salir adelante o incluso nomás por sobrevivir. A nadie le importa realmente lo que le pase a los demás. ¡Y qué putas hago yo con mis ganas de luchar, de salvar al mundo! ¿Ayudar a quienes pueda? (Mira a los Muchachos, decepcionado.) Para que a nadie le importe y al rato vuelva todo a ser como antes, porque la gandallez y el conformismo ya son parte de la naturaleza humana. ¡Chale! (Con desgano.) Tienen razón, el mundo es una chingadera. MUCHACHO 3: No, “el mundo es una barca, como dijo Calderón de la Mierda”. Muchacho 1 y Muchacho 3 ríen. Las risas sacan a Cuitláhuac de su ensimismamiento. CUITLÁHUAC: (Molesto.) ¿De qué se ríen? MUCHACHO 3: Te equivocaste de época, chavo. MUCHACHO 1: De planeta. ![]() Los Muchachos retornan a su posición original ya sin prestar atención a Cuitláhuac. Valentina le toma el hombro a su amigo. CUITLÁHUAC: Tal vez tengan razón… VALENTINA: Vas a empezar de nuevo con idioteces. Tu choro iba bien, yo no sé qué te pasó al último. CUITLÁHUAC: ¿Cuánto tiempo ha pasado y seguimos con lo mismo? Esta huelga no tiene sentido… VALENTINA: Estás pero bien pendejo si te dejas convencer por esa runfla de descerebrados. No aflojes, Cui. ¿En qué quedamos en tu cantón? CUITLÁHUAC: Güey, la mayoría de los güeyes por los que nos estamos partiendo la madre son como esos imbéciles, ¿qué puto caso tiene? VALENTINA: ¿Sabes qué? Me estás empezando a agüevar. CUITLÁHUAC: Yo soy aquí el más agüevado de todos. Me da güeva toda la mierda setentera que me metió mi madre desde que era un escuincle. ¿Y para qué? Para que esa pinche vieja le diga al hijoeputa de mi padre: (Satirizando.) “No puedes dejarnos así. A ver, ¿qué condiciones?” VALENTINA: Eres injusto. Tu madre te ha apoyado en todo. Ya quisiera yo una madre así, que me apoyara en mis desmadres. CUITLÁHUAC: ¡Hasta eso…! VALENTINA: ¿Hasta eso qué? CUITLÁHUAC: No te hagas pendeja, te la pasas envidiándome. Envidias mi capacidad para jalar gente, mis calificaciones, envidias mis consignas porque las tuyas son puro refrito de las que ya existen y ahora resulta que hasta envidias a mi puta madre. VALENTINA: ¡No chingues! Ahora si te la jalaste. Mira pinche Grillo, reconozco que me gustaría ser como tú. Realmente te admiro. O te admiraba, porque ahorita estás muy mierda. La verdad qué pocos güevos resultaste tener. CUITLÁHUAC: Qué fácil lo dices. Cómo se ve que no tienes ni puta idea de lo que me pasa. Mi mundo se está desmoronando… VALENTINA: (Suspira y continúa intentando inútilmente ser consecuente.) Pues sí, qué novedad, el mundo es terrible, fuchi, caca. Pero ya, ¿no? Dime algo que no sepa… Cuitláhuac desvía la mirada, se siente regañado con razón y a la vez su orgullo no le permite ceder. VALENTINA: Anímate. Ya te lo dije: ahorita no es el mejor momento para deprimirse. La situación está de la chingada y te necesito completo. La gente está muy dispersa y asustada. Hay que reunirlos a todos para ver qué se hace. Así que olvida a tu padre y también a tu madre. Lo que importa es lo que tú pienses, tus propias convicciones. Tú llevas la grilla en la sangre, no por nada eres el Grillo, el líder de los sextos, el creador del Frente… CUITLÁHUAC: Güey, mira a tu alrededor. La mayoría ya se largó. Sólo quedamos los pendejos que lidereamos el movimiento y (señalando a los Muchachos) los pendejos a secas. VALENTINA: Pues hazlo por los pendejos que estamos en esto o por mí. Por lo menos deberías hacerlo por ti mismo. CUITLÁHUAC: Si por mi fuera le prendería la mecha al mundo pa’ que de una vez estallara… Un cristalazo interrumpe a Cuitláhuac. En seguida se escucha una trifulca no muy lejos, también se oyen sirenas. Cuitláhuac y Valentina se acercan a proscenio izquierda. Miran como si aquello ocurriera entre el público. VALENTINA: ¡Son los de la preventiva! ¿Dónde están René y Lalo? Ellos iban a traer bombas molotov. CUITLÁHUAC: Creo que los agarró la chota, eso estaban diciendo hace rato. VALENTINA: ¡No mames! Se está poniendo muy grueso. Valentina intenta huir pero entran por la derecha cuatro agentes de la PFP. Sin tomar en cuenta a los Muchachos, los agentes se acercan a Cuitláhuac y Valentina. VALENTINA: (Por el altavoz.) No vamos a abandonar la escuela. ¡Es nuestra! Valentina les lanza el aparato, pero los agentes lo esquivan. Dos policías la detienen. Otros dos agentes detienen a Cuitláhuac, quien no opone resistencia. Valentina forcejea sin lograr nada. Entra el profesor Rojas también por derecha. Su pelo entrecano está relamido y viste un traje gris impecable. Poco a poco los ruidos de alboroto van bajando hasta salir. ROJAS: Cuitláhuac Galván… sí, te recuerdo. CUITLÁHUAC: Lo que me faltaba, el corrupto jefe de mi padre… ROJAS: (Se acerca a Cuitláhuac, le toma el rostro para vérselo.) Tienes la misma jeta de pendejo que tu padre a tu edad. CUITLÁHUAC: ¿Y por qué diablos se interesó en nosotros con esta cara? ROJAS: (Le suelta la cara y ríe sarcástico.) Pura curiosidad malsana. Me gusta ver por cuánto se tragan su idealismo los de tu clase. Sé que terminarás haciéndolo, lo llevas en la sangre. La plaza que no aceptaste ahora la tiene Sandrita. Además, me hace otros trabajitos aquí en tu escuela. CUITLÁHUAC: Yo no soy igual que esa perra. ROJAS: ¿Y como quién eres? ¿Cómo tu madre? Esa puta es de las peores. Hace alharaca, mienta madres, pero cuando se trata de dinero, como vil limosnera extiende la misma la mano que empuña para protestar. Lo que no sabe la pendeja es que sus reacciones también le sirven al gobierno para justificar tanto la represión como la democracia. Así que como ves, muchacho, todos somos parte del sistema. CUITLÁHUAC: Usted echa a perder todo lo que toca, pinche viejo podrido. ROJAS: Podrido, ¿eh? (Pausa en la que hace un par de círculos con su andar.) René Torres, líder estudiantil de la preparatoria número tres, 21 años, todo un fósil, ¿no lo crees? Eduardo Montero, ¡24 años! ¿Sabes que ese par de payasos pertenecen a las Juventudes Priístas? Esos son tus líderes, que por cierto ya arrestó la Policía por la posesión de ocho bombas de fabricación casera. Pero no te preocupes por ellos, nomás es la pura finta, al rato los sueltan y les dan su hueso. A ti te han tocado sólo los trancazos porque no has cooperado como tus demás compañeritos. Ya es tiempo de que te alinies, ¿no crees? VALENTINA: Eso que dice es mentira: ni René ni Lalo son porros priístas. Además, el movimiento no es de unos cuantos. Las propuestas vienen de las bases… ROJAS: ¡Bah! Las bases son una bola de escuincles en pleno éxtasis hormonal como ustedes, con harta energía para desperdiciar en pendejadas. VALENTINA: Pues nosotros no actuamos a lo güey… ROJAS: (Se carcajea.) ¡Eso es lo bueno, que si no! A ustedes lo que les hace falta es un poco de sentido común y alguien que los guíe, pero bien. VALENTINA: No necesitamos a un cerdo como guía. (Titubeante.) Además, la cosa no está tan jodida, todavía podemos… CUITLÁHUAC: ¡Ya cállate, pinche Vale! ¡Me cae que estás diciendo puras pendejadas! ¡Ubícate en tu contexto! La huelga ya valió madres y todo el barullo que armamos se va a ir olvidando. Lo peor de todo es que igual que en el 68 no aprendimos nada. VALENTINA: ¿Y qué se supone que debimos aprender, sabelotodo? ¿Dejar que nos coopten? CUITLÁHUAC: ¿Y para qué querría el gobierno cooptar a un par de pendejos como tú y como yo? ROJAS: (Se carcajea.) ¡Me quitaste las palabras de la boca! Pero aquí la que no nos sirve de nada es ella. (Ordenando a los agentes de la PFP que tienen sujeta a Valentina.) ¡Llévensela! ¡A los camiones junto con los demás parias! Los agentes obedecen. Se llevan a Valentina que patalea. Cuitláhuac no se inmuta. VALENTINA: ¡Cui, ayúdame! ¿Qué no piensas hacer nada? ¡Qué poca madre tienes, pinche Grillo! (A los de la PFP.) ¡Hijos de la chingada! ¡Suélteme! ¡Malditos represores de mierda! ¡Suélteme! (Enardecida.) ¡Como dijo el Che Guevara, hasta la victoria siempre! Cuando Valentina está a punto de salir alza un brazo con la “V” de la victoria formada con sus dedos. El par de agentes y Valentina salen de escena por la izquierda. ![]() ROJAS: Marchas, protestas, consignas, mantas, ¡bombas molotov! Todos son mecanismos de lucha bastante probados por el gobierno en generaciones anteriores, ¡si lo sabré! Tenemos la vacuna para todo eso. De hecho, somos nosotros quienes los provocamos. Hay que enfocar los bríos juveniles a objetivos inalcanzables. Si no se hiciera así, el sistema ya habría valido madres desde hace mucho. CUITLÁHUAC: Pero si de todas formas vale madres. ROJAS: ¿De veras eso crees? La sociedad funciona como un mecanismo de reloj. Aunque todo parezca sucederse caóticamente: cada opinión en contra del sistema, la diversidad de partidos por los que votar, incluso la más violenta de las manifestaciones de protesta, tienen una razón de ser que finalmente sirve para legitimar al sistema. Siempre habrá algún mecanismo que voltee a nuestro favor cualquier cosa que pretendas hacer en contra de nosotros. Así que, como ves, no hay escapatoria. Lo mejor es que te unas por las buenas. Como sabiamente hizo tu padre cuando tenía la edad crítica en la que ahora tú te encuentras. Luis entra por la derecha. Lleva un portafolios. Se nota por los ademanes que hace y por lo desacomodado de su traje y corbata, que batalló un rato para entrar a la preparatoria. ROJAS: De otra forma serás un patético guijarro tratando de nadar contra corriente. LUIS: (Dirigiéndose a la entrada.) ¡Mendigos culeros! Pero no me creyeron quién soy, verdad. Ya anoté sus nombres… Luis se acomoda el traje y voltea a donde Rojas y Cuitláhuac, a su hijo lo mira con desprecio. A Rojas le extiende apenado la mano para saludarlo. ROJAS: (Sin responder al saludo.) ¿Trajiste el contrato, Galván? LUIS: (Diligente.) Sí, profesor. Luis saca la hoja del portafolios y se la extiende a Rojas, que toma el documento y lo revisa. ROJAS: Muy bien, Luisito. Con esto se asegura que tu simiesca línea evolutiva continúe sirviendo a Gobernación. Ambos ríen suave y forzadamente. LUIS: Cómo no, profe, ya sabe que cuenta con nosotros. (A Cuitláhuac.) A ver, tú, perro, firma esto. Rojas pasa el contrato a Luis, éste se lo muestra a Cuitláhuac. Él ni se molesta en leerlo. CUITLÁHUAC: No quiero participar en tus chingaderas. Rojas se da cuenta del cuchicheo, ríe y se acerca a Cuitláhuac. ROJAS: Yo no tengo familia ni nadie que me suceda. Desde que conocí a tu padre me recordó mucho a mí mismo. Tenemos muchas cosas en común. Y una de ellas es que es un confabulador de mierda. (Se carcajea.) Y eso es imprescindible en un político y también en… empresarios como nosotros.
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CUITLÁHUAC: Puedo vivir en una comuna. Por el lado izquierdo del escenario entra Clara que se debate con un PFP que la abraza fuertemente por atrás. Valentina también entra corriendo. Otro oficial que entra la alcanza y atrapa. Para librarse, Valentina da un fuerte puntapié a su captor, quien la suelta y se tira al suelo. Valentina, una vez habiéndose librado del agente, ayuda a Clara atacando a su captor por detrás, golpeándole los genitales. Los dos agentes golpeados quedan tendidos en el suelo. Sandra también entra pero, indolente, se mantiene al margen. Clara, al ver a su hijo sujeto por dos policías, corre hacia él, jalonea vanamente a los oficiales que sostienen a Cuitláhuac. CLARA: ¡Suelten a mi hijo, desgraciados! A una orden de Rojas, los oficiales sueltan a Cuitláhuac. Clara mira con recelo a Rojas, pero al poder abrazar a su hijo se suaviza. CLARA: Escúchame. Sé que cometí un error, que debí buscar ser independiente y que nunca debí atenerme a tu padre. Después de todo, fue por dejar de vender que me comencé a enfermar. La inactividad me atrofió las piernas y puesto que ya no vendía no tenía dinero para mis tratamientos naturistas. Y todo se volvió un círculo vicioso… Sandra atraviesa pausadamente la escena hasta llegar con los Muchachos. Una vez sentada con ellos también asume la postura de pereza. Sandra saca más mota, pide a uno de los Muchachos que le encienda el cigarro. Ella fuma y luego la siguen rolando entre ellos. CUITLÁHUAC: Madre, qué no te das cuenta que tú también me echaste a perder. Me has enseñado a luchar por unos ideales de justicia y libertad que no tienen cabida en este mundo. Cuitláhuac se ríe. CUITLÁHUAC: Esa momia si no me chinga a mí, te va a seguir chingando de por vida a ti, ¿no? Pues qué crees, ya te chingaste. Clara balbucea algo pero al final no sabe qué decir y agacha la cabeza. VALENTINA: No seas injusto con tu madre… Cuitláhuac mira a Rojas reflexiva y largamente. CUITLÁHUAC: Ándale pues, cabrón, ya me convenciste.
![]() CUITLÁHUAC: ¿Querías bríos juveniles? ¡Ahí están tus bríos juveniles! Los cuatro agentes se le van a echar encima a Cuitláhuac. CUITLÁHUAC: (Negando.) ¡Ah, ah, ah! (Les ofrece el dinero.) ¡Órale, cabrones, cinco kilos pa’ cada quien si se largan sin decir nada! Los agentes aceptan disimuladamente y se van. LUIS: (Hipócrita.) Profe, profe, ¿está usted bien? Luis se levanta y patea a Rojas. Cuitláhuac se carcajea. LUIS: ¡Ah, pinches porros, mire cómo lo dejaron! ¡Ojalá no se haya muerto! (Acerca la cara a la nariz de Rojas para sentir su respiración.) ¡Oh, por el Señor de los Cielos! ¡No puede ser! ¡No respira! ¿Qué voy a hacer ahora? (Se levanta.) ¡Ascender! (A Cuitláhuac, dándole una palmada en el hombro.) Eso es todo, mi’jo. Ya con esto estamos a mano. Puedes ir a chingar a tu madre, por mí no hay ningún pedo, te perdono todo. Luis sale del escenario riéndose. Sandra, al ver que se va, lo sigue. SANDRA: ¡Papi, papi, espérame! Sandra sale. CLARA: (A Cuitláhuac.) ¡Estoy orgullosa de ti! ¡Siempre supe que no te venderías! ¡Tú eres mi Grillo! ¡Ya verás que con mi consejo vas a llegar muy lejos! ¡Yo te voy a sacar adelante! Pero me tienes que prometer que vas a ser honesto y a ayudar a los demás y… Clara y Valentina quedan discutiendo unos planes que ya no se escuchan. CUITLÁHUAC: (Al cuerpo de Rojas.) Ahí está tu pinche control, güey. Eso es lo que ni mi papá, ni tú, ni nadie entiende: nunca nadie podrá tener control. Pero eso me vale madres. ¡Yo me pinto! Cuitláhuac camina lentamente hacia proscenio izquierda para salir. CLARA: (Reaccionando al ver que Cuitláhuac se va.) ¡Hijo, espera! Cuitláhuac se detiene en la esquina sin voltear a verla. CLARA: (Asustada y admirada.) ¿Te vas a unir al EZLN? Cuitláhuac voltea y escudriña a su madre y a Valentina. Luego mira hacia el público. Suspira y se dispone a salir por proscenio izquierda. Clara hace un último y lánguido ademán de pretender alcanzar a Cuitláhuac. VALENTINA: (Tomándole el hombro a Clara.) Señora, déjelo.
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Dibujos de Laura Monterrubio, ENAP, UNAM
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