Soneto a huevo
(en que se cocina una omelette)
Para Francisco Hernández
A huevo no me salen los sonetos,
se me quiebran las yemas, y la clara,
si no la bato bien con la cuchara,
me esponja demasiado los cuartetos.
Si fritos bien los quieres y concretos,
con buen aceite la sartén prepara,
y ponles sólo un poco de algazara
si buscas que te suenen más discretos.
Manten siempre la rima a fuego lento
y cuenta bien cuantas palabras caben,
que el verso, si guisado con talento,
hallará paladares que lo alaben.
Añade, generoso, condimento
que a huevo los sonetos no me saben.
En que el poeta llora la ausencia
de las musas
Acodado en la barra del almuerzo,
miraba yo el trajín de las tehuanas
que gruesas, rubicundas y lozanas
servíanme los platos con esfuerzo.
Pero esta que hoy me atiende peina canas,
su cutis, que digamos, no es muy terso;
quisiera componerle yo un buen verso,
mas de ver sus arrugas pierdo ganas.
¿Do está Gladys, la flor de las meseras?
¿Do Betty, Laura y Clío, diligentes?
¿Luchis y Adris aquí fueron quimeras,
y Floralba, espejismo de los clientes?
Fueron, todas, verdura de las eras,
mocedad que segaron dos gerentes.
Casa de los Azulejos
Primavera 2004
En que se degusta el aromático grano
Al centro de la taza el universo
humea, hierve, bulle y el aroma
del grano bien filtrado en la redoma
ya flota por la estancia, ya disperso,
incita al paladar, sensual, perverso:
Oscura tentación, negra paloma,
si vuelas, bajo tu ala se desploma
el sopor que en el alma se halla inmerso.

Si soñar es vivir, si vida el sueño,
¿qué escondida agonía tras del trago
se oculta desta espesa nebulosa?
¿Qué piélago, qué mar, qué amargo lago
de vigilia guardada bajo el ceño?
¡Qué muerte contenida, sigilosa!
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