No. 127/TEATRO |
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El patético final del cuervo en su museo barroco
(o Ahora sí, las arpías están de luto)
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Aileen Patricia Martínez Ortega
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UNIVERSIDAD AUTÓNOMA METROPOLITANA, IZTAPALAPA |
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A Hugo Argüelles. In memoriam, con respetuosa irreverencia.
OBRA EN DOS ACTOS
Personajes Voces en offf
Lugar Época
Primer acto
La única zona iluminada del escenario es la esquina de proscenio izquierda. Es la recámara de Electra. Está compuesta por una cama individual que a su lado tiene un buró con teléfono, enfrente de la cama hay una mesa con un televisor; haciendo contraesquina con la cama se encuentra el escritorio de Electra, de perfil al público; encima de este mueble hay una computadora, una impresora y montones de libros, periódicos, cuadernos y hojas sueltas, que también están acomodados en torno al mueble, apilados. Sobre la cama está Electra, aburrida, viendo la televisión. Tiene puesto un vestido negro no muy formal. Le cambia a los canales sin interés y decide dejar un noticiero de espectáculos que está dando el rating de los fracasos musicales de 2003. El rostro y la actitud de Electra van cambiando de la indolencia al desconsuelo, pero sin llanto, a medida que transcurre la noticia. Electra apaga la televisión. Suena el teléfono. ELECTRA: (Tratando vanamente de ocultar su tristeza.) ¿Cómo llegaste? Bien. Qué bueno. Es que estoy de luto, güey. Se murió Crono. No sé exactamente si es dolor lo que siento. (Se le salen las lágrimas.) Sí, pues sí mi duele. Me duele no haberle dicho en su cara que su pinche chichifo era un pendejo. Pero también me duele que se haya muerto. No sé. Oye, voy a averiguar dónde es su funeral o si le van a hacer algún homenaje. Seguramente. ¿Me acompañas? No, hoy no. (Se enjuga las lágrimas.) Sí me duele, pero quiero cenar rico. Es lo único que vale la pena de esta pinche época. Ok, nos hablamos mañana. Electra cuelga y sigue llorando sin azotarse, en una actitud más bien de reflexión. De pronto se levanta y busca algo en el cajón de su escritorio, no encuentra nada, busca detrás de los montones de libros y papeles, y nada. Se hinca frente a su cama y busca debajo de ella. Encuentra una caja, de ésta saca más cuadernos, libros y papeles. Al fondo de la caja, por fin halla lo que busca: una cabecita jíbara con el rostro de Crono; la cabeza está hecha con papel maché. La toma en sus manos al estilo hamletiano. Se levanta, coloca la cabecilla sobre su cama. Toma un cuaderno del escritorio, se tiende frente al busto de Crono y se queda haciendo notas. Se apaga la luz en ese cuadrante. Una luz oblicua, de atardecer, alumbra la esquina de proscenio derecha. Allí hay una banca de parque. Es Coyoacán. Se escucha barullo de plaza: un cilindrero, vendedores, globeros, etcétera. Alecto y Electra entran por la izquierda a la zona iluminada. Ella viste de negro; él lleva una túnica también negra, con capucha. Ambos se sientan en la banca. ALECTO:¿Cuánto tiempo tenemos antes de regresar al foro? Electra se nota inquieta, Alecto le toma la mano. ALECTO: ¿Cómo te sientes ahora? Ambos se ríen. ALECTO: Ves qué pronto se le pierde el respeto a quien no lo merece. La luz de ese cuadrante se apaga. Nuevamente se ilumina la habitación de Electra. Allí está ella, viste unos jeans verdes, blusa blanca de mangas amplias y chaleco; sobre su indumentaria, que es la que normalmente usa, lleva un delantal. Está escribiendo algo en la computadora. MADRE: (En off.) Electris, ayúdame a pelar las papas, m’ija. Si no, no va estar la comida y mira que ya llegó tu novio. Electra escribe unas cuantas palabras más apresuradamente y sale por izquierda. Al poco rato regresa, se quita el delantal y lo bota sobre la cama. ELECTRA: Novio, me puedes esperar un momento en lo que acabo algo que estoy escribiendo. Electra se sienta y escribe. No pasa ni un minuto cuando el novio, desde afuera siempre, olvidándose de la petición de Electra, comienza a proponer. NOVIO: Oye, novia, estaba pensando que deberíamos juntar ya nuestros ahorros e ir comprando cosas para nuestra casa, sencillas, como una batería de cocina. Así le hicieron mis papás. Electra trata de darle el avión a su novio y sigue escribiendo, aunque ya no tan fluidamente. NOVIO: ¡Me acabo de acordar! Oye, novia, fíjate que mi mamá me dijo que hablaron de la casa de Copilco, ésa que venden y que nos gustó. Le dijeron a mi mamá que si queríamos podíamos ir a verla hoy, porque si no, sería hasta regresando de semana santa. ¿Vamos? Electra se levanta, apaga la computadora, agarra su mochila, mete en ésta sus apuntes y sale. Todo esto con un notorio fastidio. TRANSICIÓN DE TIEMPO marcada por el cambio de luz, de tarde a ocaso. Electra llega y enciende el foco de su habitación. Se tira en la cama, luego de botar su mochila. Se talla los ojos, bosteza. Mira la computadora. Suspira. Se levanta, saca sus apuntes de la mochila y reemprende su labor. Suena el teléfono. Electra se levanta a contestar. ELECTRA: Buenas noches, doctor Saldaña. ¡¿Para mañana?! Pero si es domingo y usted me dijo ayer que… Bueno sí, está bien, entiendo que es urgente, sí, sí, los imprevistos. Yo le tengo eso para mañana. Buenas noches. (Cuelga.) ¡Me lleva la chingada! Electra, frustrada, se acerca al escritorio, cierra sus apuntes y los hace a un lado. Busca otros papeles, los encuentra y comienza a trabajar en ellos. Al poco rato una nueva voz en off llama su atención. CRONO: (Resuelto, imperante.) El ser humano es un cilindro lleno de caca, con una que otra posible salida, generalmente llena de caca… En off también se escuchan algunas risas. Una luz cenital hace fade in en el cuadrante de fondo centro, iluminando el altar-escritorio de Crono y a él mismo, que viste un traje oscuro, camisa, chaleco y una bufanda anudada en la garganta. El escritorio está sobre una tarima, acrecentando la imponencia del maestro y su altar. Sobre el escritorio hay algunos libros, papeles y diversos adornos: gallos de pelea, caballos e incluso una estatuilla en forma de falo. También en el primer plano del escritorio se encuentra la cabecita jíbara de papel maché con el rostro de Crono. El pedazo de pared detrás del escritorio está abigarrado de fotos, retratos y caricaturas de Crono. En torno al mueble hay además objetos extravagantes, como dos pavorreales disecados, máscaras de barro, de plumas, prehispánicas, tailandesas, etcétera; cerca también hay un librero lleno a reventar. Enfrente del altar-escritorio se encuentran varias sillas distribuidas en desorden, pero de alguna manera orientadas hacia el maestro. En ellas están sentados los alumnos: Tiresias, el crítico, cabezón con pinta de intelectual; Pubio Virgilio, el empresario yuppie vestido de jeans, saco, camisa y corbata del hombre araña; Ocípete, la actriz que busca ser dramaturga, ataviada con pantalones entallados y una blusa llamativa; Mercurio, el achichincle lambiscón, de indumentaria hippie con todo y barbas y cabellos largos y desaliñados, casi en todo momento estará tomando nota de lo que pasa en clase; Barbie, la niña-bien simplona, vestida a lamoda retro de finales de los noventa, y finalmente, Belerofonte, el nerd despistado, vestido con pantalón y chamarra de mezclilla. Electra se acerca al grupo y se sienta en una silla desocupada. Crono continúa dando su clase. Su tono de voz es grave, en ocasiones llega a la irritación, en todo caso revela una gran elocuencia. A veces enfatiza palabras o frases cortas silabeando, golpeando la mesa con el índice y/o subiendo el tono de voz. Su aura demanda atención siempre. CRONO: Todo está sujeto a dos instintos básicos. El instinto vital o Eros y el instinto de muerte o Tánatos. La vida es frágil y quien no le da sentido a su vida chinga a su madre. Hay que hacer cosas importantes. Tener ilusiones. Pero Tánatos está presente y trata de combatir a través de muchos elementos. Un mecanismo son las frustraciones. Al adulto que tiene forzosamente que trabajar, le pasa que está frustrado, va perdiendo al niño ilusionado, al joven. La frustración es el mal. No hay nada más amenazante que la frustración y nada más amenazante que un frustrado. La luz cenital se apaga. Se ilumina lentamente el cuadrante correspondiente a la banca, es decir, proscenio derecha. Allí siguen platicando Alecto y Electra. ELECTRA: De entrada, todo lo del Eros y el Tánatos me aclaró muchas cosas. Pero además su obstinado vilipendio contra el canibalismo materno, sus críticas al matrimonio y a las relaciones heterosexuales monogámicas, su continua detracción de un sistema de creencias que predispone al ser humano para que fracase… Todo fue como un torbellino en mi cabeza que me cambió el punto de vista. Sus choros me sirvieron para ver y aceptar cosas que no me atrevía a ver ni a pensar. Al besarse, la luz de ese cuadrante se apaga. Nuevamente se enciende la luz cenital del altar-escritorio de Crono. La clase está reunida. CRONO: El niño rechazado lo sabe desde la tercera semana. Ya piensa, ya siente. Ese tanatismo tan profundo puede provocar un tumor. Hitopedión, se llama, quiere decir “niño de piedra”. El feto se apodera del calcio de la madre, se suicida, gráficamente parece un tumor. Entonces el médico le dice a la madre: “Tenga a su hijo, lo mete a su rosca de reyes.” La clase se ríe. CRONO: Como saben, no me encuentro muy bien de la garganta y hace poco tuve otro conato de infarto, por lo que el médico me recomendó descanso y no hablar mucho en clase. Así que vamos a revisar mejor sus trabajos. ¿Quién ya tiene ese breve ejercicio dramático en farsa que les pedí? Varios levantan la mano, dicen “yo, yo, yo” avorazándose por ser los primeros. CRONO: A ver ya, parecen una bola de perros oligofrénicos depauperados. Tú, Electra, lee lo tuyo primero y luego si alcanza el tiempo Pubio Virgilio y luego Ocípete. Y si no, hasta la siguiente clase. Mercurio, anota el orden para que no se me olvide. Y luego me traes un Ensure del refri, porque se me está bajando el azúcar. Mercurio obedece. Todos en la clase se quedan a disgusto, excepto, claro está, Electra. Pero esa actitud pasa pronto. Mercurio vuelve con la lata que le pidió Crono, se la da y se sienta. Crono bebe con moderada avidez. ELECTRA: (Dando intención a los diálogos entrecomillados.) Sobre una mesa volteada hay un muñeco de trapo de tamaño natural, desnudo, montado como en un potro de tortura. El muñeco sonríe burlonamente. Arrinconada, en cuclillas, María se abraza las rodillas. Ve al muñeco con odio. Solloza. “¿Qué, no me vas a ayudar? Estás viendo cómo sufro por ti y te quedas ahí como idiota.” María hace como que oye algo. “Ah, ¿quieres que te desate?” TRANSICIÓN DE TIEMPO. Electra continúa moviendo la boca y haciendo ademanes pero ya no la escuchamos. En lugar de su voz entra música y un efecto sonoro de reloj. Al cabo de un momento la música cesa y escuchamos de nuevo la lectura de Electra. ELECTRA: “¡Deja de reírte ya! Está bien. Así lo quisiste. Si no vas a ser mío, no serás de nadie.” María decapita al muñeco. En seguida ella se corta las venas. Se desvanece. Se arrastra por el suelo hasta alcanzar la cabeza. “Mi amor, mi amor, nos vamos a ir juntos al cielo. Dame un beso.” Sostiene la cabeza del muñeco frente a la suya. La acerca. En el último momento se la pone en el sexo. Se retuerce, esta vez de placer, y muere. Telón. Todos en la clase se quedan en su muy particular pasmo. Barbie empieza a aplaudir pero, al no encontrar eco, se detiene. CRONO: Ya estarás contenta. Mira cómo los tienes. (A los demás.) A ver, comentarios. Todos aplauden. Tiresias, Pubio Virgilio y Mercurio, forzadamente. Belerofonte en actitud de aceptación y Ocípete sinceramente conmovida pero discreta. Barbie es la única que aplaude con entusiasmo, pero hueco. CRONO: (Mira su reloj.) Ya mero es hora de que termine la clase y para cerrar con broche de oro, quiero enseñarles este cuadro y que me den su opinión. Crono saca de algún lugar de su escritorio un cuadro de 1 metro de ancho por 1.20 metros de largo. Es una pintura al óleo de estilo muy infantil, que retrata a una mujer desnuda, tirada al pie de una cama. Abortando. TIRESIAS: Pues es un tema fuerte, pero se pierde porque el autor… ¿qué pedo? No tiene técnica. Los trazos son muy pueriles y no podría relacionarlo ni con el minimalismo ni con el primitivismo, ni siquiera con el arte abstracto… Parece que fue un niño quien lo dibujó. Todos aplauden, algunos ríen, otros comentan. Así van saliendo del salón. La luz de esa zona se apaga. Se ilumina el cuadrante en el que está la banca de Coyoacán, donde Alecto y Electra continúan charlando. ELECTRA: El cuadro idiota era por supuesto de Narciso. Ahí fue que comenzaron los problemas. Nuevamente se oscurece la banca del parque; enseguida se ilumina el salón de clase. Pero no cae la luz cenital en el altar-escritorio, pues no está Crono. No obstante, todos sus alumnos ya están allí, excepto Mercurio. Incluso Narciso ya se halla sentado entre los alumnos. Destaca porque es el único rubio y también por su mamonería. Viste fodongamente pantalones de mezclilla y camisa desfajada. BARBIE: ¿No saben si va a venir el maestro? Mercurio entra agitado a la zona del salón. MERCURIO: Hola a todos, disculpen la tardanza, el maestro ahorita viene. De hecho, está arreglando unos pedos con los del restaurante de al lado, ya ven que tiene bisne con ellos. Ah, y por favor no hagan enojar a Crono ni digan nada que lo altere, porque viene encabronadísimo. Fuimos con unos productores y le cancelaron el montaje de Los lobos ocultos, y… Mercurio se interrumpe, pues Belerofonte le advierte con señas que ya viene Crono. Éste, en efecto, entra por izquierda y se sigue en línea recta para salir por derecha. Está notablemente alterado. CRONO: Narciso, ven conmigo. CRONO: ¡Prendan mi luz, que ni aunque me muera debe estar apagada! La luz cenital se enciende. Crono se sienta. OCÍPETE: ¿Está bien, maestro? Narciso entrega a varios alumnos una copia de lo que escribió y se queda él mismo con una. Una vez hecho esto se sienta y comienza a leer. NARCISO: Se llama Lienzo Kaótico… Narciso sigue leyendo, inaudiblemente. El área del salón se oscurece y se enciende el cuadrante de la banca en Coyoacán. ELECTRA: La obra trataba de un güey argentino pintor que llega a México. ¿Te suena conocido? Vive con una chava con la que se la pasa peleando. A la vez, unos dealers tratan de aprovecharse de él, dándole una bicoca por sus dizque obras de arte. Mientras esto sucede, la chava se hace un legrado ella misma para sacarse al crío del argentino. Como ves, Narciso tiene una fijación con los abortos. Ella embarra el feto en la pared. Los dealers siguen elucubrando que se van a hacer millonarios explotando al pobre güey argentino. Él descubre el feto y que su chava lo abandonó. Luego va a arreglar su bisne con los dealers. Al final, manda a la fregada a la chava y le da el feto en un frasquito. TIRESIAS: ¿Y dices, Crono, que esto es una pieza? Todos ríen nerviosos. Tiresias levanta las manos enseñando las palmas en señal de que se da por vencido. PUBIO VIRGILIO: (Con falsa seguridad.) Bueno, es claro que el protagonista lucha contra la sociedad, puesto que es una pieza, ¿no?, pero yo creo que le haría falta ser más contundente en la exposición de cuál es exactamente la bronca que el protagonista tiene y hacer más clara la resolución del… Todos aplauden, incluso Crono. En cuanto los aplausos terminan, el maestro se levanta y sale. Narciso se queda recibiendo felicitaciones de Barbie, Mercurio, Pubio Virgilio, Tiresias y Belerofonte. Una vez que terminan las felicitaciones, al no verles tal intención ni a Ocípete ni a Electra, se va tras Crono. ELECTRA: No mames, estuvo espantoso. Mercurio toma nota de lo que dicen. Al notarlo, el grupo va haciendo mutis. PUBIO VIRGILIO: Vamos aquí al restaurante de al lado. ¿Vienes, Mercurio? El grupo termina de salir. La luz del salón se apaga. Esta vez se ilumina la habitación de Electra. Ella está frente a la computadora intentado escribir. Imprime algo. Lo lee. Arruga el papel y lo tira. Se vuelve a sentar. Borra en la computadora lo que escribió y vuelve a empezar. Al cabo de un rato se levanta y da vueltas por la habitación. Suena el teléfono. Contesta. ELECTRA: Hola, Ocípete, ¿cómo estás? Pues aquí intentando corregir mi obra para el Premio Elena Garro. ¿Tú no vas a entrarle? ¿Por qué? ¡Ah, ya veo! Siempre sí metió Narciso su obra. No debería importarte. A mí me vale, es un bodrio. Yo no sé cómo le gustó esa porquería a Crono. Sí, verdad, quién puede decir que no mientras le maman la verga. Igual el maestro ya está chocheando. Qué mal pedo. Pinche Crono, debería escoger un chichifo menos pendejo y no tan oportunista. Bueno, hasta Pubio Virgilio, con todo lo mamón que es. Pues sí, es bien buga, ni modo. Bueno, gracias por avisarme. Te dejo porque debo terminar estas correcciones para mañana. Bye. Electra cuelga, se sienta frente a la pantalla y hace como que va a escribir algo, pero se toma la cabeza con ambas manos y recarga los codos sobre el escritorio. Golpea el piso con un pie, mientras cae el
Telón
Segundo acto La luz se enciende en el cuadrante de proscenio derecha, donde está la banca de Coyoacán. Alecto y Electra discuten. ALECTO: Sabía que el teatro mexicano estaba podrido pero nunca me había tocado vivirlo tan culeramente. Narciso se les acerca. Le cuesta trabajo abrirse paso. ELECTRA: Ahí viene Narciso. Alecto se hace a un lado, sin alejarse mucho. NARCISO: (Saludando.) ¿Qué decís? Electra va a decir algo pero se contiene. ELECTRA: Este… sí, adiós. Tengo que ir para allá. Electra se va al otro lado del vestíbulo. Alecto la alcanza. Narciso va con otro grupito para que lo feliciten. ALECTO: ¿Qué fue eso, mi Santos? La luz se apaga. Se ilumina la banca de Coyoacán en proscenio derecha. ELECTRA: Después de eso ya no busqué tanto el apoyo de Crono. Se apaga la luz de esa zona. Se enciende el resto del escenario. El mismo vestíbulo del foro servirá para la escena siguiente. Esta vez en las entradas hay pedestales con cadenas en torno a la puerta del teatro, como si fuera la entrada de un antro. Pubio Virgilio y Tiresias, con gafas y en actitud de gorilones, custodian el acceso al foro. Mercurio hace las veces de recibidor, con su libro de registro en las manos. También hay un podio en el que Mercurio, cuando lo requiera, puede apoyar el libro. Formados ante la cadena están Belerofonte, Ocípete, Electra y Barbie. Belerofonte y Ocípete entregan a Mercurio, respectivamente, un juego de papeles engargolados. Luego se alejan y conversan en silencio en cualquier otro rincón del escenario. Electra muestra su trabajo. Electra está a punto de irse pero decide quedarse para escuchar lo que le dicen al siguiente en la fila. Quien sigue es Barbie, que lleva un diablito con una pila de hojas. Mercurio la deja pasar las cadenas. Electra se indigna. Ya adentro, Mercurio le da un trofeo a Barbie y una nalgadita. Electra quiere abalanzarse sobre ellos, pero no puede hacer nada ya que no puede traspasar el límite impuesto por las cadenas. Pubio Virgilio, Tiresias, Mercurio y Barbie se toman de las manos y juegan una ronda. Mientras, Electra sale de escena y entra con un nuevo juego de papeles engargolados. También se hace otra fila en la que Belerofonte y Ocípete están formados. CORO: (Girando, tomados de la mano.) Éste es el juego de rascarse el cuero. (Se dan la espalda y cada quien rasca la espalda del delantero.) Hoy es por mí. (Se dan media vuelta y vuelven a rascar al que queda adelante.) Mañana por ti. (Girando, de nuevo, tomados de la mano.) Así el arcón se queda entre nos. Los integrantes de la ronda intercambian distintivos: Mercurio le da su lista a Tiresias, Tiresias le da sus gafas a Barbie, Barbie le da su carretilla con papeles a Pubio Virgilio, Pubio Virgilio le da sus gafas a Mercurio. Pubio Virgilio se sale de las cadenas y hace fila atrás de Electra, que se ha formado al final. Belerofonte y Ocípete entregan nuevos documentos y salen. Llega otra vez el turno de Electra.
ELECTRA: Traigo mis papeles para la beca.
TIRESIAS: (Recibe el engargolado.) ¿Sabes la clave? ELECTRA: Te manda saludos mi tío Hermes de la SODOMA. TIRESIAS: ¡Ah, pues muchas gracias! Te voy a tomar en cuenta. (Hace una anotación en el trabajo de Electra.) ¡El que sigue! ELECTRA: ¡¿Eso es todo?! TIRESIAS: Pues sí, ven a recoger lo que quede de tu proyecto antes del 30 de abril. ELECTRA: ¿De plano? TIRESIAS: Bueno, hay que ver. ¡El que sigue! Electra se hace a un lado. Se queda espiando. TIRESIAS: (Abriendo los brazos hacia Pubio Virgilio.) ¡Compadre! Luego del abrazo se estrechan las manos. PUBIO VIRGILIO: (Entregando el diablito con papeles.) ¿Qué dices, cómo sigue tu chava? Sin más, Tiresias deja pasar a Pubio Virgilio. Electra se acerca furiosa. ELECTRA: Así nomás. Así de fácil. Sin revisar ese alterón. Qué tal si son puros papeles en blanco. Bueno, ni siquiera le preguntaste la clave. Pubio Virgilio le cuchichea algo a Tiresias al oído. Tiresias entrega el trofeo a Pubio Virgilio. TIRESIAS: (A Electra.) ¿Contenta? Electra da media vuelta y se va. El coro se queda y reinicia la ronda, a mitad de la cual se apagan las luces. La ronda se sigue escuchando. Cuando termina, la luz cenital sobre el altar-escritorio de Crono se enciende de nuevo. Aún no empieza la clase, pues no están todos. Belerofonte, Ocípete y Barbie van llegando apenas. Mercurio, Pubio Virgilio, Tiresias y Narciso se felicitan entre sí. Al llegar Barbie, también la felicitan. CRONO: (Enfadado.) Bueno, son las seis y cuarto, así que empecemos la clase. El murmullo cesa. Todos ponen atención. Electra lo hace con desgano. CRONO: Primero que nada, quiero felicitar al grupo, pues me he enterado de que algunos de ustedes se han ganado varios reconocimientos importantes. Me da mucho gusto. Eso demuestra que sigo forjando nuevos talentos. Y aquellos que todavía nada, ¡yo no sé qué esperan! A Electra le da un ataque de tos. CRONO: Bueno, y a ti qué te pasa. ELECTRA: (Entre toses, sin poder completar su frase.) Es… que… soy alérgic… A Electra se le pasa la tos y se queda viendo con rencor al maestro. Crono y Electra tienen una lucha de miradas. Finalmente, Electra baja la vista y se refunde en su rencor. CRONO: Bueno, ahora sí, continuemos la clase. Hoy quiero hablarles de la vida de un dramaturgo de una pasión in-men-sa. Strindberg. Ocípete le da un codazo en el costado a Electra. Crono se da cuenta. CRONO: Bueno, mejor les leo algo que escribí de un tirón. Es una nueva farsa breve que pienso agregar al Recital de los degollados… Se me han ocurrido varias más y ésta es la primera. Crono se nota nervioso, le tiembla la mano con que sostiene las hojas. La otra mano sostiene la sien, de vez en cuando golpea la mesa con su índice pero no como un gesto de afirmación, sino en busca de apoyo. Sin embargo, su voz es firme, a veces carraspea, pero nunca vacila y siempre le da una exacerbada intención al monólogo entrecomillado. CRONO: En el centro de un ágora en Colono se encuentra preparada, mas no encendida, una pira de sacrificio. Entra Edipo, ya se ha sacado lo ojos, por lo que lleva un vendaje ensangrentado que le cubre las cuencas. No obstante su pesar, mantiene una actitud altiva, que no se derrumbará ya ante nada. Un sacerdote espera al lado de la pira con una antorcha. Edipo se dirige al público: “Ciudadanos, se me juzga por haber llevado a la ruina a Tebas, por haber matado a mi padre y por haber cometido incesto con Yocasta, mi madre, procreando con ella hijos que a la vez son mis hermanos. Se me pide además que me arrepienta…” TRANSICIÓN DE TIEMPO. Crono continúa moviendo la boca y haciendo ademanes, pero ya no lo escuchamos. El mismo efecto de música y el efecto sonoro de reloj anteriores entran en lugar de la voz de Crono. No transcurre mucho tiempo cuando la música cesa y escuchamos de nuevo la lectura de Crono.
CRONO: “…Yo amé y amo profundamente a Yocasta. Y ella me amó, lo sé, profundamente. Y por respeto a ese amor no me arrepiento. ¡Que el pueblo tebano pague, porque es mezquino! ¡Que mis hijos encuentren la muerte que su avaricia merece! Ahora que la virtuosa Yocasta se ha quitado la vida, lo único que quiero es reunirme con ella. Así que, si me han de quemar en vida por mis pecados, ¡que así sea! Arderé por ellos y por mi amor.” Edipo se para firme en la pira. El sacerdote se acerca y le prende fuego. Edipo arderá inmutable mientras cae el telón.
El salón está desconcertado. Nadie sabe qué decir. CRONO: Y bien… Espero opiniones. Hay, en general, un ambiente de renuencia a opinar en el salón. CRONO: Bueno, ¿qué no piensan decir nada? ¿Tan en la pendeja los dejé?
La clase asiente, todos muestran acuerdo, excepto Electra, que se mantiene reservada.
ELECTRA: (Por lo bajo, a Ocípete.) Despedazó la tragedia y la hizo melodrama. Ocípete vuelve a dar un codazo a Electra. Crono carraspea y se afloja la bufanda. MERCURIO: De hecho, este Edipo sigue rebelándose contra los dioses, contra su destino. No se arrepiente ni de su fratricidio ni de su incesto. Es más poderoso que el de Esquilo. Todos ovacionan a Crono. Electra aplaude con desgano. CRONO: Para que vean que aún con mi enfermedad sigo escribiendo obras maravillosas. Cabroncísimas. Y soy tan cabrón que mis alumnos escriben sobre mis propias ideas y con eso se ganan premios. Lo que me recuerda… Miren, estuve pensando y les tengo un nuevo ejercicio de composición dramática. La situación es la siguiente. Apunten. Una pareja que después de haber vivido un romance y de haber sufrido una larga separación, se reencuentra. ¿Qué pasa? ¿Realmente hay un reencuentro o un desencuentro? Ustedes deciden. Este ejercicio tiene la finalidad de que ejerciten el diálogo, así como en el pasado pretendía que hicieran un monólogo. Obviamente, el ejercicio que venga después deberá tener tres personajes. Ocípete le da otro codazo a Electra. ELECTRA: ¡Bueno, ya! Los alumnos van saliendo, excepto Narciso y Electra. NARCISO: Voy con ellos, Crono. Narciso asiente y sale con los demás. A Electra le da rabia pero se contiene. ELECTRA: Crono, quiero avisarte que voy a dejar tu clase, por salud mental. Crono la observa indolente por un instante. CRONO: (Flemático.) Como quieras. Electra espera más respuesta. Crono sólo la mira altivo. CRONO: ¿Qué quieres que te diga? Crono escudriña su escritorio, se detiene en la cabecilla jíbara, la toma y se la da a Electra; ella la toma confundida. Electra sale del salón ofuscada. La luz se apaga. Se enciende en el cuadrante de la banca. Alecto y Electra continúan sentados. La luz se apaga, el resto del proscenio se ilumina. Entra efecto sonoro de barullo del metro. Electra entra por derecha y Belerofonte por izquierda. Se encuentran. ELECTRA: (Efusiva.) ¡Belerofonte! Se abrazan sinceramente. ELECTRA: Me cae que si nos ponemos de acuerdo no nos encontramos. ALECTO: ¿A poco de veras le deseabas una muerte ojete al Crono? La luz de ese cuadrante se desvanece. Nuevamente se ilumina el resto del foro, que es el vestíbulo del teatro. Allí hay gente dispersa (pueden ser los mismos alumnos pero no son reconocibles), en actitud y vestimenta de luto. Entran Electra y Alecto, vestidos tal como lo han estado en las escenas de la banca en Coyoacán. Narciso desencaja de la sobriedad del momento por su jovialidad pueril y porque viste como siempre, fodongamente. Narciso reconoce a Electra, se le acerca con una sonrisa flamante. Alecto se hace a un lado pero se mantiene al pendiente. Narciso y Electra se saludan de beso. El beso de ella se nota hipócrita. NARCISO: ¡Hola! Narciso da una palmada en el hombro a Electra y se da la media vuelta. Electra aprovecha para salir por la entrada del foro con la intención de encontrar más caras conocidas. Narciso recapacita en su furia y busca a Electra pero ya no la ve. Sale también por el foro. Al poco rato entra Electra. Alecto se le acerca, la toma del brazo caballerosamente y salen de escena. Narciso entra de nuevo, pero ya no encuentra a Electra. La luz del foro se apaga y se enciende el cuadrante de la banca de Coyoacán. Allí están Electra y Alecto sentados. Esta vez, en lo que hablan, la luz tipo ocaso que los alumbra va apagándose. ALECTO: ¡Felicidades! Hasta que te sacaste la espina. Alecto saca el diario y se lo da a Electra. Ella lo revisa. Encuentra algo. ELECTRA: Mira esto que escribió Hades. (Leyendo.) “El rito de la lagartija, por cierto, marca a mi juicio el final del mejor Crono, quien siguió teniendo grandes éxitos comerciales: Los cariños delictivos de las sanguijuelas Modales, Doña Lúgubre; rotundos fracasos: El caimán ermitaño del sepulcro barroco, uno de los montajes más ociosos de Baco, y desplantes tan vigorosos como Los pollos atroces; pero el grueso de las obras escritas en los años ochenta y noventa repiten la fórmula original sin la calidad formal de sus ingredientes, descuidando incluso el elemento que convirtió al dramaturgo veracruzano en maestro de maestros: la composición dramática.” Alecto y Electra se levantan y salen por izquierda. Se apaga la luz. El escenario se ilumina con una luz azul, previa al amanecer. No hay nada en el escenario. Electra entra por izquierda y camina justo al centro. Lleva en una mano un incensario y cerillos. En la otra mano lleva la cabeza jíbara de Crono. Todo lo coloca en el suelo. Se hinca en posición tres cuartos cerrada. Enciende el incienso y una vez que éste produce suficiente humo, señala cuatro puntos en el aire, arriba, abajo, derecha e izquierda. Queda con el incensario en lo alto. ELECTRA: ¡Madre Tierra, te pido humildemente que guardes los restos de mi maestro y los renueves para la vida! Deja el incensario en el suelo. Extiende los brazos a ambos lados. ELECTRA: ¡Mictlantecutli, permíteme hablarle al espíritu de Crono, muerto en la tarde de ayer! Electra toma la cabecilla y la alza, ofreciéndola. ELECTRA: Ofrendo esta cabeza jíbara para liberar a Crono por un momento del Mictlán. Arroja la cabecilla en el mismo incensario y se enciende la llama. Entra una luz cenital que puede identificarse como la luz que siempre caía sobre Crono. ELECTRA: Quiero que sepas que te perdono por haber apoyado a un imbécil como Narciso. Lo entiendo porque te halagaba que un joven se interesara sexualmente en ti, que ya eras un carcamán cuando lo conociste. Te perdono también el dejarme de apoyar a mí. Y por último, te perdono por autodeslumbrarte con tu ego, ya que por ciego, por creerte el mesías de la dramaturgia, jodiste el ya de por sí puteado teatro mexicano. La sombra de la silueta de Crono se dibuja en la luz cenital. Comienza a crecer. Se nota amenazante. ELECTRA: (Impávida.) ¡Híjole, qué coraje te ha de estar dando oír todo esto y no poder contestarme! La imagen de Crono se hace visible bajo la luz cenital. Su imponencia resalta su ira. ELECTRA: Ya, no te enojes. Además, no puedes atravesar “el manto”, así que ya ni le hagas al cuento. Crono retrocede. Se vuelve de nuevo sombra. La silueta cobra proporciones normales. ELECTRA: Por otro lado, quiero agradecerte infinitamente que me hayas abierto los ojos a la composición dramática. Es un arte que realmente me llena. Ya con eso estamos a mano. Electra extiende sus brazos afectivamente. La luz del amanecer, que en ese momento aparece, hace crecer la sombra de Electra, de tal suerte que parece abrazar a la de Crono. Electra baja los brazos y retrocede. ELECTRA: ¡Hasta la muerte, maestro! ¡Y que un coro de ángeles gays velen tu sueño eterno! La luz del amanecer se hace cada vez más intensa. A la vez, la luz cenital se desvanece, por lo que la sombra de Crono desaparece. Electra da la vuelta y sale mientras cae el
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