Category: No. 0218

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    0218_Colaboradores

    Colaboradores / No. 218

    CONCURSO 50 DE PUNTO DE PARTIDA
    Tecera entrega

    CRÓNICA

    Óscar Badillo (Otongo, 1990). Egresado de la maestría en Letras y estudiante de Geografía en la FFyL UNAM. Colabora en el área de Educación Continua del Centro de Investigaciones sobre América del Norte.
    David Barajas Pineda (Zacapu, 1996). Egresado de la licenciatura en Humanidades de la UdeG. Ha sido conductor y locutor de Error 401 y Obsolescencia Programada de Radio UdeG. En 2017 realizó estancias en la BUAP y en la Universidad de Almería.
    TRADUCCIÓN LITERARIA

    Alejandra Retana Betancourt (Monterrey, 1994). Escribe narrativa y poesía. Estudia Lengua y Literaturas Hispánicas en la FFyL UNAM. Fue beneficiaria del FONCA en Novela y es becaria de la Fundación Antonio Gala.
    Ángel Emmanuel Gómez Sánchez Guadalajara, 1994). Estudiante de Lengua Francesa en la Universidad Veracruzana. Estudió Filosofía en la Universidad de Guanajuato. Ha publicado en Fuimos Peces.

    9° CONCURSO DE CRÍTICA CINEMATOGRÁFICA
    ALFONSO REYES “FÓSFORO”


    Natalia Durand (Ciudad de México, 1995). Estudia Ciencias de la Comunicación y Filosofía en la UNAM. Ha publicado en Reflexiones Marginales, Punto de partida y Correspondencias.
    Layla Al-Azzam Amezcua (Ciudad de México, 1993). Licenciada en Artes del Espectáculo por la Universidad de Estrasburgo y maestra en Filosofía y Crítica de las Artes y de la Cultura por la Universidad París VIII, donde cursa el doctorado en Filosofía. Trabaja como traductora curatorial.

    COLABORADORES


    Alan Valdez (Chihuahua, 1992). Licenciado en Letras Españolas por la Universidad Autónoma de Chihuahua. En 2014 Asistió al 6° Curso de Creación Literaria para Jóvenes de la Fundación para las Letras Mexicanas y la UV. Ha colaborado en Tierra Adentro, Punto en Línea y El Sur de Guerrero.
    Santiago Robles (Ciudad de México, 1984). Artista visual. En 2014 ganó el Premio Único en la categoría de Libro de Artista en la Primera Bienal Universitaria de Arte y Diseño de la UNAM. Ha sido becario del FONCA y su trabajo artístico es promovido por Saisho Art con base en Madrid, España. Instagram: santiagorb | Red: santiagorobles.info

    Cynthia Franco (Tijuana, 1988). Licenciada en Comunicación por la UABC. Subdirectora, coordinadora de talleres y gestora cultural en el Centro Transdisciplinario Poesía y Trayecto. Dirige el programa Voces Combativas. Coordinadora del proyecto Caléndulas Canela.
    Mario Alberto Santoyo (León, 2002). Estudiante del CCH Vallejo. Ha publicado en Nocturnario, Prosopopeya, Errr Magazine y Palabrerías. Becario del Seminario en Creación Literaria de Poesía Efraín Huerta del Fondo para las Letras Guanajuatenses en 2019.

    Adán Machuca García (Guadalajara, 1990). Pasante de Historia en la Universidad de Guadalajara. Ha publicado en Vínculos. Sociología, análisis y opinión, Ágora y Nudo Gordiano.
    Erika Arias Franco (Ciudad de México, 1985). Licenciada en Ciencias de la Comunicación por la UNAM. Maestra en Antropología Social por la ENAH. Cursó el diplomdo de Fotografía Contemporánea en la Academia de San Carlos. Instagram: erika.arias.franco | Facebook: Imagen Acústica

    Alonso Varela Greenawalt (Boston, 1996). Estudiante de licenciatura en la Facultad de Arquitectura de la UNAM. Actualmente cursa un intercambio académico en el Politécnico de Turín. Es socio fundador de Colectivo Seis, despacho de jóvenes arquitectos en la Ciudad de México.
    Ana Emilia Felder (Ciudad de México, 1986). Estudió Literatura Comparada en la UAB, el Programa de Estudios Independientes del MACBA y Periodismo en la FCPyS UNAM. Candidata a Ph. D. en Estudios Hispánicos y Escritura Creativa en la Universidad de Houston. Premio Nacional de Periodismo 2015 en Crónica. Autora de Aunque la casa se derrumbe (2017). Twitter: @felkeriana

    Mauricio Patrón Rivera (Ciudad de México, 1984). Estudiante del Ph. D. en Escritura Creativa en la Universidad de Houston. Ha publicado en Defunkt Magazine, así como en las antologías Días de campo. ¿Quién nos necesita? (2018) y Domestic Orbits (2019).
    Kennia Cervantes (Xalapa, 1992). Estudiante de la licenciatura en Antropología Lingüística en la UV. Becaria del PECDA Veracruz. Primer lugar del Premio Nacional al Estudiante Universitario Carlos Fuentes 2018 en Ensayo. Tercer lugar en Cuento del IV Certamen Interuniversitario de Literatura (2019) de la ULA, Aguascalientes.

    Angélica Barrera (Chilapa, 1989). Estudió Lingüística y Literatura Hispánica en la BUAP. Ha publicado en Efecto Antabús, Círculo de Poesía y El periódico de las señoras. Fue becaria del Festival Interfaz en 2018. Ganó el Premio Filosofía y Letras de la BUAP 2018, el Premio Sor Juana Inés de la Cruz 2019 y el Premio Alaide Foppa 2019.
    UNPEZ (Angélica Casillas Baeza) (Ciudad de México, 1994). Estudiante de la licenciatura en Artes Plásticas en la UAEMX. Egresada de la carrera técnica en Diseño Gráfico en el CETIS 165. Tiene una exposición individual, /VR/VD (2017), y ha participado en diversas exposiciones colectivas como Una línea ya es paisaje (2019). Instagram: unpezunpez

    13Death (Ciudad de México, 1993). Artista visual. Ha participado en cinco exposiciones colectivas, en actividades independientes como Fanzinorama, TACO, centros culturales y talleres, así como en la gestión de actividades académicas como SUICREA UNAM y apoyo docente en la FAD UNAM. Instagram: 13death_
    Astlan (Alberto Daniel Vargas Álvarez) (Ciudad de México, 1986). Diseñador gráfico, ilustrador, muralista y tatuador. En 2012 participó en el Festival Juvenil que se llevó a cabo en Blois, Francia. En 2018, como encomienda para la cervecería Indio, intervino dos muros junto con otros artistas. Instagram: @filogonionaxin | Facebook: Astlan Daniel

    TINTA SUELTA

    ·/\/·/\·\/·/\ (Ciudad de México, 1986). Licenciado en Artes Plásticas. Maestrando en Estudios Latinoamericanos. Dibujante, guionista, impresor e historietólogo. Editor de TACO DE OJO. Becario del TJ Watson Fellowship. Director del diplomado de Novela Gráfica FAD-San Carlos. Desarrolló el proyecto Biblioteca Digital de la Historieta Mexicana. Docente en la Casa de Francia, CUC, ESB MACC y SAYSI. Fue beneficiario del programa Fomento a Coinversiones y Proyectos Culturales del FONCA. Instagram: latinotoons | Red: latinotoonscomix.com


    POSTAL
    A CONTRALUZ


    DEMS (Diego Eduardo Morales Sánchez) (Ciudad de México, 1994). Diseñador gráfico por la FES Acatlán de la UNAM. Ha realizado trabajos de pintura y fotografía para José José, los herederos de Jorge Negrete y el Museo del Cine Mexicano. Recientemente participó en la exposición Sinfonía del arte en la Galería SOPHART. Instagram: dems_zz | Behance: demssmed
    Alejandra Castro (Ciudad de México, 1984). Egresada del Colegio de Literatura Dramática y Teatro de la FFyL UNAM. Es autora de Brava y navaja (2018). Ha publicado en Tierra Adentro, Este País, Moira, Pliego 16, Verso destierro y Tinta Seca. Fue becaria de la Fundación para las Letras Mexicanas.

     

  • 0218_Concurso 50 – Los estrechos caminos – David Barajas Pineda

    Concurso 50 / No. 218
    Los estrechos caminos
    Crónica: Segundo premio

    1.

    Mediante señales un hombre joven les indica que se detengan y se orillen en la carretera. Ésta es la quinta vez que los paran, pero ahora se trata de las autodefensas. La camioneta va a vuelta de rueda, por la ventana se puede observar cómo se extiende sobre el camino una hilera de llantas deterioradas y cortadas en tiras para formar así topes; en los costados de la vía, y con cierto esfuerzo imaginativo, se distinguen algunas estructuras que funcionan como casas de campaña.

    Mientras siguen las indicaciones, un grupo de muchachos con los rostros tapados con paliacates blancos se acerca y apunta con sus cuernos de chivo a la camioneta. Quieren evitar cualquier escape de posibles sospechosos.

    La corpulencia de uno de los maestros se impone por escasos segundos ante los jóvenes, quienes trastabillan un poco al dirigirse a la camioneta con sus grandes armas; no obstante, a tráves de un diálogo de miradas y señas retoman su autoridad en el sitio y continúan con su cometido. Desde hace tiempo se les ha sustraído la condolencia, pues parece que perciben inmediatamente —como si fuera un instinto— la tenuidad y el desasosiego en la mirada de los docentes. Su adiestramiento ha sido eficaz.

    Después de un extenso interrogatorio los dejan ir. Son profesores, se dirigen a una comunidad situada en la sierra, dicen entre ellos. Mientras avanzan, un hombre que está sentado en una silla les grita:

    —¡Tengan cuidado con los pinches narcos, son unos cabrones y se los pueden chingar!

    Aceleran y después de unos minutos se puede ver un letrero: Bienvenidos a Coalcomán “Tierra de Bellas Mujeres y Hombres Ilustres”. El ambiente es hostil y el calor abrumador, así que la felicidad de estar cerca del destino les dura poco. Falta subir la sierra: dos horas de camino los aguardan.

    Barranca Seca es un ejido que alberga aproximadamente 250 personas. La mayoría no tiene los estudios básicos, y otros más son analfabetas. No existe un camino trazado para llegar a la comunidad, ha sido la misma gente quien ha intentado crear uno. Tarea fallida, pues en épocas de lluvia todo se encharca y el lodo hace imposible transitar. El camino es angosto y peligroso, un mal control de la camioneta podría costar la vida a los maestros. En cada curva se puede observar un despeñadero. De manera que el viaje, además de ser cansado, se vuelve difícil. El colguije de una rana que está en el retrovisor se mueve de un lado a otro, confirmando lo estropeado del camino.

    Finalmente han llegado. A diferencia de Coalcomán, Barranca Seca —la comunidad ejidal— tiene un clima fresco y en las noches frío. Es verano, pero la lluvia no ha tocado aún el suelo de esta gente.

    Mientras avanzan rumbo a la cabaña que tendrán asignada como su hogar, un grupo de niños y jóvenes corre al lado del vehículo: risas, saludos y emoción alegran a los profesores. Ellos saludan y devuelven la sonrisa. Las muestras de afecto no son en vano: el último profesor que tuvieron los jóvenes fue hace cinco meses, sólo se presentó tres días a clases y después fue enterrado en el recuerdo.

    Cuando se le pregunta a la gente del lugar cómo llegó a establecerse en esta parte lejana y de difícil acceso, algunos —la mayoría— responden que no saben, que desde que tienen memoria aquí les tocó vivir; otros responden que se debe al aserradero:

    —Acá hay chamba, y pese a todo no nos complicamos la vida como en una ciudad.

    Sin embargo, una hipótesis sugiere que más allá de tratarse de una mera casualidad su origen tiene que ver con la causalidad. Desde la Colonia hasta la Independencia, la región de Coalcomán fue un centro acerero importante debido a la minería. Barranca Seca es maderera e igual que otras comunidades aledañas, como San José de la Montaña y Varaloso, fue un sitio establecido de explotación de madera para alimentar las minas, que con el tiempo pasó a ser explotado por ricos talamontes e incluso por extranjeros. Posteriormente, con Cárdenas, estas comunidades se convirtieron en ejidos cuya explotación de madera es ahora para beneficio de la comunidad.

    2.

    Del otro lado de la comunidad, a espaldas de la escuela secundaria, hay un camino que lleva a un vasto territorio de pinos. Si se camina hacia mano derecha se llegará al aserradero después de unos minutos, y si se sigue más allá el caminante entrará en trance frente a un bosque de belleza única.

    Un venado deambula entre las hierbas. Da pasos saltando un poco y de vez en cuando se para a beber agua del pequeño arroyo que divide el camino. Suena un disparo y el venado cae en seco. Sus ojos no se cierran, y su mirada queda perdida entre los pinos y un par de botas que se acercan a él caminando.

    Al día siguiente, los maestros son invitados a desayunar a una de las casas de la comunidad. El señor Bernal les ha mandado el recado de que los espera temprano, pues la carne de venado se oscurece y sabe mejor si se come fresca.

    En la casa de don Bernal se desayuna a las ocho de la mañana. Su hogar está hecho de madera que él mismo taló; el espacio es modesto y acogedor. La señora Lupita les da la bienvenida, y como una persona que está a punto de demostrar sus habilidades, acerca platos con carne de venado, salsa de molcajete, tortillas hechas a mano y un plato de flor de quiote guisado con jitomate, cebolla y chile verde. El quiote sabe raro y su textura parece bagazo de caña. En tiempos difíciles es una opción alimentaria. Se toma del maguey y se corta. No se da cerca de la comunidad, pero el hambre es intensa y en ocasiones se toman medidas necesarias para tener el bocado del día.

    —Qué bien nos cayó este venadito. De no haber sido porque ayer salí del aserradero y lo vi, hoy nos habría tocado comer frijoles y quiote —dice don Bernal con una sonrisa en el rostro mientras espera la respuesta de los invitados.

    Dentro de unas horas Barranca Seca tendrá fiesta, pero antes se juegan partidos de voleibol. Jóvenes, hombres que vienen del aserradero y amas de casa se organizan para los juegos. Tienen una condición física excelente.

    La mayoría son delgados y de complexión atlética. Los profesores se integran al juego. Se crea una atmósfera bélica en la cancha: se juega a todo. El balón es golpeado y gira por los aires. La técnica es imprescindible: dos toques y el remate, mientras más duro mejor. Todos juegan con gran habilidad. Corren, reciben y golpean el balón. Hay risas y burlas ante quienes “la riegan”. Se juegan dos sets de 21 puntos cada uno, en caso de empatar se juega un tercero de 15 puntos. Es el último juego y el remate decisivo de una muchacha lo concluye. Todos gritan, están sudados, se dan la mano. Algunos se quedan platicando mientras beben cerveza, otros se despiden, hay que arreglarse para la fiesta y el baile de esta noche.

    A lo lejos un joven se acerca con paso apresurado ha-cia la tienda que está enfrente de la cancha. Las miradas inquisidoras de los presentes le devoran el cuerpo, y mediante un brusco movimiento un hombre armado lo aborda antes de su llegada al destino. El imberbe queda estupefacto ante la imponente arma. Un maestro levanta la mano y con pantomima explica que es su familiar. El hombre sonríe, le da una palmada al muchacho en la espalda: ya no le es ajeno, puede bajar la guardia.

    3.

    La fiesta tiene su significado. José Arturo Fernández García es estudiante del Tecnológico de Colima. Hace unos días fue su graduación, es el primero de su familia y de la comunidad en obtener un título universitario. La familia está orgullosa y lo celebra con una fiesta en grande.

    Enfrente de la cabaña de los maestros se ve caminar a tres muchachos, entre sus manos llevan unas Uzis, sonríen y saludan mientras caminan rápidamente. A pesar de ser altos y fornidos, sus rostros delatan inocencia y ternura. Antes eran estudiantes del telebachillerato, pero desde hace cinco meses el director renunció debido a que “sólo había 23 alumnos en la institución”. Desde entonces el lugar permanece cerrado, todo el material audiovisual fue robado.

    Orientados por los maestros de la telesecundaria, alumnos y padres de familia, en un intento por solucionar el problema, gestionaron ante la Dirección de Telebachillerato la reapertura del recinto mediante la asignación de otros docentes. La respuesta ante la demanda fue negativa: “se prescinde que los alumnos acudan a la cabecera municipal, debido a que la estadística aclara que faltan siete alumnos y por normativa son necesarios para la reapertura de la institución”, se lee en las últimas líneas del oficio.

    Hasta ahora no han enviado más maestros, ya nadie ha protestado. No son indiferentes ante la situación, pero ya no hacen mucho.

    Poco a poco comienzan a llegar camionetas del año, son pick-ups en su mayoría. El convite tiene lugar en la cancha de baloncesto, porque en Barranca Seca no hay plaza cívica, como tampoco hay edil. El último encargado del orden fue don Pancho, asesinado hace poco por jugarles chueco a los narcos.

    En cuestión de minutos el lugar está repleto de gente. La música estalla mientras se sirve pozole en los platos desechables. La cerveza se vende: 18 pesos la ampolleta.

    En la parte de arriba de una pequeña colina, hay un grupo de hombres armados. La mayoría son jóvenes y miembros de la comunidad. Observan y se encargan de la tranquilidad del lugar. Si llega la Marina o las autodefensas, están ordenados a disparar.

    Hasta hace ocho años, la comunidad no contaba con servicio de alumbrado público. Hoy las luces son imprescindibles. El baile continúa, la familia del joven festejado saluda y brinda con los amigos. De pronto cortan la música, un individuo sale de entre la gente con un micrófono, se disculpa por el silencio, pero anuncia que lo que viene será mejor. Inesperadamente sube al escenario improvisado un hombre joven, alto y delgado, cuya palidez contrasta con la camisa de cuadros que trae. Viste de mezclilla y botas, es apodado El Aguilillo y desde hace años es cantante de narcocorridos. El individuo del micrófono lo presenta como si estuviera anunciando a un luchador en el cuadrilátero. La gente comienza a gritar y aplaudir. Se escuchan peticiones de canciones, las muchachas le mandan besos y El Aguilillo responde con más besos y rosas que avienta hacia el público extasiado.

    Arriba los caballeros, los Caballeros Templarios, esto no es como una gripa, Calderón se ha equivocado, si nos tumban cinco o quince hay cincuenta preparados —entona con una sonrisa El Aguilillo y genera euforia entre la gente. El boato distorsiona un poco al cantante, pero se distingue el coreo de la letra por parte del público.

    Dos jóvenes se acercan a una de las mesas en donde está una muchacha de tez morena, cabello ondulado y ojos estremecedores, y —con ademanes de extrema reverencia— saludan mientras ponen sobre la mesa una botella de coñac, hielos y refrescos.

    —Cortesía de la casa —dicen, y se retiran.

    Al poco rato la joven se encuentra platicando con uno de los líderes de los gatilleros; en cuestión de minutos ambos desaparecen sin ser advertidos por los demás.

    Después de la medianoche se escuchan balazos. Pero “no es para alarmarse, sólo se les ha subido el alcohol a los gatilleros y están jugando”, dice la gente mientras vuelve al baile.

    La noche consume a Barranca Seca, poco a poco el pueblo comienza a retirarse. El Aguilillo se despide, baja del escenario y su grupo de escoltas lo cubre.

    Son las cuatro de la mañana y el lugar ha quedado casi vacío. Latas de cerveza, botellas de charanda y mezcal estrelladas en el piso, así como una cantidad escandalosa de platos y vasos desechables, inundan el suelo. Los narcotraficantes continúan bebiendo alcohol. Han relajado la defensa, ya es muy tarde.

    4.

    Por la mañana uno de los alumnos de la escuela secundaria toca la puerta de la cabaña de los maestros insistentemente. En cuanto abren les da la noticia: su padre les manda decir que deben esconder la camioneta en la que llegaron, pues se ha corrido el rumor de que “los pesados” vienen por la sierra. Si ven la camioneta se las van a quitar. Los maestros emprenden la huida, manejan ha-cia una parte alejada de la comunidad y ocultan el vehículo. Lo estacionan atrás de una casa vieja y lo cubren con mantas y hierba.

    A diferencia de ayer, por las calles no pasa nadie, se respira un ambiente tenso, es domingo, pero no un domingo familiar. Se teme que haya un tiroteo. Barranca Seca es zona estratégica tanto para los narcotraficantes como para las autodefensas y los soldados e incluso para la Marina. Si se maneja unas cuantas horas por la sierra se puede llegar a la costa michoacana, a Aquila y Lázaro Cárdenas, sin necesidad de pasar por Coalcomán ni Apatzingán ni los demás municipios pertenecientes a la Tierra Caliente michoacana.

    Desde sus casas la comunidad observa varias camionetas que van llegando. Nadie las reconoce, pues no son de aquí.

    —No son de los nuestros —dicen con temor.

    Los hombres bajan y compran cervezas en la tienda, otros más recorren el lugar a manera de patrullaje con sus armas. Están en espera de algo.

    La zozobra ha tomado como rehén a esta comunidad que crece a la par que los árboles, a esta gente que ha comprendido la fertilidad del tiempo, pero que ha sido víctima ya de ese mal endémico, de esa sinrazón de nuestro tiempo.

    Mañana comienzan las clases, los muchachos cuentan con alguna libreta usada del año pasado y un lápiz o un lapicero. Se espera que estos hombres se vayan pronto; de lo contario, los profesores tomarán la decisión de suspender el primer día de regreso a clases. Nadie sabe qué pasará.

  • 0218_Concurso 50 – Migritud – Alejandra Retana Betancourt

    Concurso 50 / No. 218
    Migritud (fragmento), de Shailja Patel
    Traducción Literaria: Primer premio

    Parte 1: Nairobi, Kenia
    1972-1989
    Raat thodi ne vesh jaja.
    La noche es corta y nuestros vestidos cambian.

    Proverbio guyaratí

    1. ADI AMIN

    En 1972, Idi Amin, dictador militar de Uganda, expulsó del país a toda la población asiática.

    Nací y crecí en Kenia. El país que colinda con Uganda.

    Tercera generación de africanos orientales asiáticos.

    Raat thodi ne vesh jaja, el proverbio con el que crecí. La noche es corta y nuestros vestidos cambian.

    Significado: no eches raíces. No te pongas tan cómodo. Para el amanecer, puede que estemos en marcha, obligados a reinventarnos para sobrevivir. Invierte sólo en lo que podamos llevar con nosotros. Pasaportes. Educación. Joyas.

    En tiempos antiguos, dice mi madre, no había bancos, así que se invertía en joyas. Los ahorros de las familias eran los ornamentos de oro, los costosos saris de las mujeres. Era lo más seguro y, mira, las mantuvo a salvo. Las mujeres eran respetadas, porque vestían y resguardaban la riqueza familiar.

    Crecí con historias sobre los últimos trenes que salían de Uganda. Cargados de asiáticos traumatizados quienes habían sido despojados de todo lo que poseían. Los mayores susurraban: Les quitaron a las mujeres incluso los anillos de boda, los aretes. Rebuscaron en sus cabellos.

    Imagen que obsesionó mi infancia: un hombre en la plataforma ferroviaria de Nairobi sujetando a su hijo pequeño y llorando. Gritó, con la boca muy abierta. Los soldados habían subido al tren a las afueras de Kampala, habían arrastrado a su mujer mientras él miraba. Demasiado aterrorizado por tener al niño en su regazo como para resistir. El vagón se llenó de gente muda, paralizada. Lloró porque ya no quedaba nada por lo que contener las lágrimas. Sin dignidad. Sin hombría. Sin esperanza.

    Sus joyas no la protegieron.

    Documentos secretos, desclasificados en 2001, muestran que Reino Unido, Israel y Estados Unidos instigaron y respaldaron el golpe militar de Idi Amin, el cual derrocó al gobierno democráticamente electo de Uganda. Lo que siguió fueron ocho años de terror que devastaron al país y dejaron cientos de miles de muertos. Los documentos del Ministerio Británico de Relaciones Exteriores describen a Idi Amin como un hombre con el que podemos hacer negocios.

    2. LAS JOYAS
    [La voz de Madre]

    En el 72, cuando Amin sacó a los asiáticos de Uganda, cuando Shailja aún caminaba pa-pa-pugli, Naree y yo viajamos en invierno a Inglaterra con todas las joyas valiosas de mi ajuar para ponerlas a salvo en Midland Bank para las hijas.

    Llevamos a través de aduana y migración las joyas escondidas en nuestros abrigos. Gracias a dios no nos detuvieron en ningún aeropuerto. En el aeropuerto de Nairobi, simplemente nos las habrían quitado. En Heathrow, nos habrían hecho pagar impuestos.

    Hacía tanto frío, no podrías imaginártelo. Fuimos a todos lados en autobús y metro, llevando con nosotros las joyas. Su padre puso algunas en su bolsillo interior. Yo guardé el resto en mi bolsa y la ponía enfrente de mí, así, para que nadie me la arrebatara.

    No descansamos ni un segundo hasta que estuvimos en la bóveda del banco. Colocamos la joyería en la caja fuerte, y enlisté todo. Revisé la lista dos veces. Pusimos la llave, la que ellos resguardan ahí, en un sobre, lo sellaron y nos hicieron firmar encima del sello, a ambos, para que nadie más pudiera abrirlo. Entonces sentimos que nos habían quitado un peso de encima y que podíamos respirar. Estábamos muy aliviados. Su padre dijo:

    Aaaah. Vayamos a tomar una taza de té caliente.

    Fuimos a un restaurante. Naree y yo y mi hermano Vinod, y tomamos el té. Nos lo sirvieron frío. Ya sabes, los ingleses le ponen leche fría a su té. Pero por esta ocasión no nos importó. No puedes imaginarte cuán asustados nos sentimos cuando llegaron los trenes de Uganda con los asiáticos llorando, rogando por leche para sus hijos. Fueron expulsados literalmente sin nada.

    De camino a casa, mientras esperábamos en la plataforma del ferrocarril, comencé a llorar. Mis joyas se habían ido. Jamás las volvería a usar. Incluso las piezas más pequeñas, las que me encantaba ponerles a ustedes, niños; todos decían qué bonitos se ven. Todas bajo llave en esa oscura bóveda.

    Anoté los detalles de cada juego. Juego de oro pesado: collar, aretes, cuatro brazaletes, anillo con una inserción de diamantes. Juego verde: collar, aretes, pulsera, nathni. En guyaratí, para que las dhorias y karias no pudieran leerlo. Escribí la lista dos veces. Puse una en la caja fuerte y la otra la guardé yo. Llevaba la lista en mi bolso conmigo a todos los sitios a los que fui en Reino Unido, nunca solté mi bolso ni por un segundo. Procuré enseñarles esto a mis hijas: nunca pierdas tu bolso de vista.

    [La voz de Shailja, exasperada]: Mamá, no seas tan paranoica. ¡Estamos en una casa! Nadie te va a robar tu bolso.

    ¡Ja! Qué saben ellos. La gente puede ser ruin y malvada. Mis hijas nunca han conocido la verdadera adversidad; creen que todo puede reemplazarse. No saben cómo cuidar las cosas.

    Cada vez que viajé a Reino Unido —era mi destino hacer siempre viajes en invierno, aunque odiara viajar en esa temporada— fui a revisar la caja de seguridad. En el 77, cuando mi padre estaba enfermo en Londres, me llevé a las tres hijas conmigo. ¿Te imaginas hacer un viaje de Kenia a Inglaterra con tres niñas? Shruti tenía nueve. Se quedó en casa de mis padres en Londres con Sneha, quien apenas tenía tres. Shailja me acompañó a todos lados. Cada vez que acudí al banco, saqué mi lista de mi bolso y revisé cada pieza. Incluso si es un banco, debes estar al pendiente. Y añadí nuevas: las joyas de mi madre que recibí cuando murió.

    Cuando enviamos a Shruti a Reino Unido, le dije:

    Primero y antes que nada, asegúrate de que tu tío haya pagado la cuota anual de la caja fuerte.

    3. LECCIÓN DE HISTORIA

    Menos de 20 años antes de que yo naciera, había un gulag en mi país. No lo supe hasta 2006.

    Ésta es la historia que aprendí en la escuela (de tercer a quinto grado, Escuela Primaria Hospital Hill, Nairobi):

    El primer hombre y la primera mujer fueron Gikuyu y Mumbi. Procrearon a los nueve clanes de Kikuyu. El Mugwe fue el líder que abrió las aguas, mucho antes que Moisés, y guió a su gente hacia la libertad. Koitalel arap Samoei predijo la llegada del hombre blanco y el ferrocarril (una larga serpiente escupiendo fuego). Dirigió a la gente Nandi en contra de los primeros invasores británicos. Waiyaki wa Hinga, el más importante de los jefes, acudió desarmado a una reunión supuestamente amistosa con el oficial británico Purkiss… ¡Lo asesinaron!

    Garabateábamos “Purkiss-Cara de puerco” en los márgenes de nuestros libros de texto. Nos encendíamos con la honesta indignación de los nueve años.

    Cantábamos sobre el levantamiento de Maji Maji en Tanzania al ritmo de “Rivers of Babylon” de Boney M.:

    Por los ríos de Rufiji
    hasta la meseta de Mahenge.
    Hey hey ¡ganaremos
    cuando echemos a los alemanes!
    ¡Maji Maji!
    ¡Esparce maíz, mijo y agua!
    ¡Protégenos de las armas alemanas!
    ¡Estamos luchando por la independencia
    de nuestras hijas e hijos!
    ¡Maji Maji!

    Maji Maji. Allí los africanos fueron a la batalla contra el ejército alemán armados con lanzas, arcos y flechas. Creían que un mágico brebaje de maíz, mijo y agua los protegería de las balas. Fueron masacrados.

    Cantábamos sobre Shaka el rey Zulu al ritmo de “My Favorite Things”:

    Shaka el Zulu, fue un gran líder
    Luchó con sus impis con escudos de dos metros
    Puñales cortos usaban sus hombres para pelear
    Así fue que su ejército ganó todas sus fuerzas

    Ésta es la historia que no aprendimos:

    De 1952 a 1960, la gente de Kenia montó una feroz lucha de guerrillas, el levantamiento Mau Mau, para reclamar sus tierras y libertad a los británicos. Éstos encarcelaron, torturaron y asesinaron a aproximadamente 25 000 kenianos. Hombres, mujeres y niños. Más de un millón de kenianos fueron retenidos por más de ocho años en campos de concentración: aldeas rodeadas de alambre de púas donde el trabajo forzado, la hambruna y la muerte eran rutina.

    Ésta es la historia que leímos en la escuela:

    El discurso del presidente Jomo Kenyatta, diez meses después de la independencia de Kenia:

    Que éste sea el día en el cual todos nos comprometimos a borrar de nuestras mentes todos los odios y dificultades de estos años que ahora pertenecen a la historia. Acordemos que no hablaremos del pasado. En cambio, unámonos, en todas nuestras acciones y declaraciones, preocupados por la reconstrucción de nuestro país y la vitalidad del futuro de Kenia.

    Ésta es la historia que no leímos:

    Testimonios orales de mujeres que sobrevivieron a los campos:

    Los oficiales blancos no tenían vergüenza. Violaban mujeres a la vista de todos. Las colgaban del cabello. Las metían en sacos, las empapaban de queroseno y les prendían fuego.

    Nos quemaban con colillas de cigarros. Nos obligaban a caminar sobre las brasas. Echaban pimienta de cayena y agua en nuestras vaginas. Gasolina y agua en nuestras vaginas. Nos introducían a la fuerza una botella empujándola con sus botas.

    Te forzaban a trabajar incluso si tus hijos estaban enfermos. Si tenías un niño enfermo, lo amarrabas a tu espalda mientras trabajabas. Los guardias te golpeaban si parabas para atenderlo. Al final, tomabas a tu hijo para revisarlo y descubrías que estaba muerto. Empezabas a gritar de conmoción y angustia. Los guardias entonces ordenaban a las demás ir y ayudarte a enterrarlo.

    Cada mañana cuando las barracas se abrían, los guardias preguntaban:

    ¿Cuántos niños han muerto?

    Los ataban en paquetes de seis bebés. A cada una de nosotras nos ordenaban tomar un paquete y enterrarlo junto al resto de los cuerpos en las tumbas.

    En abril de 1956, el Sunday Post realizó una entrevista a Katherine Warren-Gash, la oficial a cargo del campo de mujeres Kamiti. Dijo:

    ¡La confesión y la “rehabilitación” de mujeres en el campo ha probado ser mejor que un curso de tratamiento de belleza! Las mujeres llegan siendo hoscas, amargadas, desagradables, simplemente feas. Pero después de la confesión y la rehabilitación, muchas de ellas se vuelven de verdad bonitas.

    Aprendimos en la escuela que habíamos logrado la independencia de manera pacífica.

    Sin derramamiento de sangre.

    ¡Éramos el modelo que el resto de África debía admirar! Una nación feliz y multirracial donde blancos, asiáticos y africanos vivían en armonía.

    En la guerra de independencia de Kenia, murieron menos de 100 blancos y más de 25 000 africanos. La mitad de los africanos que murieron eran niños menores de diez años.

    60 000 pobladores blancos vivían en Kenia al momento de la independencia en 1963. Al nuevo gobierno keniano se le obligó a endeudarse por 12.5 millones de libras con su antiguo amo colonial, el gobierno británico. Para comprar de vuelta las tierras robadas de los colonos que desearan marcharse.

  • 0218_Carrusel – Entre voces – Pintar la raya

    0218_Carrusel – Entre voces – Pintar la raya

    Carrusel / Entre voces / No. 218

    Pintar la raya

    El arte de un territorio se nutre de las historias, formas de vida e inquietudes de quienes lo habitan. En las fronteras entre culturas, países y formas de vivir, se pueden encontrar propuestas que reflexionan y luchan por una identidad cuya existencia desafía la idea de los muros como divisiones absolutas. Un ejemplo es Puro Borde, una plataforma artística fundada por creadores que viven en Ciudad Juárez y El Paso. Para saber más acerca de la producción artística al borde del muro y el trabajo de este colectivo, Punto de partida entrevistó a Arón Venegas, uno de sus fundadores e integrantes.

    ¿Cuándo surge Puro Borde y cuál era su objetivo?

    —Nació en 2011 con la necesidad de reinventarnos como colectivos artísticos de estas dos ciudades. Estábamos saliendo de la época con mayor violencia en Juárez; entre 2008 y 2009 estuvo tan fuerte que la cultura en la ciudad se apagó por completo. Ésa fue la razón por la que David Flores “Mambosca” y yo, que colaborábamos pasando obras de arte de autores con problemas migratorios de Ciudad Juárez a El Paso y organizando exposiciones en el Colectivo Rezizte, decidimos crear Puro Borde por la necesidad de mantener una dinámica de cruce para crear diálogos a través de la cultura, del intercambio de arte, exhibiciones y música entre ambas ciudades. Han dependido la una de la otra (antes sus diferencias eran muy marcadas), pero con la violencia muchos jóvenes y estudiantes huyen de Juárez y vienen a El Paso. Esto benefició mucho a El Paso, pero Juárez quedó casi deshecho culturalmente. Entonces, poco a poco nos animamos a seguir con la idea de sostener diálogos diversos con la gente y volver a hacer exhibiciones en ambos lados.

    ¿Cómo son los proyectos que desarrollan desde su plataforma?

    —Decidimos llamarla Puro Borde porque es pura frontera, vista como un punto de encuentro en el que caben muchos artistas que se involucran directamente con los problemas de esta zona: artistas callejeros, fotógrafos, poetas, joyeros o videastas. Con el Colectivo Rezizte hicimos una campaña gráfica de identidad en la frontera de Ciudad Juárez, pintamos murales de personajes célebres, como Don Ramón, Tin Tan o Tongolele. A esto le hemos dado seguimiento con pintas en el bordo, debajo de los puentes internacionales. Creemos que impactar visualmente esta barda es llevarle la contraria a ese muro tan feo, tan oxidado, que nos pusieron. Tratamos de pintarla con mensajes positivos y darle color al río para que toda la gente que cruce y mire hacia abajo vea el mural. Hemos hecho otras pintas con esta idea, como las que uno de mis colegas, Jorge Pérez “Yorch”, pintó en el Instituto Nacional de Migración. David y yo también nos organizamos con un grupo de muralistas de Juárez y de El Paso para que pintaran, de febrero a junio, la Casa del Refugiado, una antigua maquiladora rentada por una iglesia para funcionar como refugio para los migrantes en espera de juicio en Estados Unidos.

    Otro proyecto reciente surgió de un suceso inesperado: la masacre en un centro comercial de El Paso el 3 de agosto. No esperábamos la llegada de las caravanas migrantes; tampoco que alguien llegara a matarnos sólo porque somos mexicanos. Nuestra respuesta inmediata fue hablarles a amigos para buscar espacios. Así fue como nos juntamos con el equipo de la Galería Cinco Puntos —una con la que colaboro mucho, que está en el centro de El Paso— para hacer un evento y recaudar fondos para las víctimas, para los familiares de las personas que fueron heridas y asesinadas. 17 artistas donaron su tiempo y sus pinturas; ellos mismos también nos apoyaron el 7 de septiembre en El Paso Firme, un concierto realizado por varias organizaciones locales para tomar acción en contra de la supremacía blanca y el racismo.

    Actualmente estamos trabajando en una radio comunitaria con el centro de los Trabajadores Agrícolas Fronterizos. Este proyecto se llama Radio Tierra Fronteriza, y en él desarrollo la identidad de la estación a través de la gráfica, la estampa y la ilustración. La estampa, simbólica del movimiento, es parte de la historia y del presente de la comunidad fronteriza, y es necesario que lo tengamos presente. Con esto también queremos acompañar a los campesinos, a los que nos ayudan a tener comida en la mesa.

    A finales de septiembre reinauguramos la Panadería Rezizte, otro proyecto de Yorch que, de 2005 a 2010, estuvo en la colonia Salvarcar. Se vendía pan tradicional y también era un espacio para que artistas de ambos lados de la frontera pintaran. Estábamos abiertos a artistas famosos y novatos, pero también a presentar bandas de ska, indie, hiphop y alternativo. Ahora se traslada al centro de Juárez con la idea de seguir compartiendo la cultura del pan tradicional y, al mismo tiempo, la cultura fronteriza a través del pan. Queremos generar algo positivo en una ciudad demacrada estéticamente. Por eso estamos pintando murales alrededor del establecimiento. Dentro de él tendremos talleres de panadería y repostería, pero también de gráfica. Ahí, Yorch y yo trabajamos en un recetario de pan ilustrado con estampa; para él, el pan es una buena razón para hablar de la migración porque las recetas son traídas de muchos territorios por sus migrantes y se van transformando conforme llegan a nuevos lugares.

    ¿Para ustedes qué representa la idea de “El muro” ?

    —Lo primero que me recuerda es a The Wall de Pink Floyd porque, como fronterizo, siempre traduzco mentalmente al inglés y al español; pero ya en cuanto al muro, en mi ciudad yo lo he visto desde el 2005 con la presidencia de George W. Bush; y como artista, pienso que es algo en lo que se puede intervenir. El arte es otra posibilidad para reinventar narrativas, y por eso siento que debo crear algo que vaya en contra de lo que quieren decirnos poniendo el muro. Se oye feo decir que inspira, pero es parte de lo que vemos y vivimos aquí.

    En el arte tenemos que ser críticos, narrar y documentar lo que pasa. Para mí la idea de “El muro” no es de desunión y división, sino de posibilidad para generar diálogo, algo totalmente opuesto a lo que se ha dicho que es: la idea fascista del gobierno estadounidense. No es algo nuevo; ha estado presente con todos los presidentes. Para el nombre del colectivo, Puro Borde, le quitamos la r a la palabra border porque es un tope para nosotros. Aunque border sea un obstáculo, es posible cruzarlo.

    ¿Por qué consideras absurda la idea de un muro que divide territorios?

    —Desgraciadamente el muro está diseñado para que sea “más fácil” de cruzar en los puntos desérticos y de mayor cauce de los ríos, por eso perdimos a mucha gente en el intento. Trabajando como voluntario en la Casa del Refugiado, entrevisté a muchas personas que me dijeron que sólo quieren entrar a Estados Unidos para trabajar, ahorrar y luego regresar a su tierra; que no quieren ser residentes, sólo buscan una ayudadita. Estoy seguro de que, si Estados Unidos diera la opción de visas temporales de trabajo como las de Canadá, muchísima gente vendría a trabajar en las temporadas fuertes y luego regresaría.

    No se trata de creer que el país se hace fuerte por tener un muro, no tiene sentido en una economía que ya está globalizada. Si no generas oportunidades en Centroamérica, Sudamérica y México, lo vamos a resentir acá en el sur de Estados Unidos. Es cuando te das cuenta de que en realidad es una guerra contra los pobres, que busca cómo tenerlos más oprimidos.

    ¿Cómo ha sido la experiencia de vincularte con las comunidades migrantes y de la frontera a través del arte?

    —Cambió mi perspectiva sobre muchas cosas. Durante 2018 estuve viajando por la Ciudad de México cubriendo la cuarta caravana migrante. Nos fuimos tomando fotografías y pude ver que lo que llevan en sus bolsas y mochilas es toda su casa y toda su vida. Meses después, junto con otros pintores del proyecto, participamos como voluntarios en la Casa del Refugiado, y después de terminar los murales recibimos a los migrantes. Me impactó ver que llegaron sin más pertenencias que su ropa y papeles porque las autoridades fronterizas de ambos países les tiraron el resto de sus cosas. Por el contrario, me dio gusto ver que la gente sí observaba los murales y nos daba las gracias antes de contarnos sus historias. A veces los niños rayaban el mural, yo lo veía como algo muy chido porque estaban interviniendo mis piezas. Generalmente la gente piensa que el arte es algo sagrado; yo digo que no, que si los niños quieren jugar y rayar las paredes hay que dejarlos. Así es como aprendimos muchos en Puro Borde.

    ¿Cómo impacta en su creación artística el contexto político actual en Estados Unidos y México?

    —Todo lo que hacemos aquí es político: va contra el gusto de muchos funcionarios, regidores y senadores, de El Paso y todo Texas, que tienen discursos a favor de una educación encaminada al inglés, a sacar las humanidades y las artes de las prepas porque “necesitamos más electricistas”. Ante el mensaje de estos políticos nuestro discurso es: “hay que hablar español, hay que guardar las recetas de la abuela”. Se trata de que no nos desaparezcan y de que no invisibilicen lo que nos hace particulares. Ése es el sistema capitalista globalizado que quiere homogeneizar la cultura porque así es más fácil de vender. Hay que seguir haciendo las cosas que nos gustan. América no comienza ni termina donde ellos pusieron el muro, eso es lo que peleamos desde nuestro arte.

    Como artistas ¿cuál ha sido su respuesta a la violencia en ambos lados de la frontera?

    —La violencia es sistemática y la mayoría de las veces su impacto es invisible. Ya hace unos años nos dijimos que tendríamos que volver a abandonar la calle a causa de la violencia. Entre 2009 y 2010 la violencia apagó Ciudad Juárez, no había actividad después de las seis de la tarde, y lo más triste para un artista es no tener una audiencia. Como grafiteros y muralistas, nuestra interacción en la calle es fundamental. En esa época, lo primero que notamos fue que los niños ya no estaban en la calle jugando o ayudándonos, ya no estaban los vecinos cotorreando con nosotros, nuestro trabajo ya no era algo comunitario; simplemente pintábamos por aferrarnos y, al final, ya no pudimos pintar, nos tuvimos que guardar en los estudios por mucho tiempo.

    En 2016 ya sabíamos sobre la retórica de este presidente, el Innombrable. Ahí vimos qué tan grave es el racismo dentro de Estados Unidos y qué tan presentes están estas ideas en El Paso, Los Ángeles, Phoenix, Nueva York y otras áreas donde se concentran centroamericanos y mexicanos. La discriminación se ha agravado. Un ejemplo son los Patriotas Constitucionales Unidos, grupos armados investigados por el FBI, que vienen a atacar a la gente con el pretexto de “defender” a Estados Unidos de los migrantes. Otro ejemplo es la educación en Texas, uno de los estados republicanos: la historia en las escuelas ha ido borrando a los mexicanos y a los mexicoamericanos. A través del arte y de comunicar con medios alternativos, redes sociales, muros o proyectos comunitarios, hacemos esa parte política y cultural para responder. Además de Puro Borde hay otros grupos y otras galerías que se enfocan en promover lo fronterizo, en decir que somos de ambos lados y queremos seguir siéndolo. Queremos expresar nuestra nacionalidad en cualquier país y hacerlo a través del arte.

    ¿Por qué recomendarías conocer a los artistas de la frontera?

    —El arte es muy importante en cualquier lugar, sin importar qué tan barrio, fresa o cholo sea. Y acá estamos en el mero norte y el mero sur: es el paso más importante de comercio y de drogas, pero queremos que también sea el cruce más importante de arte de América. Aunque son ideas locas, las tenemos porque somos muchos los que cruzamos diario, y a los que llegan les gusta la dinámica de vida y ven algo distinto. Queremos seguir siendo un punto de referencia para todos los artistas; queremos que Puro Borde sea quien los cruce. Nos vemos como “contrabandistas” del arte de nuestros amigos y queremos seguir haciendo eso, replicarlo en toda la frontera y decir que el arte puede crear comunidad. Podemos colaborar y hacer lo que hemos aprendido en nuestro barrio. Hay que seguir diciendo a los gobernantes que estamos comprometidos con la calle, con el espacio público, con los trabajadores, con nuestras familias y con el arte. Ya verá uno cómo come.

    ¿Qué sigue para Puro Borde?

    —Próximamente emprenderemos un proyecto a largo plazo llamado Gráfica migrante. Queremos ir desde Tijuana hasta Matamoros haciendo talleres de gráfica, identificar a los artistas que trabajan a ambos lados de la frontera, encontrar esas galerías y creadores. La gente tiene muy claro que se hace cine, teatro y danza, pero no sabe que en el norte la estampa tiene creadores muy destacados que vale la pena conocer. Se conocen muchos grafiteros, muchos muralistas, muy buenos artistas urbanos. Ahora quiero enfocarme en difundir la estampa fronteriza.

    Los artistas nos inventamos todo. Esto tiene que seguir saliendo, queremos identificar y hacer una red de artistas, colaboradores y talleres. Que sean nuestras bardas contra la violencia visual que implica tener un muro en tu paisaje. Por algo podemos empezar y trabajar, por eso el tiempo que estemos activos hay que intentarlo.

  • 0218_Carrusel – Cuentagotas – Grafitis – Adán Machuca García

    Carrusel / Cuentagotas / No. 218
    Grafitis
    (Tesauroabstracto)

    Darwin:
    Semos simios parados pensantes
    y arrogantes.

    Paria:
    Mañana que estemos bien
    y el mañana, y el que estemos, y el bien
    no llegan nunca…

    Lluvia:
    Y mis lagunas mentales
    ya se hacen más
    temporales.

  • 0218_Concurso 50 – La guerra y el hombre, de Octave Mirbeau – Ángel Emmanuel Gómez

    Concurso 50 / No. 218
    La guerra y el hombre, de Octave Mirbeau
    Traducción Literaria: Segundo premio

    Al señor Puvis de Chavannes

    Como un hombre mate a otro hombre para tomar su monedero, se le detiene, se le aprisiona, se le condena a muerte y muere de manera ignominiosa, maldecido por la multitud y con la cabeza decapitada en la horrible plataforma. Como un pueblo masacre otro pueblo para robarle sus campos, sus casas, sus riquezas y sus costumbres, se le aclama, los pueblos echan las campanas al vuelo para recibirlo cuando regresa cubierto de sangre y botín, los poetas le cantan en versos embriagados y los músicos le hacen fiesta; hay cortejos de hombres con banderas y fanfarria, cortejos de mujeres jóvenes con ramas de oro y manojos de flores que lo acompañan y lo saludan como si acabara de realizar el trabajo de la vida y el trabajo del amor. A aquellos que más han matado, que más han saqueado y que más han incendiado, se les conceden rimbombantes títulos y gloriosos honores que deben perpetuar sus nombres a través de los años. Se dice ahora y a futuro: “Honrarás a este héroe, pues él solo ha amasado más cadáveres que mil asesinos”; y mientras que el cuerpo del obscuro homicida se pudre decapitado en las tumbas infames, la imagen del que ha matado a 30000 hombres se erige venerada en medio de las plazas públicas, o bien, descansa al abrigo de las catedrales y sobre las tumbas de mármol bendito que guardan los santos y los ángeles. Todo lo que le pertenecía se ha vuelto reliquias sagradas, y se abarrotan los museos de gente al igual que en un peregrinaje para admirar su espada, su arsenal de armas, su cota de malla y el penacho de su casco con el pesar de no poder ver las salpicaduras de la sangre de las matanzas de antaño.

    —Pero no quiero matar —dices—, no quiero destruir nada que tenga vida.

    ¡¿Cómo?! ¿No quieres matar, miserable? ¡Entonces, la ley vendrá a arrancarte de tu hogar, te meterá en un cuartel y te enseñará cómo hay que matar, incendiar y saquear! Y si te resistes a la cruenta labor, te clavará al poste con una docena de balas en el vientre o te dejará pudrirte como carroña en los silos africanos.

    La Guerra es una ciega bruta. Se dice: “La ciencia de La Guerra”. Esto no es cierto, pues si bien tiene sus escuelas, sus ministerios y sus hombres ilustres, La Guerra no es una ciencia: es un azar. La mayor parte del tiempo la victoria no depende ni del coraje de los soldados ni del genio de los generales, depende de un hombre, de una compañía militar y de un regimiento que grita “¡Adelante!”, al igual que la derrota no depende sino de un regimiento, de una compañía y de un solo hombre que, sin razón, habrá gritado “¡Sálvese quien pueda!”. ¿En qué se tornan los planes de los estrategas y las combinaciones de los Estados Mayores ante esta fuerza más fuerte que el cañón, más imprevista que el secreto de las tácticas enemigas? ¿En el sobrecogimiento de una muchedumbre, su inestabilidad, su nerviosismo, su entusiasmo súbito o en pánico? La mayoría de las batallas han sido ganadas gracias a errores fortuitos y órdenes no ejecutadas; antes bien, han sido perdidas por una terquedad en la ejecución de planes admirables e infalibles.

    Ni el heroísmo ni el genio se encuentran en el fragor de los campos, están en la vida ordinaria. No es nada difícil hacerse horadar el pecho en medio de las balas que llueven y los obuses que estallan. Es difícil vivir bueno y justo en medio del odio, de las injusticias, de las tentaciones, de la desigualdad y de las estupideces humanas. ¡Ay! ¡Cómo un empleadillo que lucha sin falta, a todas horas, para procurar a su familia el escaso alimento de cada día me parece más grande que el más glorioso de los capitanes que no cuenta más las batallas ganadas! ¡Y cómo prefiero contemplar a un campesino que, con el dorso curvado y las manos callosas, empuja el arado en el surco de la tierra nutriz, que ver desfilar a los generales en traje deslumbrante y con el pecho cubierto de cruces! Pues el primero simboliza todos los sacrificios ignotos y todas las virtudes obscuras de la vida fecunda, mientras que los otros no me recuerdan más que las tristezas estériles y los lutos inútiles con los cuales han sembrado la tierra de las patrias vencidas.

    ¿Para qué el Derecho y para qué la Justicia si La Guerra que gobierna está ahí; La Guerra, negación del Derecho y negación de la Justicia? Hay que tachar estas dos palabras de las lenguas humanas que no las comprenden y arrancar del frontón de las sociedades contemporáneas aquellos emblemas que siempre han mentido.

    La Humanidad

    No pasarás, maldita canalla. Mira detrás de ti el camino que has recorrido: dondequiera hay noche, desgracia y desolación. Las mieses han sido destruidas, los pueblos incendiados, y en los devastados campos y bosques derribados se pudren pilas de cadáveres sobre las cuales el cuervo se encarniza. Cada paso tuyo está marcado por una fosa en donde duermen para siempre los mejores hijos del hombre; y los granos de arena de las carreteras, las briznas de hierba de las praderas y las hojas de los árboles son menos numerosos que tus víctimas. No pasarás.

    La Guerra

    Pasaré, vieja chocha, y tus sensiblerías no van a detenerme. Hace falta que toda la tierra se alumbre en mi sol de sangre y que beba, hasta la última gota, el amargo rocío de las lágrimas que hago derramar. Arreciaré contra ella el humeante pecho de mis caballos y la destrozaré bajo las ruedas de mis carruajes. Mientras haya no sólo dos pueblos, sino dos hombres, yo seguiré esgrimiendo mi gladius, soplaré mis trompetas y se matarán los unos a los otros, y mi cuervo se ensebará en las fosas comunes.

    La Humanidad

    ¿Acaso no te cansas de matar siempre, de pisar siempre en el lodo sanguinolento, de andar por entre el lamento y el humo rojo de los cañones? ¿Acaso no puedes, pues, reposar y sonreír? ¿No puedes refrescar por un instante, al aire libre, tus pulmones quemados por la pólvora y tu garganta afectada por los bramidos en los manantiales que cantan bajo las lianas? Mira las tierras que resguardo; son magníficas. La vida hierve en sus arterias, florece en su faz rubicunda de salud; las rodea de prados verdes, de mieses de oro y de pámpanos alegres; y la felicidad y la riqueza se escapan eternamente de las semillas que estallan y brotan. El hombre labra ahí en paz, ahí canta con placidez y se eleva por medio de la oración; todos rezan, aman y trabajan alrededor de él. Suelta tu gladius y coge el arado del que tiran los bueyes, en los buenos surcos, pensativos y resignados. En vez de las fanfarrias de tus trompetas que le sugieren al hombre las embriagueces homicidas, en lugar de los chillidos salvajes que llaman la muerte, escucha durante el día, en la cuesta de las colinas, el sonido de los caramillos, las campanillas de los apriscos y el canturreo de los pastores; escucha, en las grandes planicies que despiertan, la alondra que saluda con sus canciones al trabajo, a la paz y al amor.

    La Guerra

    ¡Tregua a la retórica, vieja tonta! Tu lamento no me interesa en absoluto. Guarda tu cayado, tu piel de borrego y tu virgiliana flauta. Conozco a los hombres y los hombres me conocen. He derribado los tronos y tumbado los altares, y de todos los soberanos caídos y de todos los dioses errantes, sólo yo quedé de pie. Yo soy la divinidad necesaria, implacable, eterna. Yo nací con el mundo y el mundo morirá conmigo.

    La Humanidad

    Mientes.

    La Guerra

    ¡¿Que miento?! Pues mira a tu alrededor y escucha. ¿Ves a esos hombres encorvados que penan, que pierden el aliento y que mueren aplastados por los mismos trabajos de siempre? ¿Para qué son, pues, esas minas, esas herrerías, esas fábricas y fundiciones burbujeantes si no para mis cañones, mis fusiles y mis obuses? ¿Para quién son esos navíos que recorren los mares y hacen frente a las tempestades; para quién esas praderas en donde mis caballos engordan, esos árboles con los que se tallarán los afustes de mis baterías militares y las camillas de mis ambulancias? ¿Por qué se da oro a los ministros y galones a los generales? ¿Para quién se le arranca de los hogares los brazos jóvenes y los corazones vigorosos? ¿Ves a esos viejos eruditos inclinados sobre cifras, sobre mapas y sobre polvos blancos? ¿Por qué propagan la muerte? Se me levantan más templos que a Dios. Cuenta, pues, los fuertes, los bastiones, los cuarteles, los arsenales y todas esas construcciones aterradoras donde se fabrica el homicidio como baratijas, donde se contornea la destrucción como muebles costosos. Es hacia mí que tienden todos los esfuerzos humanos, es por mí que se apaga el núcleo de todas las patrias. La industria, la ciencia, el arte y la poesía se vuelven mis apasionados cómplices para hacerme más sanguinaria y más monstruosa. Mis trofeos ornan las catedrales, y todos los pueblos de hinojos ante mi imagen han coreado Te Deum y La Marsellesa. ¡Vaya! Hoy sonríe la primavera, la naturaleza se dispone como para una dulce fiesta; los perfumes salen de la tierra rejuvenecida y los más alegres colores centellean en las ramas, engalanando los campos y los bosques. ¿Qué escuchas? ¿Cantos de amor? No: estremecimientos de cólera, tintineos de sables, toques de clarín, ejércitos que marchan, cañones que ruedan y la tierra que tiembla bajo el paso de los caballos y las culatas de los fusiles.

    La Humanidad

    ¡Ah! Fuiste bella algunas veces y algunas veces sublime, lo sé. Eres tú quien hizo la patria y ha liberado los pueblos. Tu cuervo, que se embriaga de la sangre de los héroes, se ha transformado a menudo en gallo que despierta con su canto las independencias embrutecidas y las naciones oprimidas; pero, ¿es por esta causa sagrada que cosecharás hoy de nuevo a los hombres y despertarás luto en la tierra? ¿Vas a devolver a los pobres hindús sus saqueados campos de arroz y sus pagodas destruidas? ¿Les darás la sal de la que se les priva y que necesitan al igual que el aire que respiran? ¿Librarás a esos mártires que agonizan bajo el yugo extranjero, que han visto sus planicies transformadas en mataderos y en campos de tortura y que lloran aún a sus príncipes asesinados en los escalones de sus palacios? Pues bien, yo te bendigo; mas si es para imponerles nuevos amos, si es para que su sangre, sus bienes y su tierra fecunda enriquezcan al ruso como enriquecen al inglés, te maldigo.

    La Guerra

    Tu bendición me importa tan poco como tu maldición; me río de la una como de la otra. Que yo libere o esclavice me avergüenza realmente poco, y el sentimiento no es para nada obra mía: quiero distraerme, eso es todo, y la ocasión me parece buena. Hace mucho tiempo que no tiño de rojo el Ganges, cuyas aguas cenagosas me repugnan; también quiero darles a los bellos valles del Indo su acostumbrada provisión de cadáveres. Vamos, vieja bruja, hazte a un lado y déjame pasar; mi caballo se impacienta al escuchar tus sandeces y los disparates de tus discursos me dan lástima.

    La Humanidad

    No pasarás. ¿No ves, ciega criminal, que todo el mundo te maldice y que no hay hombre alguno que no se aleje de ti?

    La Guerra

    ¡En verdad me haces reír! Pero quiero convencerte. Escucha, pues, lo que los hombres van a decirme.

    El Campesino

    Te saludo, Guerra. Eres dulce y te amo. Mi granero está lleno de trigo; gracias a ti lo venderé más caro. Me beneficiaré de mis caballos y me desharé de mis bueyes. Tú eres mi salvación.

    El Banquero

    Yo haré préstamos y especularé sobre las malas noticias e igual sobre las buenas. Guerra, yo te saludo.

    La Familia

    Yo te bendigo, buena Guerra. Mis hermanos y mis primos están en el ejército. No regresarán y mi parte de la herencia será más abundante.

    El Tendero

    Iba a quebrar hasta que llegaste. En mis tiendas tengo telas en mal estado, paños podridos y pieles acartonadas: ¡seas bienvenida!

    Propietario de fábrica

    ¿Debí haber apagado mis máquinas y dejar que se oxiden mis herramientas? Tú me salvas de la ruina, Guerra protectora. Les daré dote a mis hijas y las haré mujeres de marqueses.

    El Artista

    Yo moldearé en bronce a tus héroes caídos.

    El Poeta

    Yo inmortalizaré tus hecatombes en mis versos.

    El Burgués

    Yo me aburría. Tú ocuparás mis noches de invierno y mis largas horas de ocio. Con los pies calientes, hundido en una mullida butaca, palpitaré por tus relatos y seguiré tu paso a través de los países desconocidos en un mapa pinchado con alfileres y banderitas.

    El General

    Yo quizá volveré siendo emperador sobre las alas de la victoria, y estaré en deuda contigo por la corona.

    El Oficial

    Tú bordarás de oro mi quepis; le coserás la hoja del roble.

    El Soldado

    Tú me quitarás la mochila tan pesada, el capote que me incordia y entorpece y me darás la espada.

    El Libertino

    Allá hay hermosas mujeres y las tomaré.

    El Ladrón

    Allá hay bellos palacios y los saquearé.

    El Desesperado

    Tú me enviarás la muerte y te bendeciré.

    La Guerra

    ¡Pues bien! ¿Escuchaste? ¿Y pretendes meterte siempre en mi camino? Déjame cumplir mi trabajo y reúnete con todas estas honorables personas.

    (La Humanidad cubre su rostro y llora en silencio).

  • 0218_Carrusel – Heredades – ¡Gracias, Toledo! – Santiago Robles

    0218_Carrusel – Heredades – ¡Gracias, Toledo! – Santiago Robles

    Carrusel / Heredades / No. 218
    ¡Gracias, Toledo!
    Boceto biográfico

    Soy un hombre pero algo tengo de animal; soy un animal que piensa,
    que pinta, que se retrata en medio del mundo. De mi centro irradian
    las ideas, de mi mano surgen las líneas; del mundo he salido y
    regreso al mundo que invento con líneas y colores.

    David Huerta

    Primeros años

    Florencia Toledo Nolasco, madre de Francisco Toledo, tuvo siete hijos. Todos menos Francisco nacieron en Ixtepec, Oaxaca, porque ahí vivía la abuela Cenorina, quien le ayudaba en los partos. Florencia cosía, atendía hijos, cuidaba el negocio del padre y apoyaba en la zafra. Sin embargo, aunque es juchiteco por herencia familiar y por decisión propia, Francisco Benjamín López Toledo nació en la Ciudad de México el 17 de julio de 1940. Él siempre dijo: “Uno es de donde se siente”.1

    Los abuelos paternos de Toledo se fueron a vivir a Ixtepec porque allá estaba el ferrocarril, pero —sobre todo— por los problemas que se generaron cuando se enfrentaron los partidarios de José F. Gómez2 con los Pineda. Los Pineda, que eran los verdes, apoyaban al gobierno de Benito Juárez Maza; los Gómez, que eran los colorados y rebeldes, querían recuperar las salinas comunales que Juárez Maza privatizó. Al más puro estilo de Romeo y Julieta, la abuela de Toledo era descendiente de los Gómez y su abuelo de los Pineda, y para evitar el conflicto se fueron de Juchitán.

    La familia de Toledo se fue primero a vivir a Chiapas por los problemas políticos que tuvo su padre, quien fue líder de los trabajadores en el Istmo de Tehuantepec y cuya vida corría peligro frente al Estado. Posteriormente, cuando Toledo era niño, la familia se trasladó a Veracruz. Ahí, el general Charis le dio trabajo al papá de Toledo en Pemex, en Minatitlán. Fue un periodo de tranquilidad económica.

    “Me mandaron de 13 años a la ciudad de Oaxaca a estudiar y estuve solo, por primera vez me enfrenté al frío”.3 Sus padres decidieron que fuera ahí porque Che Gómez también había estudiado en la capital del estado, en el Instituto de Ciencias y Artes. Su papá quería que fuera abogado. Se hospedó con la tía Ceferina, pero nunca pasó del primer año de secundaria, aunque dedicó su tiempo a descubrir las iglesias, las catedrales, las pinturas, las tallas en madera y la fotografía. Un familiar que lo vio dibujarlo inscribió en la escuela de Bellas Artes de Oaxaca, abierta pocos años antes. Ahí, en palabras de Toledo, enseñaban maestros sin método; los alumnos realizaban ejercicios que consistían en copiar figuras humanas hechas con yeso. También tomó cursos de grabado con Arturo García Bustos y Rina Lazo, “discípulos de Frida Kahlo, muralistas de pulquería, nacionalistas inveterados”.4 A partir de ese momento “la escuela se me olvidó, ya no quise ir”.5

    Ciudad de México

    A los 17 años fue enviado a vivir a la Ciudad de México, porque su papá pensaba que había algo en el aire de Oaxaca que no le permitía educarse. Llegó a estudiar la secundaria, pero ya era grande y le resultaba complicado adaptarse. Intentó ingresar a La Esmeralda, pero ya había pasado el periodo de inscripciones. También quiso inscribirse en la Escuela de Arquitectura, pero finalmente ingresó a la Escuela de Diseño y Artesanías del INBA en La Ciudadela; en ella enseñaban grabado, oficios textiles y joyería; era dirigida por José Chávez Morado. Se inscribió en Litografía con los maestros Castelar, Dosamantes y Silva Santamaría, quien lo invitó a un taller de grabado en el que también trabajaban Alberto Gironella, Luis López Loza y Emilio Ortiz, entre otros. A su padre no le gustó la idea de que se dedicara al arte y le pidió que regresara a Juchitán a trabajar en el negocio familiar.

    En la Ciudad de México vivió en la casa de los Medleg, una familia de origen árabe. El pintor Roberto Donis, que visitaba a la familia con cierta frecuencia, se interesó por el trabajo artístico de Toledo y se lo mostró a Antonio Souza —uno de los galeristas más importantes para los jóvenes de aquella época—. Souza se interesó en él y lo adoptó: lo aconsejó y le organizó su primera exposición en 1959, a los 19 años, y, poco tiempo después, otra en el Fort Worth Convention Center, en Texas. Su obra se vendió muy bien, las muestras tuvieron buena crítica y con ese dinero, más un apoyo de su padre, se fue a Europa a visitar museos y a conocer el mundo. Antonio Souza lo recomendó con diversas personas para que lo apoyaran en su travesía.

    Europa

    De acuerdo con Carlos Monsiváis, Toledo es el joven pintor que viajó a París en lugar del pastorcito de ovejas que viajó a la presidencia de la república.6 Por recomendación de Souza, llegó primero a Roma y después a París, en donde fue acogido por Olga y Rufino Tamayo. Toledo declaró que se sentía solo, a disgusto con el clima y la luz, pero encontró cobijo con los Tamayo, quienes disfrutaban de su último año en Europa. Acudía con frecuencia a comer a su casa y ellos lo orientaban.

    Tamayo comenzó a ofrecer los cuadros de Toledo en las galerías, pero no los aceptaban, lo que molestaba al maestro Rufino, por lo que decidió mostrarlos directamente a sus clientes en casa; esto le permitió a Toledo permanecer en Europa más tiempo del planeado, cuatro años en total. Gracias a Tamayo conoció a una mecenas, la señora Raffita Ussía, que era coleccionista; Tamayo le pidió que le diera una mensualidad a Toledo para que pudiera sostenerse, y ella accedió a dársela durante un año sin aceptar obras ni nada a cambio.

    Cuando Tamayo regresó a vivir a México, le entregó a Toledo sus herramientas de trabajo. Al enterarse, Octavio Paz le dijo: “¿Se da cuenta de lo que esto significa? Le está entregando la estafeta, le dio algo que usted debe continuar”.7

    Gracias a Souza, Toledo llegó a vivir en la casa de Georges Vinaver y de la bailarina Rocío Sagaón, pero ellos se fueron al poco tiempo. Entonces, Octavio Paz le ayudó a conseguir un cuarto en la Ciudad Universitaria de París. Ahí permaneció tres años hasta que lo echaron por problemas políticos: se anunció que el presidente Adolfo López Mateos visitaría la Casa de México en París, y el director de dicha institución les pidió a los artistas mexicanos que ahí vivían que hicieran obras para el evento de bienvenida. Rodolfo Nieto hizo unas banderas y a Toledo le pidieron reproducir el escudo nacional, pero no lo hizo. La obra no estuvo lista a tiempo, y en represalia lo corrieron, pero la mesa directiva de los estudiantes logró que el director se retractara de su decisión. Los estudiantes amenazaron con cerrar toda la Ciudad Universitaria para evitar que entrara López Mateos; los organizadores de la gira del presidente se enteraron del conflicto y cancelaron la visita.

    Habían pasado cuatro años desde su llegada a París cuando la galería Karl Flinker, una de las más importantes para los jóvenes en ese país en aquel momento, finalmente lo aceptó. La exposición que fue organizada viajó a Nueva York, Oslo, Londres, Ginebra, Toulouse y Hannover, entre otros sitios.

    Con el dinero obtenido invitó a su papá a visitarlo y juntos viajaron por España y Londres. Los relatos del padre y la cercanía familiar hicieron que Toledo decidiera finalmente regresar a México, ya que extrañaba el clima cálido y las sábanas limpias de su infancia.

    Regreso de Europa

    En 1968, de Olga Paz y bajo el cobijo del calor istmeño, nació su primera hija, Natalia Toledo, quien se convertiría en una poeta bilingüe. Al regresar a Oaxaca los objetivos del pintor cambiaron y cortó relaciones con la galería Flinker: “Mis intereses estaban en otro lado, en las comunidades que teñían sus hilos con colores naturales, en el índigo, en el añil; en algún códice antiguo y hasta en una feria de pueblo”.8 Posteriormente se instaló con su nueva pareja, Elisa Ramírez,9 y con sus dos hijos, Laureana y Jerónimo (conocido más tarde como Doctor Lakra), en el rancho de Lachixopa, a las afueras de Ixtepec.

    En 1984 conoció en París a Trine Ellitsgaard, y cuatro años después ella viajó a México con su hija Sara. Más adelante nació Benjamín (1994) y en ese periodo Toledo volvió a experimentar.

    Activismo social y cultural

    A lo largo de su vida, a Toledo le tocó presenciar la destrucción ecológica, la industrialización de los procesos artesanales, la sustitución de las costumbres, la explosión demográfica y los distractores mediáticos, entre otros procesos globales; contra todos ellos tuvo una fuerte reacción personal. Esto marcaría su carácter como una persona fuertemente interesada en participar de manera activa en lo que acontecía en su entorno.

    Como parte de los movimientos políticos democratizadores de México, surgió en el Istmo la Coalición Obrera Campesina Estudiantil del Istmo (COCEI), que ganó de forma inesperada y dramática las elecciones municipales en 1981. Así, Juchitán se convirtió en el primer municipio mexicano en ser gobernado por un grupo político de corte socialista; esto llamó la atención de numerosos periodistas nacionales y extranjeros, de científicos sociales y escritores.10 Como ha sucedido tantas veces, este movimiento sufrió una destitución violenta y sanguinaria por el gobierno mexicano en 1988.

    Toledo apoyó la causa y en 1982 fundó, junto con Elisa Ramírez y un grupo de juchitecos, la Asociación Civil José F. Gómez, la cual impulsaría la creación de la Casa de la Cultura de Juchitán, institución ejemplar que se destaca por realizar un importante número de exposiciones y por tener un valioso acervo de pinturas y obras artísticas.

    Tras este hecho, Toledo se convirtió en un objetivo político y fue amenazado y golpeado por paramilitares. Como resultado de esta agresión abandonó Juchitán, lo que coincidió con su separación de Elisa Ramírez. Actualmente, poco después del fallecimiento del artista, el presidente municipal de Juchitán presentó una propuesta, que esperemos que se cristalice, para que la Casa de la Cultura de esta ciudad lleve el nombre del artista.

    Compromiso social

    El compromiso social de Toledo tuvo dos vertientes, una como activista y otra como ciudadano especialmente generoso. En el primer aspecto destacan su lucha por el patrimonio arquitectónico e histórico de Oaxaca al impedir el establecimiento de un McDonald’s en el centro de la ciudad; su lucha por la diversidad de los maíces nativos de México, amenazada por los cultivos transgénicos desarrollados por la voracidad transnacional, y la defensa del Cerro del Fortín al impedir la construcción de un centro de convenciones. En los últimos años fue muy conocida su muestra de solidaridad y preocupación por la desaparición forzada de los 43 estudiantes normalistas de Ayotzinapa, contra la que se manifestó haciendo volar papalotes impresos con sus rostros.

    En el segundo rubro, además de donar y promover la restauración de numerosos inmuebles, defendió la cultura de los pueblos indígenas: desarrolló materiales didácticos para niños en diidxazá (zapoteco istmeño), otorgó recursos para la escrituración de lotes para familias mixtecas y vendió parte de su obra para apoyar la reconstrucción de Juchitán tras el sismo de septiembre de 2017, entre otras acciones.

    En 1988 cedió su casa para crear el Instituto de Artes Gráficas de Oaxaca (IAGO), espacio abierto al público que originalmente iba a ser un museo que resguardara la obra gráfica de Tamayo. Actualmente el IAGO posee una colección de obra gráfica y una biblioteca conformada en su mayoría por libros donados por Toledo, también alberga una sala de exposiciones y en él se ofrecen conferencias y presentaciones de libros (muchos artistas que hemos estudiado en Oaxaca nos formamos ahí). En 2011 se abrió una nueva sede, también en el centro de la ciudad de Oaxaca, que resguarda el resto de la biblioteca del IAGO, el cual suma ya alrededor de 80 000 volúmenes —lo que la convierte en uno de los acervos de artes y literatura públicos más importantes de Latinoamérica—.

    En 1992 Toledo encabezó a un grupo de ciudadanos y artistas que promovieron la creación del Museo de Arte Contemporáneo de Oaxaca (MACO). Dos años despúes, luchó en contra de la construcción de un estacionamiento subterráneo en el Centro Histórico de Oaxaca y propuso la creación del Centro Cultural Santo Domingo con ayuda del Patronato Pro Defensa y Conservación del Patrimonio Cultural y Natural de Oaxaca, A. C., el cual abrió sus puertas al público en 1998. A la par de este proyecto impulsó, junto con otras personas, la creación del Jardín Etnobotánico de Oaxaca y la recuperación del fondo bibliográfico de la Universidad Autónoma Benito Juárez, iniciativa que culminaría en la creación de la Biblioteca Francisco de Burgoa, que preserva más de 30 000 libros. En 1996 donó otra de sus casas para la creación del Centro Fotográfico Manuel Álvarez Bravo y formó la Biblioteca para ciegos y débiles visuales Jorge Luis Borges, que actualmente está integrada a la Biblioteca BS-IBBY y cuenta con becas y talleres permanentes de enseñanza del lenguaje braille. Además, fundó el Archivo José F. Gómez (hoy Archivo Toledo-INBA), que aloja más de 20 000 piezas fotográficas y gráficas. En 1998 abrió el cineclub El Pochote, que ofrecía proyecciones gratuitas. En 2006 impulsó la creación del Centro de las Artes de San Agustín (CaSa), primer centro ecológico para las artes en América Latina, el cual es vecino de otra de sus iniciativas, la fábrica Arte Papel Vista Hermosa. En 2013 donó un terreno para la Casa Matemática Oaxaca, proyecto que no se concretó. Todo esto a la par de la conformación de Ediciones Toledo, Editorial Calamus y las revistas Alcaraván, El Comején y Guchachi’ Reza (iguana rajada). Por mencionar algunas otras actividades, impulsó la creación de la Fonoteca Eduardo Mata, el rescate de los archivos históricos de Oaxaca, la Asociación Civil Pro-Oax y el Telebachillerato Comunitario núm. 84, en San Agustín Etla.11

    Palabras finales

    El maestro Francisco Toledo sembró la cultura del mundo para cosechar un arte arraigado en su territorio. Para la historiadora de arte Dawn Ades, la vitalidad de Toledo “emana de sí mismo y está muy lejos de apoltronarse y de disfrutar del estatus oficial de ser el mayor artista vivo de México”.12 Fue un promotor de la cultura y la educación, y con un enorme cariño acercó el arte a la gente.

    Sería una labor imposible enumerar todas las acciones positivas que Francisco Toledo hizo por la gente de Oaxaca y por su entorno cultural y natural. Al respecto, él bromeaba: “a lo mejor al final de cuentas lo que se dirá de mí es que fui un cacique cultural”.13 Ojalá que, como ha dicho Elena Poniatowska, en nuestro país proliferaran “caciques” culturales así, que trabajen por la sociedad y la cultura sin afanes protagónicos. En su poema “Los justos”, Jorge Luis Borges dice: “Esas personas, que se ignoran, están salvando al mundo”.

    Tras el sensible fallecimiento del maestro Toledo el 5 de septiembre de 2019, el Instituto de Artes Gráficas de Oaxaca se llenó de arreglos florales, velas, dibujos, fotos y personas con miradas tristes. Estas muestras espontáneas de cariño y agradecimiento, que también se extendieron en distintas partes del país, se deben a que el artista juchiteco luchó siempre por crear una mejor sociedad en diversos frentes, por fortalecer lazos comunitarios y por generar un entorno más rico y humano.

    En una época en que, lamentablemente, gran parte de la sociedad trabaja sólo por sus intereses y su bienestar, Francisco Toledo realizó una inmensa labor en favor de Oaxaca y México, de sus niños y jóvenes y de la cultura en el sentido más amplio posible. Se fue una persona muy querida y necesaria para nuestra sociedad, pero afortunadamente nos deja un legado inagotable y toda la inspiración para seguir adelante. ¡Gracias, Toledo! Fuiste muchas cosas, pero, sobre todo, un hombre consecuente.


    1 Angélica Abelleyra, Se busca un alma. Retrato biográfico de Francisco Toledo, México, Plaza & Janés, 2001, p. 18.

    2 “José Fructuoso Gómez también conocido como Che Gómez (Juchitán, Oaxaca, 1858- 1911) fue un militar mexicano que participó en la primera etapa de la Revolución mexicana. Fue presidente municipal de su natal Juchitán y ante un intento de imposición política por parte del gobernador Benito Juárez Maza, llevó a su pueblo a la rebelión y al tratar de llegar a la Ciudad de México para hablar con el presidente Madero y explicarle la situación personalmente, cayó asesinado”. (Fuente: Wikipedia. Consultado el 13 de octubre 2019).

    3 Forbes México (6 de septiembre 2019). Rasúrate y péinate: la historia de Francisco Toledo [Archivo de video]. Recuperado de: <www.youtube.com>, consultado el 13 de octubre 2019.

    4 Luis Carlos Emerich, Francisco Toledo, obra gráfica para Arvil 1974-2001, México, Arvil/Conaculta/INBA, 2001, p. 17.

    5 FotoDesignMexico (25 de julio 2017). Francisco Toledo, pintor mexicano [Archivo de video]. Recuperado de <www.youtube.com>, consultado el 13 de octubre 2019.

    6 Carlos Monsiváis, “Que le corten la cabeza a Toledo, dijo la iguana rajada”, en Francisco Toledo, Madrid, Turner Libros S. A. / Withechapel Art Gallery, 2000, p. 82.

    7 Silvia Cherem, Trazos y revelaciones. Entrevistas a diez artistas mexicanos, México, FCE, 2004, p. 343.

    8 Ibidem, p. 347.

    9 Para conocer más sobre el trabajo de la poeta, traductora y socióloga Elisa Ramírez, véase: Santiago Robles, “Entender al otro no es un problema de metodología sino de empatía”, en Revista Código <www.revistacodigo.com>, 2018.

    10 Howard B. Campbell y Martha Tappan, “La COCEI: cultura y etnicidad politizadas en el istmo de Tehuantepec”, en Revista Mexicana de Sociología, volumen 51, número 2, p. 247.

    11 El autor agradece a Sara López Ellitsgaard, directora de la asociación civil Amigos del IAGO, por su valiosa colaboración al conformar estos datos.

    12 Dawn Ades, “Toledo”, en Francisco Toledo, Madrid Turner Libros S. A. /, Whitechapel Art Gallery, 2000, p. 18.

    13 Silvia Cherem, op. cit., p. 364.

  • 218 – 9° Concurso Fósforo – Titixe: el llamado de la tierra – Natalia Durand

    9° Concurso de Crítica Cinematográfica Fósforo / No. 218
    Titixe: el llamado de la tierra

    Categoría: Licenciatura*


    Titixe
    Dirección: Tania Hernández Velasco
    México, 2018

    La madre tierra llora y canta. Lo augura así la primera secuencia de Titixe: nubes turbulentas arropan un paisaje campestre en crepúsculo mientras una voz femenina solloza, lamento que atenúa su cadencia para hablarnos de otro tiempo, un tiempo perdido: el de la tierra.

    *

    Confeccionar un poema es la travesía de unir fragmentos en tanto se retorna a ritmos primigenios. Titixe es una confección de lo diminuto, una travesía al origen. Guiados por la voz de Tania Hernández Velasco, la realizadora, somos partícipes de la última cosecha de frijol que llevará a cabo su familia. Tras la muerte de Don Vale —el abuelo—, la abuela que le sobrevivió opta por vender su tierra, aquella por generaciones cuidada y trabajada. Pero no aún: la madre de Tania, la respiración de aquel plañido primero, iluminada por la posibilidad de otro ritual, decidirá llevar a cabo una siembra más.

    Abrir la tierra no sólo para dejar caer semillas: abrir la tierra para mirarla verdaderamente.

    ¿Qué forma tienen las ausencias? Si la cámara cinematográfica es un diálogo entre lo visible y lo invisible, en Titixe el cuadro se puebla por los vestigios de una ausencia, la del abuelo. La vegetación y fauna circundantes en esos campos, los rostros y relatos de sus seres cercanos; maleza e insectos, niños y ancianos. El abuelo se ha ido y, sin embargo, no cesa de brotar: en apariencia de flor, nube, manos, sombra; y con insistencia, en forma de árbol. Un árbol con ramas en vías de extinción: es el guaje, ese árbol plantado por el abuelo cuando era joven, y con el que hoy la viuda intercambia palabras desamparadas. Así como las piedras arcaicas que aún se esconden en esos campos saben de memoria geológica, los árboles saben de ausencias. El guaje —la tierra misma— está triste.

    La historia está contenida en los lugares. Titixe vuelca la mirada y el oído hacia la superficie del campo, para indagar la vida que de ahí emerge.

    La nostalgia inminente tras la muerte lo atraviesa todo: este sentir permea la relación entre la imagen y el sonido, con una circularidad narrativa que habla del día a la noche, del esplendor al ocaso. No se trata sólo de la partida de Don Vale junto con su conocimiento sobre la cosecha, se trata del mismo movimiento de pérdida que ocurre con el mundo natural.

    Las eufonías de la naturaleza se vieron mutiladas; sus ciclos simétricos, interrumpidos. Los campesinos del pueblo sabían cohabitar con la lluvia, cuidar de la siembra y de las nubes. Ya no más. Ahora el cielo escurre intempestivamente. Escurre no sólo porque se vio intervenido por un movimiento deletéreo: escurre porque nosotros descuidamos esa otra temporalidad exigida por la tierra.

    *


    Titixe
    , como ópera prima, guarda un gesto: el gesto de quien asiste al pasado inmemorial y por él se deja atravesar. El primer largometraje, equidistante a la primera vez que se mira: la travesía de esta cosecha de frijol corresponde a una mirada infantil. El viaje a la tierra de los ancestros, esa tierra que aun en el olvido de quien creció en la ciudad no deja de resonar. El gesto de Tania es indagar la voz propia para atender esa otra voz que desliza el viento.

    Hay una línea trazada durante la película: es el germinar del frijol en esta última siega. Con la cámara habitamos el ritual colectivo. Cuerpos fragmentados hacen patente la potencia de lo incompleto: costados ondulantes de vacas que desnudan parcelas, manos que dejan caer semillas, pies que recubren la tierra. Es una danza dirigida por armonías fónicas, la articulación musical de los sonidos del camino: una mano eligiendo entre un cúmulo de frijoles, la inserción de los pasos sobre el terreno, un cencerro insistente; volver a los ritmos primeros y hacer que la tierra cante.

    El montaje es un juego de vitalidad libre; un ojo que halla consonancias, sorprendido de que el mundo pueda converger en tantos puntos: la similitud entre un frijol y un insecto, semillas idénticas a gotas de lluvia al caer, un charco como un cielo. Descender la mirada para descubrir las particularidades de cada hoja al temblar; jugar a entrevistar una flor.

    Tania es una voz y, sobre todo, una escucha. Tania acude al campo como se acude a un encuentro: no hay afán impositivo, sólo dar forma a partir de un asombro: el de un niño que, en intuición nietzscheana, no sobresale mucho entre las flores. Tania es una intercesora. Sus palabras no son sólo la articulación del montaje-danza, sino que su voz misma es el tejido entre los ritmos continuos de la naturaleza y los ritmos desgarrados de los humanos.

    Atravesar el tiempo. Unir, volver a unir lo perdido.

    Este documental pudo ser sobre la vida de Don Vale o sobre el abandono del campo mexicano, todo ello desde una visión antropológica. Hay muchos filmes así. En Titixe ocurre distinto. Porque las cosas no tienen significación sino existencia, “y las flores no son sino flores” —en palabras de Fernando Pessoa—, este acercamiento a lo minúsculo es una afirmación: el cuidado hacia los otros y hacia el todo empieza desde la mirada y el oído.

    *


    Titixe
    significa acudir a los campos después de la cosecha en busca de aquellos restos abandonados, recuperar las sobras que no pudieron ser encontradas a simple vista. Titixe es una práctica común entre los pueblos nahuas, una apertura hospitalaria: la comprensión compartida de que, después de la cosecha, cualquier miembro de la comunidad puede entrar a los terrenos para recuperar esos fragmentos olvidados.

    Titixe rememora a Los espigadores y la espigadora (2000) de Agnès Varda, quien se dedica a perseguir —también desde una indagación originaria— a todo tipo de recolectores, aquellos seres urbanos o rurales que se dedican a recuperar las migajas de otros. Agnès y Tania comparten una forma de habitar; ambas respiran el asombro frente a lo diminuto, signo que influye en su profunda hospitalidad: Agnès es invitada por sus personajes a un sinfín de casas y vivencias; en cambio, es a nosotros a quienes Tania abre su casa.

    El acto que implica titixe es la misma expresión que Tania nos ofrece con su película: la necesidad de consagrar la mirada a lo pequeño y, también, a lo cercano.

    *

    El cierre de la cinta consiste en el fin de este ciclo agrícola, la quema. Las hojas secas tiemblan de muerte entre las llamas. El llanto maternal se hace audible, poblando las imágenes de una quema a cielo abierto; son hojas secas en su devenir polvo. Las hojas se consumen en un gesto trágico. Quizá ellas tiemblan porque saben lo que Abbas Kiarostami: “la tierra ha temblado, pero nosotros no”.

    *

    Hay un fuego que esconde una idea fatal: el que quema sin consumir por completo y a la vez excluye la regeneración. No es el de Titixe.

    Fuego proviene del latín focus, que significa “hogar”. Antiguamente, el fuego era signo que congregaba a las personas; una hoguera en la entrada de una casa significaba apertura, calidez. Era una invitación a volver a unir; hospitalidad pura.

    Titixe es la mano de Tania explorando la tierra quemada para recobrar semillas sobrevivientes tras las llamas. Porque Titixe no es un resto abandonado. Titixe es el llamado de la tierra: es lo que aún está vivo.

    *Jurado
    Adriana Bellamy Ortiz
    Sofía Ochoa Rodríguez

  • 218 – 9° Concurso Fósforo – De la sugestión figurativa y de la concomitancia discursiva en Titixe – Layla Al-Azzam Amezcua

    9° Concurso de Crítica Cinematográfica Fósforo / No. 218
    De la sugestión figurativa y de la concomitancia discursiva en Titixe

    Categoría: Exalumnos y Público en General*


    Titixe
    Dirección: Tania Hernández Velasco
    México, 2018

    Documentar la ausencia, la pérdida y la muerte, dentro de la representación cinematográfica, es una tarea paradójica que pone en tela de juicio no sólo los límites de la representación, sino también la visibilidad misma. Es a esta labor a la que se entrega Tania Hernández cuando decide realizar un largometraje sobre la última siembra en el terreno de su abuelo recientemente fallecido, donde, a través de la articulación de dos lógicas discursivas, una auditivo-testimonial —a cargo de la voz en off— y una visual —a cargo de asociaciones “figurales” 1—, logrará sugerir una imagen de la reciente y principal figura ausente, Don Valentín.

    La primera lógica narrativa se construye a través de la palabra. El documental está envuelto por voces en off que no irrumpirán en el campo del discurso visual. Esta palabra, a pesar de su condición desencarnada, es llevada por personajes claramente identificables y adquiere un papel fundamental, el de testimonio, porque, siendo fiel a la esencia documentalista, no existe el testimonio visual de la ausencia. Desde la primera réplica del metraje, nos enfrentamos a la paradoja de lo invisible y de lo irrepresentable. “Veo…”, infiere un primer personaje femenino fuera de campo; lo que vemos no corresponde a lo que ella evoca, quien tampoco puede ver, sólo rememorar. Esta imposibilidad de visualizar lo que ya no está, establecida por la ausencia de planos subjetivos en el documental, se expresa explícitamente por “lo que a simple vista no se puede encontrar”. Ésta es la pretensión de Tania Hernández, convocar el pasado a través de la palabra.

    Pero su tentativa no se detiene en la convocación de la memoria personal, solicita también la imaginación del espectador a través de procesos simbólicos de figuración. De inspiración lingüística, definiré al figural, a partir de los análisis semióticos del discurso fílmico de Christian Metz, como los atributos formales que permiten expresar lo no-figurado, sin recurrir a la representación. De acuerdo con la categorización de Metz, Tania recurre a asociaciones simbólicas que sugieren lo que no figura o no puede figurar en lo visual. Entre estos trayectos simbólicos que evocan una imagen, en concreto la de Don Valentín, el difunto personaje y su labor, identificamos la personificación, la metáfora y la metonimia.

    Llamaremos abstracción al primer recurso que, a través de diversos planos de personajes a contraluz, desencarna sus cuerpos y ofrece la silueta a disposición de la imaginación. En estos cuerpos vacíos, el espectador transpone su propia imagen de Don Valentín. El mismo efecto se consigue con las sombras sobre el prado o el árbol, cuyo origen físico nunca es certero. A través de desenfoques, planos truncados y descentrados, y primerísimos primeros planos, la directora dificulta la identificación del elemento visualizado, con lo cual permite que el espectador prolongue la imagen. Entre ellos, los planos de brazos, manos, pies y ojos exigen igualmente esta proyección imaginativa.

    Otro recurso simbólico de función figurativa es la metáfora. Hay una clara intención de hacer sentir la desaparición a través de desenfoques y fundidos; esa imagen clara que se pierde y se funde en la indefinición también metaforiza el destino inequívoco de los recuerdos. Cuando se nos relata el incidente de la cosecha de calabacitas tiradas al barranco, nuestra testigo afirma: “Es la única vez que yo lo vi llorar”, y se nos presenta a continuación un plano contrapicado sobre el cielo relampagueante, cuya intensa lluvia sustituye el llanto ausente de Don Valentín que ya sólo podemos percibir mediante estas asociaciones simbólicas. Hernández recurre a comparaciones textuales cuando presenta las imágenes truncadas en primerísimos primeros planos de su tío abuelo, y nos ofrece una referencia más explícita al declarar: “Sus manos me recuerdan a sus manos. Sus ojos me recuerdan a sus ojos”. El hermano de Don Valentín afirma que lo llegaban a confundir con él y así nos lleva a figurar una imagen no vista, en la que él funge como el referente más próximo.

    El guaje, protagonista visual de los planos generales, metaforiza la omnipresencia de Don Valentín manifestando la superstición de que los muertos velan una cosecha más. El longevo árbol, testigo del tiempo, alude asimismo a la vejez de nuestro personaje principal y así se procede también a la personificación, uno de los recursos figurativos más sugestivos. “Me gustaría volver a bailar con usted”, confiesa la directora mientras visualizamos un plano completo del árbol donde la silueta humana que recae sobre él no sólo insinúa que ella mantiene esta conversación con el árbol: también sugiere la fusión de nuestro difunto personaje con éste. Hernández atribuye propiedades humanas a otros elementos de la naturaleza; no sólo inferirá literalmente que “las nubes cambiaron de opinión” o que “cada flor es una persona”, también hará danzar, a través de un montaje rápido de primeros planos cortos al ritmo de una canción, a una serie de plantas en germinación. Nos presentará asimismo un diálogo entre una flor y la luna a través del único campo contracampo del metraje.

    El filme está repleto de vestigios, de huellas, de verdaderos fragmentos que forman parte de un todo. Titixe, título del metraje, indica esta construcción metonímica. Sinónimo de pepenar, significa “recuperar lo poquito que quedó”, recuperar una pequeña parte de un todo. Nuestro metraje se trata y trata de salvar las huellas, los restos, salvar las memorias. Hernández expresa: “Aún encuentro pequeños pedazos de usted que puedo llevar conmigo”. En los primeros planos, antes de la aparición misma del título, tenemos un desfile de elementos que veremos a posteriori, como la cosecha del frijol y el árbol protagonista. Esta serie de planos es la metonimia del filme. El filme mismo es un titixe, así como también los personajes son una parte que queda de Don Valentín.

    La palabra no sólo viene a irrumpir con imágenes en un espacio vacío donde sólo quedan restos, ni a sugerir únicamente la extensión de una imagen irrepresentable. La imagen contiene y defiende su propia existencia, su propia lógica narrativa y su propia cronología: la de presentar el ciclo de una cosecha de frijol. La imagen, independientemente de la función figural mencionada, logra presentar un ciclo cronológico y orquestal. El espectador se entrega a este doble ejercicio de comprensión discursiva.

    La directora pone este ciclo en escena a través de la repetición de un plano general fijo, de encuadre frontal, cuya profundidad de campo, en sentido técnico y literal, nos deja ver, centrado, el árbol protagonista. El cielo y la hierba ocupan espacios similares dentro del cuadro que realzan el color que toma el herbazal todas las veces que nos es presentado amarillento, verdoso, rojizo y naranja, debido a los cambios que sufre el follaje al madurar. Esta transformación ocurre a una escala temporal muy amplia, pero sucede lo mismo a escalas menores, como en los planos contrapicados sobre el cielo que, de duración considerable, nos muestran los diferentes tonos azulados que adquiere durante la noche. Hay incluso aceleración de planos secuencia fijos sobre las nubes que nos permiten seguir su trayecto durante el día. Así, en 60 minutos, Hernández nos presenta un ciclo completo de cosecha de frijol.

    La labor es presentada con primeros planos picados sobre el terreno que sólo dejan ver cuerpos truncos trabajándolo, que ayudan a la sugestión figural, pero que también detallan cada proceso. Los montajes de planos de corta duración al ritmo de percusiones, en los que se repiten ciertas imágenes, muestran la orquestación y la multiplicación de un mismo gesto, casi coreográfico. Esta puesta en escena tan detallada y desencarnada permite transmitir cierta sabiduría sobre el proceso de cosecha.

    Así es como Tania Hernández logra, a través de estos discursos concomitantes, integrar el pasado en un presente cuyo ciclo continúa. Presente que da lugar a la rememoración, pero que no se puede detener y que sigue su curso propio. Éste es el doble proceso al que se entrega el espectador: al ejercicio de la inmersión temporal, espacial e intelectual en las etapas que conforman un ciclo de cosecha, y al de la sugestión imaginativa que permite figurar, a través de operaciones simbólicas, a un referente ausente, sin servirse de una representación que traicionaría la misma esencia documentalista.

    1Metz, Christian, Le signifiant imaginaire, Christian Bourgois Éditeur, París, 1993.

    * JURADO: María de Lourdes Durán Hernández | Luis Eduardo Lazalde Nájera | Doris Morales Bautista

  • 0218_Carrusel – Bajo Cubierta – Ecos de un patrimonio – Alonso Varela Greenawalt

    0218_Carrusel – Bajo Cubierta – Ecos de un patrimonio – Alonso Varela Greenawalt

    Carrusel / Bajo Cubierta / No. 218
    Ecos de un patrimonio

    Campus Central, Lecturas de un patrimonio vivo
    Facultad de Arquitectura
    México, 2019


    Cuando uno estudia o ejerce la arquitectura es imperativo que antes de cualquier rayón, de cualquier idea conceptual o concreta de construcción o diseño, uno aprenda primero a escuchar, a pararse fijamente en un espacio y entender qué es lo que está diciendo. Sus cualidades y necesidades, sus vivencias y estados físicos, expresados por el mismo edificio a través de su uso, hablan mucho más de lo que uno podría pensar en primera instancia. La voz de un edificio es algo real y tangible en la arquitectura, y aprender a escucharla es uno de los primeros retos con los que los estudiantes de Arquitectura nos enfrentamos.

    Quizás, de manera intencional o no, nuestro primer orador suele ser nuestra misma universidad. Desde el primer día como estudiantes, sus edificios y caminos nos hablan de un mundo nuevo y desconocido al que estamos a punto de adentrarnos. Los caminos desde el metro a las diversas facultades, los espacios enormes de esparcimiento y descanso, y las grandes aulas y bibliotecas que albergarán nuestras clases nos gritan y susurran experiencias pasadas y futuras que haremos nuestras durante los próximos años.

    Por ello no extraña que la UNAM y la propia Facultad de Arquitectura, en las vísperas del décimo aniversario del nombramiento del campus central de Ciudad Universitaria como patrimonio cultural de la humanidad, regresaran a escuchar su voz lanzando una serie de librillos que giran en torno a la historia de CU y su patrimonio. Pero con una clara distinción: muchas, si no es que la mayoría, de las publicaciones que abarcan la historia de Ciudad Universitaria a lo largo de los años tienen un claro enfoque académico. Se habla de y se escucha a Ciudad Universitaria a través de las voces, vivencias y sentidos de profesores e investigadores de esta universidad y de la facultad. Si bien esto no es, de ninguna manera, reprochable, sí incita a preguntarse: ¿Qué pasa con las voces de los estudiantes, aquellas que viven y habitan CU día a día? ¿Acaso no tendrían que escucharlas a ellas también? ¿Acaso estos librillos no deberían estar compuestos por ellas?

    Éste es el eje principal de Campus Central. Lecturas de un patrimonio vivo, editado y publicado por la Facultad de Arquitectura en 2019. Mostrando su verdadera intención desde su diseño editorial, esta colección de 19 librillos —cuyas dimensiones remiten a la bitácora de un estudiante—, compuesta por un equipo de 27 jóvenes arquitectos, reúne ensayos y escritos de estudiantes de la Facultad de Arquitectura acerca de 19 edificios emblemáticos del campus central original.

    Con trabajos de estudiantes, recién egresados y titulados, Campus Central abarca una perspectiva amplia. Cada librillo es diferente, con enfoques que van de la experiencia personal hasta el análisis rígido de los valores arquitectónicos de cada edificio, pero siempre unidos bajo un mismo hilo rector, producto del diseño de la colección. Si bien la variedad de estilos en los textos puede llegar a sorprender al lector, ésta ayuda a entender las diferentes visiones que tenemos acerca de nuestra universidad, y contrapuesta con las demás publicaciones académicas, Campus Central resalta por ese mismo hecho.

    Empezando por edificios emblemáticos como la Rectoría, la Biblioteca Central y el Estadio Olímpico, los librillos de esta colección nos llevan por un recorrido completo de Ciudad Universitaria, llegando incluso hasta aquellos edificios que, con el tiempo, han quedado olvidados en la historia, y cuyos usos actuales no tienen relación alguna con sus primeras intenciones. Edificios como el proyecto del multifamiliar, las habitaciones para estudiantes y el Club Central son algunos de los que esta colección, una de las pocas publicaciones donde son mencionados en la historia del campus, busca explorar y comprender.

    Íntegramente ligado a las voces y enfoques de la colección, el gran valor de Campus Central también recae en su trabajo de recuperación e investigación iconográficas. Cada librillo incluye una recopilación de fotografías antiguas y actuales del edificio que aborda: algunas obtenidas del Archivo Histórico de la UNAM, otras capturadas a través de una toma fotográfica especial de todo el campus —utilizada para actualizar el antedicho acervo fotográfico—, así como planos originales de los proyectos, publicados en diversas revistas de arquitectura por quienes diseñaron el campus en su época. De igual manera, estudiantes de las facultades de Arquitectura y de Artes y Diseño produjeron —específicamente para esta publicación— diversas ilustraciones, esquemas y planos de los edificios, al igual que el propio diseño editorial.

    Así pues, Campus Central logra de una manera muy acertada, pero aceptando las limitaciones que esto conlleva, alzar las voces de los estudiantes hacia aquellos espacios donde pocas veces podíamos encontrarlas antes. Al ser la única publicación dedicada al décimo aniversario del nombramiento —cumplido en 2017— del campus central como patrimonio de la UNESCO, y a su vez ser una publicación universitaria seria cuyo núcleo es la labor de estudiantes y recién egresados, la colección destaca como un verdadero trabajo en el que maestro y estudiante colaboran, y donde sus palabras se mezclan sin diferencias ni jerarquías.

    Aunque sin duda es de destacarse, el principal valor de Campus Central. Lecturas de un patrimonio vivo no recae en exponer y publicar —bajo las mismas condiciones con las que se publica a sus docentes— a diversos estudiantes y sus puntos de vista, sino en que escucha las diversas voces del campus y sus edificios. Escucha, para así demostrarnos, bajo las letras de quienes habitan cotidianamente Ciudad Universitaria, que muchas veces olvidamos y pasamos por alto estas voces entre el ruido exorbitante de nuestras vidas.