Como es sabido, se dice que existía un autómata
construido en forma tal que era capaz de responder
a cada movimiento de un jugador de ajedrez
con otro movimiento que le aseguraba el triunfo
en la partida…
Sobre el concepto de la historia
Como es sabido, se dice que existía un autómata
construido en forma tal que era capaz de responder
a cada movimiento de un jugador de ajedrez
con otro movimiento que le aseguraba el triunfo
en la partida…
“Nunca después”, de Pura López Colomé, es el poema que abre, en la sección Del Árbol Genealógico, este número de verano de Punto de partida. Agradecemos a la autora, quien comparte con nuestros lectores esta pieza que reinterpreta, desde una anestesiada duermevela, ciertos referentes orográficos en una concatenación de versos, muchos de ellos memorables. El poema de López Colomé, jurado de Poesía en el Concurso 48 de la revista, cuya primera entrega de ganadores publicamos hoy, abre paso a las dos series poéticas merecedoras de premio en esta edición del certamen.
En el caso del primer premio, “Seres aplastados”, de Anna Angulo, su publicación al inicio del dossier responde, precisamente, a una lógica de contraposición. Se trata de una serie de poemas en clave de humor cáustico, que van directo al lector mediante un lenguaje que mezcla la rudeza y la calidez en su descripción de la cotidianidad. Le sigue “Los rastros del amor en la ciudad”, de Daniel Salazar, un conjunto de corte más clásico, con un trabajo de depuración y una clara atención a la imagen poética.
En narrativa publicamos a los dos ganadores en la categoría Cuento: Rafael Esteban Gutiérrez con “La aprendiz de Nicole Kidman”, historia entrañable narrada por una hermana muerta en un lenguaje emparentado con el cinematográfico; y Gabriela Solís Casillas, que cuenta en “Carolina” la imposibilidad de relación de unos personajes apresados por el fanatismo y el dolor de los recuerdos. En Ensayo, dos piezas notables: “El autómata jugador de ajedrez”, de Ricardo Medel Esquivel, retoma la historia de El Turco, un artefacto que intrigó a científicos y escritores a fines del siglo XIX; y “Gansito Marinela”, de Ricardo Macías, pone a debate las preocupaciones filosóficas del autor a partir del análisis de su adicción al pastelillo que titula el texto. El cuerpo literario de este número cierra con tres reseñas a sendos libros publicados en años recientes, a cargo de Elisa Aguilar Funes, Alonso Núñez Utrilla y Víctor Cabrera.
La parte gráfica merece, como es costumbre, atención especial: esta vez, las series ganadoras de premio presentan, ambas, un claro énfasis conceptual resuelto con fortuna en la imagen. Desaparecer es “dejar de existir”, tintas con una temática social realizadas por María Fernanda Enríquez, y Coloración degenerativa, de Santiago Amaya O’Farrill, quien retoma las clásicas plantillas de dibujo numeradas y las integra en una propuesta que invita a la interacción artista/espectador. Como portafolio desplegado en estas páginas contamos con obra de la fotógrafa Koral Carballo, que comparte generosamente imágenes —algunas un tanto perturbadoras— de su serie Estudio sobre la neurociencia del sueño.
A manera de cierre, quiero hacer mención de los escritores y artistas que integraron el jurado de este concurso 48: Magali Tercero, Julieta García González y Felipe Restrepo Pombo; Ana Clavel, Cristina Rascón y César Gándara; Daniela Tarazona, Karen Chacek y Marcial Fernández; Ingrid Solana, Enrique Díaz Álvarez y Lobsang Castañeda; Lourdes Almeida, Marisol Paredes y Javier Hinojosa; Martha Hellion, Maribel Portela y Sergio Ricaño; Pura López Colomé, Paula Abramo y Luis Paniagua; y Yael Weiss y Hernán Bravo Varela. A todas y todos, nuestro agradecimiento.
Oí a alguien mencionar
con crudelísima ansiedad
los Apeninos,
avanzando por el túnel
atemporal de la anestesia,
recuerdo acorralado
aunque no mío,
una nube deshilachada entre cornisas,
un algodón de nácar en la lengua.
Ningún paisaje
surgió espontáneamente
ofreciendo elementos
de un mundo bien distinto
que dejara con la boca abierta,
sin habla, sin poder describir
o definir esa belleza,
su insufrible, intolerable,
hórrida armonía,
su equilibrio doloroso.
Desde la cóclea intuí
el mensaje en clave,
qué cumbres merecían
ser
de Maltrata,
un paradigma
de estrías expresivas,
un rostro carcomido entre senderos;
cuáles multiplicaban su presencia
llenándola de ceros,
Mil,
surcando paso a paso
el eje volcánico del norte,
cicatrizando en frío su territorio;
o si resultaría quimera
tildar
de Borrascosas
alturas cortadas a la medida
para arrojarse, precipitarse
e ir rodando entero, luego quebrado,
después poco a poco desmembrado
porque ya nada, en serio nada, tiene caso,
porque no “vale la pena vivir”,
como afirmaba el arzobispo Fulton J. Sheen,
emergiendo sin cuerpo
por las bocinas del radio
en la lengua de Rambal,
a temprana hora
los domingos
de mi infancia:
el son nido, en arrullo.
“Nadie sabe para quién trabaja”,
se repetía después en la cocina de la casa.
Si bien entonces no entendía esa frase,
hoy puedo salir de dudas
con una equivalente:
“Ahora caigo”.
Gracias al “prelado”
y a su cursi intensidad predicatriz,
vi (aunque suene raro
que el oído impulse la visión
y además sea desquiciante)
mi trayecto pendular
del color pálido al marino
en un salón hostil
de un febrero de otro siglo.
Azul gasa de una herida
o pabellón de hamaca,
pluma de pavo real a contraluz,
envolvía mi pensamiento,
sus entrañas criminales,
manta de cielo, cabello
de ángel arrogante
recién lavado y suelto:
tan apenino que
sin motivo
vale la pena morir.
Pura López Colomé (Ciudad de México, 1952). Estudió la carrera de Letras Hispánicas en la UNAM. Ha publicado más de una decena de poemarios, entre ellos: El sueño del cazador (Cuarto Menguante Editores, 1985), Un cristal en otro (Ediciones Toledo, 1989), Aurora (Ediciones del Equilibrista, 1994), Intemperie (Juan Pablos, 1997), Éter es (Conaculta, 1999), Tragaluz de noche (FCE, 2003), Música inaudita (Verdehalago, 2004), Santo y seña (Premio Xavier Villaurrutia 2007; FCE, 2007), Una y fugaz (Bonobos, 2010), Lieder: cantos al oído/cantos al olvido (Bonobos, 2012), Reliquia (Conaculta, 2014) y Via corporis (en colaboración con el artista visual Guillermo Arreola; FCE, 2016). Conaculta publicó, en 2013, sus Poemas reunidos 1985-2012. Algunos de sus ensayos se encuentran reunidos en Afluentes (Literatura UNAM, 2011). Su obra ha sido traducida en Estados Unidos, Irlanda, Francia, Inglaterra, Holanda, Austria. Ha traducido a poetas como Robert Hass, H. D. (Hilda Doolittle), Breyten Breytenbach y Seamus Heaney. El catálogo del Fondo de Cultura Económica incluye, en su colección de audiolibros (tres CDs), una antología bilingüe de poesía que llevó a cabo en colaboración con el poeta escocés Alastair Reid, bajo el título de Resonancia/Resonance. Es miembro del Sistema Nacional de Creadores de Arte.
Si vieras a la que sin ti duerme en un jardín en ruinas en la memoria. Allí yo, ebria
Nunca pregunté por ti nunca supe
tu cumpleaños ni la fecha de tu funeral
& siempre creí que eras ingeniero
hasta que en algún lado escuché que tú
tampoco entendías de números & ese día
asumí que quizá te hubiera gustado saber
que soy poeta
Casi alcanzo tu edad papá mi novio ya es tres años más grande que tú
& cuando peleamos pienso
qué me aconsejarías hacer pero qué puede aconsejarme
un hombre-a-medias un hombre débil que no conozco & que no tuvo las fuerzas
para quedarse a hacer lo que tenía que hacer
que era crecer para su hija & darle consejos
cuando ella también creciera & tuviera un novio
& estuviera perdida
Quizá a ti tampoco te dieron consejos papá
& por eso te moriste & no fue tu culpa
sino de los que no te hicieron entrar en razón
cuando te abalanzabas hacia la muerte
o te fuiste de mi mundo porque estabas harto de sugerencias
& creciste tumores que te llevaran a descansar lejos
¿Descansas papá
aun cuando escuchas mis quejas diarias
mi odio nocturno a tu debilidad
a haberte muerto con una lengua
que no me regalaste que no me enseñaste a hablar
—papá yo quiero escribirte en árabe & me da rabia
porque tú no supiste dejarme una voz mía que supiera hablar de mi sangre—
& luego mi arrepentimiento por no saber entender
que tú no podías decidir quedarte?
Cuando tacho tu apellido de mi nombre
no te niego
es sólo como cuando me niego a ver los videos
que guardan tus movimientos y tu voz
como negarme a darle play al VHS
donde dice cuándo naciste & qué te gustaba comer
si odiabas a los poetas
& si me querías & si tenías sueños
o si eras un buen amigo o un nefasto perdedor
pero papá quiero que entiendas
que yo no puedo saber esas cosas
que aprehenderte me hace daño
que tu imagen vacía es lo más cálido
& la mejor herencia que puedo pedirte
que este poema sólo existe porque yo sé
que mientras no inicie la videocasetera
yo puedo dibujarte un rostro & llamarte papá
& pedirte consejos & pensar que escuchas
que quieres escuchar que te gusta leer poemas
que te gusta que te hable que te gusta que te pida consejos
& cuando se reproduzca el conocimiento papá & sepa quién eres
& no me quede nada más por saber de ti
el poema se cierra
& te mueres papá
te mueres.
nosotras y los leones
i.
crecimos separadas en la misma
cruel y fina jaula de leones
de tu lado las aves erraban los vuelos
comiendo trampas de infértiles semillas
de mi lado no había alas sino lombrices secas
royendo la tierra con sus cuerpos fétidos
que nunca supieron convertirse en alimento.
afuera, aquí no, sino en el mundo prometido,
avanzaba la caravana de todo
lo que no existe, de todo lo que no era y no sería nunca nuestro.
como en un desfile largas, maravillosas cabelleras
flotaban vivientes velos sobre las caras de todas
las que nunca nos dirían cómo se hace para lanzar un suspiro
y volver fecundo el mármol. Nosotras, dentro, mirábamos.
ii.
se abre la jaula para encontrarnos en el umbral de todas las cosas.
esto es lo que existe: rotos, imperfectos sueños, recuerdos
que hemos inventado para tener algo que contar,
el dulce pan nuestro de cada día deja caer sus migajas
para que coman los gusanos, para que las aves encuentren
gusanos repletos de migas de pan.
aprendemos a vivir en este sitio hecho de palabras y también hay esto:
tras las rejas leones que hemos alimentado con silencio
a cambio hoy, nos enseñan a rugir.
iii.
quiero explicarte estos poemas:
te conocí en el borde, en ese límite
entre el ya no más & quiero aprender
a no estar sola. también tú estabas entendiendo
cómo se compone el mundo también tú
descubriste que el cabello corto no significa
tierra infértil & me enseñaste a vivir con ello.
¿recuerdas? los leones que muerden los sueños a veces
se visten de rosa para las bodas. tú y yo no crecimos
en la misma jaula pero sabemos cómo se siente
algo tan nuevo como la palabra poema
algo tan nuevo como disparar un verso & entender
que al otro lado de todo lo que nunca hemos sido
también hay alguien que está esperando.
Delirium nocturnum
I
A la orden de Mrs. Dalloway
sales a comprar flores para llenar
el casco de cerveza que bebiste con él.
Flores de su color
flores secas para adornar el no estar
el no ser con nadie.
Pero las florerías de la ciudad
no conocen el color
del fuego roto.
Nadie pudo pintarlas
—y aunque la reina exigió que rodaran cabezas—
en ningún lugar se halló un pigmento que imitara
el rugido tenue de esa voz.
II
Se desfunda la noche
la botella desde lo alto del librero
escupe palabras tuyas.
Leo tu miedo.
Tu debilidad me hace un sitio
para cubrirme de las sombras:
es lo frágil que ya no escondes
que nos abre un lugar
donde sostenernos la mirada.
iii
somos el vacío que ha quedado dentro
el polvo que se acumula en el fondo
es tu sombra impregnada en mi miedo
dándole espesor a lo invisible.
Andrea Rivas (Puebla, Puebla, 1991). Poeta, traductora y ensayista. Licenciada en Lingüística y Literatura Hispanoamericana por la BUAP, donde actualmente estudia la maestría en Literatura Hispanoamericana. Ha traducido obras de poesía y narrativa para editoriales nacionales e internacionales, como Valparaíso, Planeta y Círculo de Poesía. Su trabajo como poeta y crítica ha aparecido en publicaciones como Buenos Aires Poetry, Excéntrica, Tierra Adentro, el sitio web del Centro Cultural Tina Modotti Caracas y antologías internacionales de poesía. En 2017 ganó el Premio “Herminia Franco Espinosa” a la mejor tesis de licenciatura con temática de género. En 2018 ganó el segundo lugar del premio de poesía de la Facultad de Filosofía y Letras de la BUAP. Sus poemas han sido traducidos al inglés y al italiano. Actualmente es traductora en Círculo de Poesía.
HAIKÚS
Julio César Suárez
Tres haikús primaverales
I
Silban los pájaros
una canción que anuncia:
es primavera.
II
Durante marzo
hasta sobre tu falda
crecieron flores.
III
Como una plaga
se expandió por las calles
el color verde.
Tres haikús estivales
I
Golpes de sol
un manantial abrieron
en cada poro.
II
Hueco en la luz
tendida sobre el piso
era mi sombra.
III
Se acaba julio
y sólo el sol no tuvo
días de asueto.
Tres haikús otoñales
I
Nos salpicó
de otoño todo el cuerpo
la lluvia de hojas
II
Canción de otoño:
el crujir de las hojas
bajo nosotros.
III
Cubren sus pies
del frío que se acerca
todos los árboles.
Tres haikús invernales
I
Vino una tarde
y se quedó tres meses
en casa el frío.
II
Aún más linda
en su vestido blanco
luce la lluvia.
III
Fue amable enero:
me regaló tres tardes
dentro de cama.
TANKAS
Tres tankas bajo las estrellas
I
Que la belleza
advertida a lo lejos
ciega de cerca,
aprendí cuando niño
con las estrellas.
II
Sin las estrellas
clavadas en el cielo
más de una vez
se me habría caídola noche encima.
III
¡Mira, mamá,
hoy capturé una estrella!,
dijo la niña con aquella luciérnaga
muerta en la mano.
Tres tankas para los amantes
I
Cuando anochece
aparecen caricias
casi fantasmas.
Manos que no se ven
pero se sienten.
II
Sus cuerpos bailan
tan juntos que parecen
ser uno solo,
como en el horizonte
mares y cielos.
III
De lo que fuimos
pocas cosas perduran.
Nuestros dos nombres
tallados sobre un árbol,
por decir algo.
Tres tankas contra la guerra
I
Nada más muertos.
Ni mejores cosechas
ni honor ni gloria
ni riqueza a raudales
trajo la guerra.
II
¿Qué diferencia
existe entre nosotros
y el enemigo
si las mismas estrellas
vemos de noche?
III
Sólo los tontos
sueñan con ganar guerras.
Si no lo fueran
ya sabrían que en una
ninguno gana.
Tres tankas entre escarabajos
I
Llevan su mierda
donde sea que vayan.
Por eso al ver
estos escarabajos pienso en los hombres.
II
Bien escondida
encontré aquella gema
entre las hierbas
pero quise tomarla
y se movió.
III
Oí decir
pueden cargar mil veces
su propio peso.
Lástima que aquel niño
pesaba más.
SENRYUS
Tres senryus a la orilla del río
En una jornada de millones de años
partió el gran río la serranía en dos.
Carlos Pellicer
I
Pasa las horas
limando bien sus piedras
con agua clara.
II
Río es un verbo
que usamos cuando el agua
va de paseo.
III
Corre a contarle
de todo cuanto ve
el río al mar.
Tres senryus mirando las nubes
Tejidas de alas son flores del agua,
Arrecifes de instantes, red de espuma.
Islas de niebla, flotan, se deslíen
Y nos dejan hundidos en la Tierra.
José Emilio Pacheco
I
Llovimos juntos
hasta la madrugada
la nube y yo.
II
En noches frías
la luna se cobija
bajo una nube.
III
Hoy son distintas
esas nubes de ayer.
También nosotros.
Tres senryus en soledad
I
Secreta lengua
para charlar conmigo
es el silencio.
II
Vagamos juntos
por toda la ciudad
mi sombra y yo.
III
Si yo pudiera
huiría como el pájaro
lejos de mí.
Tres senryus por los árboles que ha perdido el bosque
I
Miré brotar
de tus ramas ya secas
la flor del fuego.
II
Dará papel
otra forma de oxígeno
ya muerto el árbol.
III
Último fruto
de aquel tronco talado
es este senryu.
Daniel Pérez Segura (Ciudad de México, 1993). Estudia la licenciatura en Lengua y Literaturas Hispánicas en la Facultad de Filosofía y Letras de la UNAM. Fue becario del Festival Cultural Interfaz Pachuca 2017 y ganador del segundo premio de la XIV edición del Concorso Internazionale di Poesia e Teatro “Castello di Duino” en 2018. Algunos poemas suyos han sido publicados en las revistas electrónicas Punto en Línea de México y Literariedad de Colombia.
Dilan Aldahir González Torres (Ciudad de México, 1996). Estudiante de la licenciatura en Artes Visuales en la Facultad de Artes y Diseño de la UNAM, en la que se ha formado en los talleres de pintura a cargo de Ulises García Ponce de León e Ignacio Salazar, así como en los seminarios de teoría de Luis Argudín Alcérreca y Maude Olea. Destaca su participación en las exposiciones colectivas Vivencias de lo cotidiano (Sociedad Astronómica de México, 2016), México, país que queremos, país que nos duele (Biblioteca Vasconcelos, 2016) y Demiurgo (Galería ArtSpace México, 2017). Participó como gestor en la exposición Voy a Santiago, en el Centro Cultural de Santiago (2017). Obtuvo en 2017 el primer premio en el Concurso Universitario de Dibujo en honor al pintor Gilberto Aceves Navarro, de la UNAM.
Seres aplastados
Entonces, uno me dice
que mis poemas explican
demasiado.
Que explicar un poquito
en un poema es
demasiado
—en la narrativa funciona, me dice—
y que la elipsis mejor.
Y otro:
que mis poemas son “divertidos y diferentes”,
y que algunos finales “se pueden explorar más”.
Otro (este sí)
me dice que me acuerde de Ovidio:
hay misterio en las alas de una mosca.
Los ahogados
Todos los veranos desde que nací, la misma playa, la Salvaje: dos kilómetros de longitud, bajamar y pleamar cada seis horas. 342 escalones para descender un acantilado gris y verde de brezos. Arriba, un cartel advierte a los bañistas de la existencia de corrientes peligrosas. Instrucciones: “Si te lleva la corriente, no entres en pánico, déjate llevar. En algún momento la corriente perderá fuerza y podrás regresar nadando a la orilla”.Me atrapó una corriente poderosa en la ciudad sin mar. Yo la vi y decidí meterme. No se puede culpar a la corriente por arrastrarme. Siento un poco de pánico, pero me dejo llevar. Tengo la seguridad de que las instrucciones de la playa de mi infancia funcionan (aunque cada verano había un promedio de dos ahogados).
El frío
Ha debido llegar el invierno. Tú no eres frío. Estás lejos.Así el amor viene va y no hay quien nos entienda sólo el asombro el dolor. Nada va a cambiar te adoro el amor que te tengo es de verdad solid rock. Un amor selecto una piedrita escogida entre millones de piedritas en la orilla del mar y es porque tienes los ojos verdiazules. Es importante que lo sepas y que después de saberlo nos dejemos ir el uno al otro tal vez tú ya lo hayas hecho es confuso no sé si aún estoy tratando de guardarte en una caja o si tú me escondes en una repisa junto a tu libro preferido o si ya me dejaste ir como los olmos de tu avenida dejan ir sus hojas aquí no hay otoño o los niños dejan ir sus recuerdos.
Yo en esas ando. Tratando de que se rompa el maleficio el enojo y el mensaje se autodestruya después de leído.
Tú te alejas te desenamoras aparece otra visión otro rostro te atrapa la viste pasar cántabra colombiana chilena como viniste te vas dejando sorpresas escondidas en lugares secretos y así está bueno te desdibujas. Nos hicimos amigos nos besamos nuestros cuerpos se recogieron el uno en el otro y el peligro de caer enamorada es real. Las conversaciones que uno desearía no haber borrado. La imposibilidad de todo el asunto. El hecho de que nada que ver tú y yo. En algún desierto intermedio nos encontramos pero ahora es hora de regresar cada uno a su casa. Las palabras son nuestro enemigo. Los dos no me mientas no juegues con mi corazón qué quieres de mí aléjate por favor no intentes besarme nunca más sólo queda pasar por el edificio donde vives y mirar tu ventana. Yo mucho menos soy fría ya me conoces es más yo siempre estoy quemando por dentro. Las palabras son nuestro abrigo.
Hallazgos
1.2.
Qué se hace con lo que se halla:
Mutarlo.
Apropiárselo.
Tergiversarlo.
Cambiar un instante.
Modificar el pensamiento de otro.
Una revolución suave.
La asistente
No puedo evitar sentirme extraña.
Viernes 2:30 en el Contramar.
Entro al restaurante: sin maquillaje,
con una camisa vieja, las axilas
sudadas, la bici amarilla afuera.
Sin blusa de seda, fuera de lugar,
extranjera, invisible.
Sin embargo, crecí en un norte con mar gris
todos los días respirando
bravura mineral.
Me aferro a mis raíces
para sobrevivir
en este pantano tropical.
El fango, le llaman.
Mis ojos —a la defensiva—
absorben la escena
y sé que soy
la única aquí que puede
cocinar un pescado
mejor que el chef.
La puerta quemada
Anarquía
Sobre ella soy
un ser fantástico
mitad mujer, mitad bicicleta.
Los autos lanzan llamas de odio porque aparezco en dirección contraria, me salto los altos,
asusto a los que salen de sus garajes y llego antes que ellos a mi destino.
Hay dos bandos: los carros y el número creciente de bicis
en la ciudad arruinada por los carros.
Esta guerra no la entiendo. Yo no odio a los coches,
sólo trato de esquivarlos. Tienen su chiste,
pero hay demasiados y el petróleo
y algunos son francamente feos y recuerdan a tanques de guerra.
“Así te mantienes en forma”, me dice la vecina.
No, señora. Así llego a donde quiero ir.
Sentada, veloz,
el aire me peina como a mí me gusta
y a cada rato me asaltan satoris que olvido a la misma velocidad con la
que suceden.
E insiste la vecina: “¿pero no llega usted toda sudada al trabajo?”
No llego sudada sino iluminada momentáneamente.
Además: hace poco aprendí a pedalear sin manos.
Ahora, de vez en cuando, sobre una calle más o menos lisa,
levanto mis brazos: es el triunfo de la cinética sobre la adultez.
El hombrecito vestido de gris
Vivimos en el mundo de blanco o negro, nada de medias tintas.
Ensalzamos a los hombres y mujeres decididos, con las cosas claras.
Just do it en letras amarillas fluorescentes sobre un fondo rosapink.
Tiene el gris un tinte de mediocridad y de duda. Es el color de las masas.
Encarna al oficinista eterno, al burócrata, al funcionario.
Sin embargo, el granito, noble, es gris.
Los masones comprendieron el gris.
Es muchas veces el color del mar y del cielo.
Es infinito, inasible; no duda, sino que se multiplica.
Wax revolution
Parece un hospital de ensueño.Eli me depila las cejas y el bigote con un hilo.
Es una técnica persa brutal, pero curiosamente no irrita tanto la piel.
Después me depila el pubis con cera.
—¿Todo?, me pregunta.
—Sí, todo.
—Hollywood Brazilian se llama, me dice.
—¿De dónde saldrá esta fantasía?, pregunto.
Yo pienso en el pubis desnudo de mis amigas de la infancia.
En la piel tersa, lampiña, de las mujeres de otras tribus.
En xoloitzcuintles.
Y en porno, claro.
—Viene de Sudamérica, contesta Eli. —Brasil, Colombia, Venezuela. Allí se depilan todo
desde jovencitas.
Llego a casa, a mi baño, y en el espejo observo mi cuerpo
de mujer sin pelos en el coño.
Hay algo que no encaja.
Es como contemplar
en Tlatelolco
la pirámide a un lado y el edificio Chihuahua al otro.
Sólo que a mí me volverán a crecer pronto los pelos. A Tlatelolco tal vez ya nunca le salgan chinampas.
Dos años de lactancia
(Oda al cheeto)
El cheeto nos ha acompañado
en la furia y en la paciencia
de miles de viajes en carretera
amarrados a los asientos con los cinturones de seguridad
por fin quietos
hemos hurgado las profundidades del alma
comiendo cheetos
y allí dejamos nuestra huella
con olor a queso.
Y luego vino aquella revelación,
aquella epifanía fluorescente
una tarde en el parquecito de la calle de Cuernavaca:
vi mi pezón rodeado
por una aureola naranja ocaso
y supe
que ya era hora de dejar de amamantar
a mi pequeño cachorro de dos años.
La chica del poeta
Debe ser difícil ser la chica del poeta.
La hace protagonista de líneas
más fragantes que cualquier perfume, más
elocuentes que un cuadro abstracto-expresionista.
Si no tiene un papel central, por lo menos
forma parte de la belleza general
del poema:
la chica hace su aparición estelar
en un verso impar.
La chica lee el poema y cae extasiada.
Pero después: el poeta se inquieta.
Ah, no quiere vivir demasiado cerca de la chica.
Entonces se acabaría la magia.
Knock out la poesía.
El poeta —no es broma—
necesita soledad y silencio
—es cierto—.
(Cómo pueden escribir, pregunto,
los poetas con hijos pequeños.)
También debe ser horrible ser el exmarido de la poeta.
Ella puede escribir un poema de largo aliento sobre la ruptura
en el que se dilucida
que los hombres son por lo general
aunque hermosos bastante hijueputas.
Anna Angulo Rivero (Bilbao, 1971). Estudia la licenciatura en Letras Modernas Inglesas en el sistema abierto de la UNAM desde 2014. Es escritora y editora. Estudió teatro y danza en Bilbao y Nueva York. Además de trabajar como colaboradora en varias revistas y como editora independiente y traductora, ha publicado los cuentos para niños Lo que mi tío piensa de Cristóbal Colón (Rocío Mireles Gavito, 2006), Suena México (Random House, 2010) y la novela El misterio del lago olvidado (Progreso, 2007). También es coautora, con Miriam Mabel Martínez, del libro de ensayo El mensaje está en el tejido (Futura Textos, 2016) y del cuento Blancanieves en el metro (Santa Lucía, 2016). Desde 2001 reside en México con su marido y sus dos hijos.
Pájaro migrante
José es un boleador guatemalteco de quince años. Lustraba unos zapatos a lo lejos cuando lo vi por primera vez. Me acerqué a él y le dije que fuera a mi casa porque le tenía un trabajo. Transcurrió media hora y escuché que alguien llamaba a la puerta. Salí y le dije que requería de sus destrezas en el calzado, pero algo sucedió: nos desviamos del tema, no sé cómo, y comenzó a relatarme su vida. Parecíamos grandes amigos. Le ofrecí un vaso de refresco. La conversación se extendió casi por una hora. Bajo el ardor del sol del mediodía, me confesó apenado que no sabía leer ni escribir. Aun así, está consciente de que debe trabajar para que al menos uno de sus siete hermanos vaya a la escuela, pues ni su padre ni su madre viven, y él y su familia tuvieron que mudarse a Talismán, en la frontera de México con Guatemala, para buscar empleo. Después de revelarme su tristeza, dio el último sorbo a su bebida y yo le pregunté si le podía tomar algunas fotos. Luego de haber capturado partes de su esencia, se marchó con la fragilidad de las cenizas y con esto comprobé que, con su breve visita, los pájaros migrantes aún pueden hacer del mundo un nido habitable.
José
Mácula transitoria
Estelas de la piel
Aparejo
Soñar en la frontera
Andrea Abarca Orozco (Tuxtla Chico, Chiapas, 1991). Licenciada en Lengua y Literatura Hispanoamericanas por la UNACH. Cursa la maestría en Estudios Latinoamericanos en la Facultad de Filosofía y Letras de la UNAM. Sus fotografías han sido publicadas en el portal de Bloomberg LP News y en la revista Visor México. Fue finalista en el 23º Concurso Latinoamericano de Fotografía Documental “Los trabajos y los días” (Colombia, 2017) y obtuvo una mención honorífi ca en la categoría de fotografía en el Concurso 48 de Punto de partida (2017). Aparece en varias antologías poéticas, tales como Los hijos de la lágrima (Cohuiná Cartonera, 2015), Nueva poesía hispanoamericana del siglo XXI (Lord Byron Ediciones, 2016) y Universo poético de Chiapas. Itinerario del siglo XX (Coneculta, 2017).